“El asalto al castillo de la Moncloa” en realidad no trae
nada nuevo. Lo que nos ofrece, no es otra cosa que una vieja película de
dominio público, que en este caso es la titulada “Los amantes del desierto”,
que cae en las manos de un señor con alma de “Exploiter” como era Francisco
Lara Polop y que realiza un redoblaje de esta película introduciendo unos
diálogos cómicos que casi nunca le van bien a las imágenes. Eso ya lo vimos en
la popular “Woody Allen Nº 1, Lily la tigresa” de Woody Allen y en tantas otras,
aunque aquí en España fueron pioneros Tono y Mihura con su “Un bigote para dos”, inencontrable en su
versión original.
Sin embargo, lo que hace especial a esta película es el
contexto histórico en el que la situamos, nada menos que tras las primeras
elecciones generales de nuestro país en la llamada transición democrática,
época esta que afectó en todo momento a nuestra cinematografía y en la que, en
consecuencia, más chistes de política se inventaban.
Así que con la ayuda
de Manuel Castiñeiras y Juán Portillo “Top” (quien fuera pareja radiofónica de
Luis Sánchez Polack “Tip”, antes de que este se uniera en matrimonio
humorístico con José Luis Coll) Polop se escribe unos diálogos que giran en
torno a la política de aquellos días con Alfonso Suárez y Felipe González a la
cabeza del asunto, y se montan un argumento cogido con hilos bajo los que
soltar una retahíla de chistes y chascarrillos en torno a la situación política
que se vivía en la España de aquél ya lejano 1978. Mariano Ozores, qué ya hacía
estos experimentos por placer con sus hermanos y amigos, se encargaría de
adaptar los diálogos a las imágenes bajo dirección de Polop.
Y el caso es que el experimento queda de lo más curioso,
teniendo en cuenta que los diálogos escritos para la ocasión son soltados con
total naturalidad por actores de doblaje profesionales de los de toda la vida,
o sea, cojonudos, por lo que estos quedan bien encajados en la acción y
totalmente creíbles. “El asalto al castillo de la Moncloa” es, finalmente, una
enorme broma.
La película se estrenó en salas, congregó casi 130.000
espectadores y el negocio sale redondo, sin embargo, amén de las críticas que
tachan a la película de oportunista (cosa que es cierta y que sus artífices en
ningún momento ocultaron) salta la polémica cuando Carmen Sevilla, protagonista
de “Los amantes del desierto”, ve la película y al verse doblada y soltando por
su boca toda esa ristra de chistes sobre socialistas, sobre UCD y sobre la
oposición, entra en cólera. La actriz se siente utilizada e interpone una
querella contra Francisco Lara Polop por utilizar su imagen de esa manera en la
cinta, alegando que esta podía verse seriamente dañada. Sin embargo, de poco le
sirvió esta demanda a la actriz, puesto
que fue desestimada al tratarse “Los amantes del desierto” una película
en dominio público con la que el cineasta podía hacer lo que le viniera en
gana. Carmen Sevilla, sufrió lo suyo con este tema cual plañidera, pero lo
cierto es que la broma no era para tanto.
Por otro lado, el principal reclamo de la película, además
de tratarse de un producto de mera actualidad, era la presencia en el doblaje
de Tip y Coll, que hacen las veces de narradores de los hechos acontecidos.
Está claro que “El Asalto al castillo de la Moncloa” en su
momento debió resultar un producto fresco y altamente divertido. Vista hoy, la
cosa no deja de tener gracia, pero se queda tan anclada en su momento, en 1978,
que es como descifrar un jeroglífico. No nos enteramos de nada. No es como esas
comedias de Pajares y Esteso en las que de vez en cuando se soltaba un chiste
político de la época, sino que se trata de una catarata de referencias una tras
otra, sin tregua, y en la que se frivoliza con temas como la legalización del
amancebamiento, el aborto y la píldora “antibaby”, conceptos, estos ya
antidiluvianos. Sin embargo, ese es su handicap, ya que se trata de una
astracanada cuya condición de película es lo que menos importa; se concibió
para ser consumida en ese año 1978 y, con las mismas, que fuera olvidada
también ese año 1978. Una película del aquí y el ahora, que hoy se puede
disfrutar de ella más como concepto que como película, porque en resumidas
cuentas de película tiene más bien poco. En todo caso sería como una cinta de
“Chistes del golpe” de Arévalo en formato celuloide. Vamos, que no es una
película tanto como un ejercicio humorístico. Y un sacacuartos.