sábado, 19 de abril de 2025

LOCURA SANGRIENTA

Entre los cerebros pensantes tras "Locura Sangrienta" ("Silent Madness" en versión original) localizamos dos relacionados directamente con el porno y un tercero que, años después, terminaría en juicios por estafador. Ante semejante panorama, ya sabemos a qué nos exponemos: producto de naturaleza salvajemente creamtística facturado con escasos reales y una intención clara, sacar suco al "boom" del cine slasher del momento, sin miramientos. Tal es así que un buen título alternativo hubiese sido "Locura Grasienta" (me disculpo por el mal chiste, pero la tentación era insoportable).
El culpable de una masacre estudiantil en una fraternidad sale del loquero a causa de un error burocrático. Los años de reclusión no le han ayudado mucho, desde luego, porque, además de una galopante alopecia, anda más grillado que antes. Así, comienza a matar todo lo que se mueve, mientras dirige sus pasos al lugar del crimen original, por donde continúan pululando hermosas y pizpiretas estudiantes. Hasta aquí, todo puro manual. Pero, por aquello de disimular, la historia incorpora algunos pequeños elementos de más que la salvan de la flagrante rutina. Por un lado está la psiquiatra del centro, quien se aliará con un periodista local para detener el homicida (un "Dr. Loomis" con coño, vamos). Y, por otro, los médicos culpables del error y dos enfermeros la mar de chungos -casi peores que el mismo asesino- enviados a por este y todo aquel que sepa la verdad (lo que incluye pacientes sometidos a experimentos no muy legales).
Sin embargo, paradójicamente, dichas buenas intenciones no logran su cometido. Es decir, "Locura Sangrienta" es tan anodina y aburrida como el slasher más común. Cosa que ya tiene delito. No consigues hacer el tuyo ni un poco más entretenido o interesante a pesar de los añadidos. Tal vez contribuya al "bluff" que, por otro lado, evitan recurrir a los que sí habrían aportado algo de color: sangre y tetas. Hemoglobina, mucha menos de lo que cabría esperar a esas alturas del juego. Los crímenes son todos bastante aparatosos y retorcidos, incluso medianamente originales, pero los resultados quedan lejos de impresionar. Solo uno podría ser tildado de gráfico, o brutal, y lo recibe un personaje negativo, vamos, de los que merecen tal castigo. Una tendencia moralista más habitual hoy día que en aquellos tiempos. Mira, en algo fue pionera "Locura Sangrienta". Y respecto al tema ubres, únicamente hay dos y la actriz se las cubre con sus manos. Al respecto merece la pena rescatar una historia (es decir, robar la información de Imdb) porque tiene guasa. Los productores querían más chicha, pero la actriz protagonista convenció a las jóvenes para que no les complacieran. Obviamente, aquella quedó marcada como persona non grata. Hablamos de Belinda Montgomery, quien venía de la tele y a ella volvió. Paralelamente, los del dinero buscaban a una actriz veterana de cierta solera que aportara más prestancia a su película. Tras varios intentos y sendas negativas por parte de Shelley Winters y Maureen O'Sullivan, terminaron fichando nada menos que a Viveca Lindfords, fresca aún de su paso por "Creepshow". Y, al parecer, la vieja dama de Hollywood actuó de manera radicalmente opuesta a la Montgomery, animando a las chavalas al despelote desprejuiciado asegurándolas que sería su pasaporte a lo más alto. Ello, sobra decirlo, motivó un pique entre ambas señoras. Lástima que ganara la Montgomery. Y lo remarco porque una de las jóvenes en cuestión -que no se despelotan- resulta ser Elizabeth Kaitan, por entonces futura "scream queen" a la que volveríamos a ver -a ella y, esta vez sí, sus preciosos senos- en cosas como "Necromancer, magia negra", "Esclavas del espacio" o el séptimo "Viernes 13", entre muchos otros subproductos de los ochenta y noventa. El último nombre destacable de todo el reparto -este con micropene- sería el barrilete de Sydney Lassick (de "Carrie" y "Alguien voló sobre el nido del cuco") como harapiento sheriff.
Al haber sido originalmente confeccionada en 3D, "Locura Sangrienta" gasta toda ella un "look" anti-natural debido a la sobre-iluminación (necesaria para que los truquitos en relieve -muy poco llamativos- funcionen), culpable de que casi todo apeste a decorado de "sitcom" setentera. Se podría señalar maliciosamente al responsable de la fotografía -Gerald Feil- pero no, tengamos en cuenta que este señor es, justamente, el que había fotografiado los efectos en relieve del tercer "Viernes 13", y allí las cosas gastaban un aspecto un pelo mejor. Así pues supongo que, al final, la causa es la habitual en estos casos, un montante más bien limitado.
