Erróneamente se suele asociar una práctica fraudulenta
cinematográfica como es el “Exploitation” —porque no es un género, es una
práctica…— a una época e incluso a unos países concretos. Y eso es así;
filipinos, taiwaneses, italianos y, por supuesto, españoles, hicieron del
expolio, la desnudez y el plagio, un arte allá entre los años 60, 70 y 80.
Sin embargo el “Exploitation” es un practica que, si bien
igual no genera los dividendos que podría generar en esas épocas, si que sigue
llenando la arcas de quienes se atreven a practicarlo, y muestra de ello
son compañías como la archiconocida The
Asylum o Tomcat Films, que desde un par de décadas hacen las delicias de los
cinéfilos más inquietos, de los más tontos, o de los más ingenuos. Aunque estas
películas llegan a nuestras pantallas con cuenta gotas, máxime cuando ya apenas
se hacen lanzamientos directos a vídeo con la caída fulminante del videoclub.
Es más, con el auge de las plataformas digitales, yo diría que el
“Exploitation” es una tendencia con fecha de caducidad, pero tal día como hoy,
aún permanece en boga.
Y como es esta una práctica que se aprovecha de la buena fe
de los más ingenuos, el campo de la animación es la gallina de los huevos de
oro para los “exploiters”. De hecho, durante años Disney ha tenido que ver como
empresas del tercer mundo, amparándose en el hecho de estar adaptando cuentos
infantiles clásicos en dominio público, plagiaban descaradamente sus personajes
y diseños en pequeñas producciones animadas que, con ínfima distribución videográfica
(eso sí, de carácter internacional), poblaron las estanterías de los
videoclubes mayormente en la década de los 90.
A ese tipo de pequeñas productoras pertenece la película de la que paso
a hablarles, “Gladiformers”, perpetrada por la famosa, pizpireta y cutre
compañía llamada Vídeo Brinquedo, sita en la ciudad de Sao Paolo en Brasíl.
Vídeo Brinquedo ostenta el honor de ser considerada según
las observaciones del periodista Eric Henriksen del “The Portlan Mercury”, como el estudio de
animación más pobre y chabacano de todos los tiempos. Esta apreciación, que
puede ser subjetiva (o no), no va muy desencaminada con la realidad, y a la
obviedad de sus productos me remito. A nuestro país han llegado en DVD, sin ir
más lejos, los plagios de “Ratónpolis” de Dreamworks, o “Ratatouille” de
Disney/Pixar bajos los títulos y aspectos de las cintas “Las aventuras de
Rataldo” o “Ratatoing”, que muchos padres poco lúcidos podían alquilarle a sus
retoños todavía bebés, creyendo que se trataba de la película original a la
cual Vídeo Brinquedo expoliaba. Hay más, pero estos son los títulos más
recientes y populares.
La táctica de Vídeo Brinquedo es simple; se enteran de
cuales van a ser los próximos proyectos de las grandes compañías de animación
Hollywoodiense, copian los diseños, intuyen de que puede ir la cosa, hacen la
película bajo esas premisas y salen al mercado a la vez que la película
original. Esto les puede reportar ventas internacionales de entre 1000 y 3000
copias, un número que es lo suficientemente residual como para que Disney,
Pixar, Dreamworks, o quien sea, tome medidas legales (les sale más caros los
costes de abogados y juicios que lo que van a sacar por ganar la demanda), pero
suficiente como para que los responsables de Vídeo Briquedo renten el producto
y se saquen un sueldecillo. Y así llevan ya casi 20 años. Pero créanme, si sus
maneras de proceder son interesantes, el ver una de estas películas es una
experiencia absolutamente aberrante. En Vídeo Brinquedo, una vez tienen un
producto que vender, el resultado es lo de menos, así que prima la ley del
mínimo esfuerzo y no nos venden una sucesión de fotografías una detrás de otra,
porque no pueden. Llamar animación a esta bazofia es un insulto para ese arte y
esa industria.
Así, me enfrento a esta “Gladiformers” que sin salirse de
sus parámetros, se aprovecha del tirón que tiene la franquicia de
“Transformers” gracias a las adaptaciones de Michael Bay, y los de Vídeo
Brinquedo se marcan una de robots
transformables y gladiadores cuyo visionado es, sencillamente, insoportable.
El argumento cabe en un billete de metro; en un coliseo
metálico, varios robots transformables pelean entre sí mientras sueltan
soflamas y amenazas. Y ya está.
Cualquier cosa que yo pueda reseñar no puede hacer justicia
a semejante trozo de mierda, así que lo mejor es que busquen la película, vean
tres minutos y se hagan a la idea de que el resto de la película no es más que
una extensión de esos tres minutos.
Lo único que se ve en ella son movimientos de cámara de 90 o 180 grados en
los que vemos el diseño de robot mientras este explica que hace allí y por lo
que combate, todo en off porque los robots no tienen boca, ergo, están
pensándolo, no diciéndolo. Y no hay más que cortar. Eso es todo lo que se ve. Es tan inenarrable
que no me veo capaz de explicarlo de forma escrita, hay que verlo.
El caso es que, tras saber de la existencia de esta
película, exigí a Aratz, que era el poseedor de una copia, que me la regalase,
ya que una cosa así es digna de ser coleccionada. Y accedió gustoso a hacerme
el regalo. No contento con eso, me senté a verla. Y cayó entera. Y además, les
digo una cosa, es tan bizarra,
desganada, gandúla e incompetente esta película, que me la vi sin pestañear, y
sin aburrirme especialmente. Pero que los de Vídeo Brinquedo no cuenten más
conmigo.
El gañan que se acredita la autoría de esta basura, se hace
llamar Marco Alemar, y además de esta, ha realizado dirección para otras
películas de la compañía como puedan ser “Pinocchio” y “BR Futebol” que es el plagio en animación
3D del animé en 2D “Campeones”, ya saben, Oliver y Benji. Y para de contar.
Por otro lado, la bonita carátula que hace pensar que lo que
vamos a ver es mejor de lo que realmente es, debió hacerles vender a los de
Vídeo Brinquedo bastantes DVDs porque lo cierto es que un par de años después
salió una secuela “Gladiformers 2”, que intuyo, es una simple variación de
imágenes de la primera.
Ver para creer, oiga.