martes, 15 de abril de 2025

TORSO: VIOLENCIA CARNAL (UNA REFLEXIÓN)

Estamos en pleno 2025 y el lenguaje cinematográfico, groso modo, ha cambiado mucho. En ese sentido, y sin ningún ánimo de demostrar que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, sí es cierto que soy ya un señor de mediana edad y, por ende, según que maneras de mostrarnos cómo se ha colocado una cámara, o la cantidad de cromas que hay en una película o el exceso de efectos digitales, hacen que —e inmerso en una era digital como también estoy— pierda el hilo viendo películas actuales (máxime si son de género) y pronto mi atención se desvíe en pro de las actualizaciones de instagram y/o los reels e stories que son, hoy por hoy, los reyes del entretenimiento.
Sin embargo, si me pongo a ver una película bien hecha del siglo pasado, esto no sucede. Y más cuando aquella, quizás ya arcaica, tosca y rudimentaria, pone todos los medios a su alcance para captar la atención del espectador. Porque se hacía cine mejor (no que se hiciera mejor cine… que también). Y es que esta reflexión viene después de un visionado -tras muchísimos años sin hacerlo- de la película que nos ocupa: “Torso: Violencia Carnal” o como reza su maravilloso título original en italiano “I corpi presentano tracce di violenza carnale”. En realidad se trata de un clásico del thriller italiano, muy trillado, que, en su momento, y según la pluma que firmara el artículo al respecto, podía resultar para la crítica poco menos que una ofensa al séptimo arte. Pero con el culto que con los años se le profesa al cine de horror en general, y al europeo en particular, la que puede que sea la más popular película de Sergio Martino ha alcanzado cotas de clásico y dudo mucho que ningún crítico ose decir que es mala. Porque, tal y como está el percal, el hacer tal insinuación es una necedad.
Pero, independientemente de lo que considere o no el crítico de turno, el caso es que anoche disfruté como un enano con “Torso”, al margen de mis gustos o las posibles buenas ideas estéticas que pueda incorporar la peli, porque, en esencia, se trata de un producto genuinamente bien hecho, a la antigua, con unos movimientos de cámara a veces acrobáticos y una conciencia cinematográfica que ya la quisiera para sí el cine de horror actual (por poner un ejemplo, “The Monkey” sería una cosa opuesta a “Torso” y, cuando me refiero a “conciencia cinematográfica” quiero decir que “The Monkey” ya tiene muy presente en su concepción los momentos reels y stories de los que antes les he hablado, y su exhibición en salas es un daño colateral anecdótico). Pero, en esencia, me ha parecido cojonuda porque, como antes les he dicho, “Torso” es una película que pone todos los medios a su alcance para captar la atención del espectador. Es todo clímax, ambiente, tensión y engaño, a la italiana, pero con unas maneras de hacer que son, sobre todo y aunque decirlo ya es casi un cliché, artesanales. En definitiva, creo firmemente que es una muestra de que antes se hacia el cine mejor.
Por lo demás ¿qué les voy a decir de “Torso”? básicamente que es un título seminal. Según los estudiosos, precedió al “slasher” americano (esos mismos que la alaban parecen haber olvidado “Frenesí” de Hitchcock) y, probablemente, de trate de la mejor película de su director. Todo en ella mola, desde la estética colorida y su ambiente en parajes eminentemente italianos, hasta ese asesino que lleva guantes de cuero, esconde su rostro bajo un pasamontañas gris y asesina a sus víctimas usando para ello ¡un elegante foulard! Y esa sangre roja como el infierno, igual que si alguien hubiese derramado en el suelo un bote de 25 kilos de Titanlux.
La sinopsis es sencilla; Un grupo de estudiantes de historia se instalan en un caserón en lo alto de la montaña en un pueblo italiano, donde un individuo va dando matarile a todo aquel que se cruza y más en concreto a mujeres guapas. El espectador tendrá que ir sorteando las pistas falsas para averiguar quién se oculta tras el pasamontañas. Una delicia de estupenda banda sonora. Imposible no disfrutar con “Torso” si a uno le gusta el cine.
Por supuesto, Tarantino y Eli Roth hablan maravillas de ella y provocaría que Sergio Martino fuese recordado como un especialista en terror, pero lo cierto es que, al igual que la mayoría de directores de su quinta, si hacemos un balance de todos los géneros que cultivó en su basta filmografía, podemos decir, sin temor a despeinarnos, que “Torso”, o “El asesino del cementerio etrusco” dentro del terror, o “Destroyer” y “2019: Tras las caída de Nueva York” en los parámetros de la ciencia ficción, están muy bien y sirven para que sea recordado como un cineasta de cine fantástico, pero dirigió muchísimas más comedias bufas y/o sexys,  como puedan ser “Desnudémonos sin pudor”, o “Acapulco, la primera playa a la izquierda”, o “La mujer de vacaciones, la amante en la ciudad”… Lo cierto es que le dio a tantos géneros como uno pueda imaginar, indiscriminadamente.
Merece la pena volver a ver “Torso: Violencia Carnal”, que le ha pasado como al vino francés.