Graciosamente, lo que personalmente salvaría de la quema es la banda sonora, bastante efectiva. En algunos pasajes recuerda a la de Ennio Morricone para "La Cosa". O eso ha creído detectar mi fino oído. Tal vez, Barry Salmon, compositor, tomó nota de aquella. Quien sabe. En tal caso, bienvenida sea la jeta, porque el resultado funciona.
Seguimos hurgando entre los créditos y damos con más peña curiosa. Del personal que se ocupa de los efectos especiales destacaría a Allan Apone, un tipo que no ha parado de currar como un mamón desde su debut en los setenta aplicando maquillajes a las supuestas imágenes reales del primer "Rostros de muerte" (repetiría en las dos consiguientes secuelas). De ahí pasó a cosas como "Gemidos en la oscuridad", "El legado del diablo", el tercer "Viernes 13" otra vez, "El regreso de los muertos vivientes", "Neon Maniacs" y ya... bueno, a medida que nos adentramos en los noventa y demás, la ristra de títulos inevitablemente despiertan muchas menos pasiones en mí.
Por ahí ronda también un viejo conocido de este blog vinculado a slashers de cierto peso, Martin Kitrosser. Dirigió el quinto "Noche de paz, noche de muerte" (titulado "Juegos Diabólicos") y metió mano en varios "Viernes 13", siendo oficialmente el guionista de, sí, la tercera. No obstante, lo llamativo del colega es que, con los años y una caña, logró un estatus más que envidiable como supervisor de guiones ajenos, tarea esta que ha ido desarrollando en películas tochas, incluidas algunas de Quentin Tarantonto.
Afortunadamente, para hablar del resto de peña ligada a "Silent Madness" hacemos como los cangrejos, vamos hacia atrás y regresamos al tugurio del cine más pestilente. Bill Milling, uno de los guionistas, dispone de una larga ristra de productos dedicados al mete-saca. También algunas marcianadas, como el mondo "La locura americana 2" (aquel con presencia de Jello Biafra y canción de "The Dictators") y alguna "sex comedy" tardía. No obstante, lo llamativo es que el tipo ejerció también como director, y su filmografía viene cargadita de esas mismas pelis pajeras de las que hablaba. Llegados los noventa se desvincula del asunto... más o menos, rodando una "wip" con pinta bien sórdida y protagonismo de una estrella X, Kascha, "Furia enjaulada" (el resto del reparto no tiene parangón, puro "sleaze", molaría echarle el guante) y otras pocas cosas más, entre ellas la comedia "Dinero fácil".
Al segundo culpable del libreto, Bob Zimmerman, ya lo conocemos. Su otro -único- crédito es el thriller "Juez, Jurado y Ejecutor".
Terminamos el agotador repaso con el director de "Locura Sangrienta", Simon Nuchtern. Comenzó su carrera a finales de los sesenta como "sexploiter". En la siguiente década tonteó con el porno y la comedia hasta que recibió el encargo de rodar el falso material truculento del legendario falso snuff titulado, oh sorpresa, "Snuff", aquel oficialmente dirigido por Michael Findlay Sin embargo, hay eruditos, mucho más fiables, que responsabilizan de ello al pornógrafo -y director de fotografía- Carter Stevens / Malcom Worob, por lo que podría tratarse de información errónea. La última película de Nuchtern fue una muy recurrente en nuestros añorados vídeo-clubs por ahí 1985, "Amanecer salvaje", epopeya de acción y moteros con llamativo reparto a base de viejos astros y nombres destinados a brillar (más o menos). Justo, entre los especialistas estaba Solly Marx, quien diera vida al asesino psicópata de "Silent Madness". Círculo cerrado.
A la hora de la imagen ilustrativa, pues volvía a encontrarme ante una de mis habituales diatribas morales. Por un lado, el cartel original, con su llamativa ilustración tirando a exagerada. Y, por otro, la que fuese la impactante caratula del VHS patrio (cortesía de "Grupo Águila"), de cuando se destinaban a llamar nuestra atención desacomplejadamente... y de qué manera.
Nuevamente, la lógica se ha terminado imponiendo: Las dos y no se hable más.