martes, 20 de julio de 2010

POR FAVOR, MÁTAME: LA HISTORIA ORAL DEL PUNK

La primera vez que leí este libro fue en su edición americana. Vamos, en inglés. Mi interés venía relacionado con el reciente -por entonces- contacto que había hecho con John Holmstrom, el mítico dibujante y responsable de la no menos mítica publicación "Punk Magazine". Cuando decidí hacerle una entrevista, no pude evitar preguntarle por "Por favor, mátame", libro cuya (media) paternidad se debe a Legs McNeil, viejo amigo de Holmstrom y co-creador también de la mentada "Punk Magazine". No recuerdo las palabras exactas, pero no fue una crítica demasiado buena. Acusaba al libro de centrarse demasiado en los aspectos negativos del primer y verdadero punk, en los malos rollos y, en fin, en el morbo, que a fin de cuentas es lo que vende (y McNeil nunca ha ocultado sus intenciones mercantiles).
La auténtica función de "Por favor, mátame" es la de demostrar de una vez por todas que el punk no es un invento inglés, que no nació en el 77 en Londres y que nada tiene de político. Estuvo antes, en Nueva York. De ahí fue de donde Malcom McLaren sacó todos los ingredientes con los que, ya de vuelta a su tierra natal (Inglaterra, claro), comenzó a dar forma a lo que en poco tiempo, y gracias a las marionetas de los "Sex Pistols", se convirtió en un fenómeno, una estúpida moda y, en general, un error histórico.
Los personajes que pululan por sus páginas son muchos, y más que conocidos, Iggy Pop, "New York Dolls", "Ramones", "Blondie", "Dead Boys", Richard Hell, Johnny Thunders, etc, etc... y luego la facción británica del asunto, por supuesto. Y sí, se trata de una lectura muy entretenida (construida toda ella a base de declaraciones de los implicados), de esa que engancha, aunque, como decía Holmstrom (que también tiene su hueco), abundan las rajadas por la espalda, los cuchicheos y, sobre todo, las drogas. Muchas drogas. Un montón de drogas. De hecho, sería el libro ideal para regalar en la próxima campaña contra el consumo de drogas, ya que leyéndolo te percatas no solo de lo perniciosas y estúpidas que son, sino también de que para lo único que sirven es para DESTRUIR cosas buenas... cosas tan buenas como fue aquella primera escena que se atrevió a utilizar el término punk.