viernes, 13 de julio de 2018

HALLOWEEN H20

“Halloween, H20”, sexta secuela de “La noche de Halloween” de John Carpenter, es, más que una secuela, una muestra palpable del neo-slasher de finales de los 90 y una consecuencia directa del mega-éxito de “Scream, vigila quién llama”.  De hecho, el guionista de moda de aquella época (y flor de una primavera) Kevin Williamson, mete sus zarpas en un proyecto como este, que se aprovecha del tirón de la película de Wes Craven con idea de realizar una nueva franquicia que son el siguiente título, “Halloween resurrección”, fracasó no volviéndose a hablar del tema hasta que años depués Rob Zombie le hiciera a la saga de Michael Myers un autentico lavado de cara.
La película, omite las otras películas de la saga desde la segunda (motivo por el cual, la hija del personaje de Jamie Lee Curtis no existe) trasladando, sin embargo, la acción 20 años después de los hechos acontecidos en la primera y segunda, por lo que tenemos a una Laurie adulta, divorciada y con un hijo adolescente, completamente acojonada desde que Michael Myers la acorralara en su propia casa 20 años atrás. Tiene un hijo adolescente y rebelde al que tiene sobreprotegido, cuando, al celebrarse la fiesta de Halloween de ese año, Michael Myers aparece de nuevo, cargándose sin miramientos a todos los adolescentes amigos del hijo de Laurie, que celebran la fiesta de Halloween. Inevitablemente,  el enfrenamiento entre el Psycho Killer y la Final Girl, tendrá lugar hacia el final de la película.
Paradójicamente, yo he visto por primera vez esta celebración de los 20 años de “Halloween”, 20 años después de su estreno, y pese a las buenas críticas que recibió en su momento, y a tratarse de la secuela más taquillera de toda la saga, es un claro ejemplo de que si el cine de los 90 es bueno perdura, pero que, como es el caso, las películas mediocres envejecen tan mal, que acaban resultando insulsas. “Halloween H20” es tan mala, que hace que una de las peores muestras de la saga, “Halloween 5: La venganza de Michael Myers” sea buena a su lado. Y es que, fuera de los estupendos efectos gore y los asesinatos de Myers, que aparecen con la película bien avanzada —que en cualquier caso no servirian para salvar la película—, todo lo demás es raquítico e insulso. No pasa nada, y ese nada que pasa, es poco. Digamos que hasta que viene la chicha, tenemos un bla, bla, bla de lo más cansino. Mala en definitiva.
Y es que en intenciones la cosa iba a ser algo mejor; en un principio la película la iba a dirigir el propio John Carpenter, pero este, considerando que no había percibido lo que se merecía de los beneficios de su creación con el primer Halloween, se subió a la parra pidiendo 10 millones de dólares por la dirección de esta secuela, aprovechando que compartía productor con la suya, Moustapha Akkad. Obviamente, tenían pensado gastarse  17 millones en la película entera y decidieron no tener a Carpenter en la misma siendo sustituido por Steve Miner, que cobraba bastante menos. Además, sí que se contó con la presencia de Jamie Lee Curtis, que pese a decir públicamente que el mejor papel de su vida era el de Laurie Strode, no dudó en pedir una cifra astronómica por volver a darle vida. A ella, sin embargo, si se le pagaron los millones que pedía.
Además, y dado que Steve Miner era un fan acérrimo de “Psicosis”, aprovechando la coyuntura, y que la protagonista de aquella, era la mamá de la protagonista de esta, se pegó el caprichito de darle un papelito insignificante a Janet Leigh. Pero ni por esas; la película no funciona fuera de los acuchillamientos.
Asimismo, resultó una carrera de jóvenes talento que triunfan, en mayor o menor medida, en el día de hoy, por lo que en el elenco tenemos insulsos papeles para Josh Harnett, Michelle Williams o un jovencísimo Joseph Gordon-Levitt. También tenemos al rapero L.L. Cool J. que en plena decadencia de su música, decidió convertirse en actor igualmente decadente.
Para finalizar, tan solo diré que el sacarse de la manga que Michael Myers era hermano de Laurie Strode, es la idea más estúpida que jamás se le haya ocurrido a alguien en la historia del cine.
En nuestro país, la cosa funcionó relativamente: hizo casi 400.000 espectadores, que no es moco de pavo.