La precuela de “La matanza de Texas” que se basa en los años
mozos del pequeño de la familia, viene avalada por tener en la dirección a
Maury y Bustillo, directores franchutes que tuvieron a bien debutar con una película de terror que
hizo su ruido en el momento, “Al interior” pero que en realidad, salvo aquella
película, todo lo demás que hicieron no es como para rasgarse las vestiduras,
así que afrontamos el visionado de “Leatherface” con cierta cautela.
Como pasó también con su película “Livide”, Maury y Bustillo
son unos titanes en lo que a la puesta en escena se refiere, y unos patanes a
la hora de mantener el nivel los siguientes 80 minutos de metraje.
En “Leatherface” pasa absolutamente lo mismo. Nos presenta
al protagonista siendo niño, a su familia haciendo de las suyas y a la sierra
mecánica. Y parece que va a molar. Los
créditos, austeros y apareciendo en mitad de una secuencia en la que
Leatherface se carga a una víctima que ha capturado su familia, hacen presagiar
lo mejor. Incluso, después de créditos, cuando vemos el primer asesinato de la
película, y como Leatherface aparece ataviado con una cabeza de vaca a modo de
máscara, la cosa sigue prometiendo… hasta que comienza la película de verdad y
el aburrimiento y la falta de interés, hace que tomemos el móvil por si hay que
contestar algún whatssup.
La acción nos traslada a un hospital psiquiátrico dónde está
internado Leatherface absolutamente trastornado por culpa de la familia que le
ha tocado en suerte, pero mostrándonos en todo momento que se trata de un
muchacho bondadoso. Pronto escapa del hospital junto a otros tres enfermos
mentales que secuestran a una de las enfermeras, y a partir de ahí, Leatherface
pasa a convertirse en un personaje secundario, casi prescindible, y la cosa se
centra en las tropelías por los caminos de esta particular troupe y el sheriff
que los persigue, en una suerte de “Road Movie” en la que casi todo es gratuito.
Y poco más…
Y además, como fan que soy de las secuelas, que en mayor o
menor medida, me gustan, pienso seriamente, que Leatherface era más aterrador y
misterioso cuando no sabíamos nada de él, cuando solo sabíamos que era un
retrasado mental. No hacía falta buscarle un origen (que ya lo había en “La matanza de Texas: El origen”) y menos saber que cojones pasaba en su
adolescencia, porque en realidad, es información poco útil.
Por otro lado la estructura telefilmesca acaba de cargarse
la película y la torna insalvable, por muchas sangre e higadillos que, de vez
en cuando, aparezcan en pantalla.
En definitiva, “Leaherface”, además de ser una precuela de
verdad prescindible, es el testimonio de que “Al interior” salió de coña, es
una película mala, mala, a rabiar.
Por citar un detallito que me haya podido gustar, diré que
“Leatherface” lanza guiños a todas y cada una de las películas clásicas de la franquicia, incluida
la menor “La matanza de Texas: La nueva generación”.
La película, supone la solución encontrada al hecho de que
tras el éxito de “Texas Chainsaw 3D”, la secuela prevista no acabara de
arrancar. En consecuencia, se ofreció esta, Milleniun Films y Lionsgate se
repartieron el bizcocho, y luego guardaron la película en las latas hasta que
decidieron estrenarla por la vías habituales de las nuevas series B —esto es,
plataformas digitales mayormente, así como un par de salas de cine— en 2017,
cometiendo la torpeza de no estrenarla antes del vencimiento de los derechos de
la franquicia, por lo que Millenium y Lionsgate los perdieron. Menudas
lumbreras.
En el reparto, tenemos caras conocidas en plena decadencia
como las de Lili Taylor y Stephen Dorff.
Un zurullo.