Segunda película que protagonizaron los payasos de la tele
en tierras argentinas, y última de una carrera que debería haberse lucido más
en cine.
Es muy curioso el hecho de que, los payasos, cuya carrera
fue tan fructífera durante décadas, tan solo diera para tres películas
americanas. No logro comprender como es que no hicieron ninguna película
española, que hubiera sido de recibo, a las órdenes de, por ejemplo, un Javier
Aguirre.
En esta ocasión, y volviendo a escribir y dirigir la
película Enrique Carreras, artesano argentino de los de toda la vida, se nos
ofrece una trama desarrollada en los años 20 en la que Gabi, Fofó, Miliki y
Fofito se tienen que ocupar de una bebé que es perseguida por unos mafiosos al
estar involucrada la niña en una extraña trama de adopción ilegal (o algo así).
Para que no se sepa donde está, se la entregan a los payasos que mientras la
cuidan, tienen que intentar buscarse la vida como artistas en Buenos Aires a la
par que se representarán sus canciones y se nos narran sus peripecias. Para
darle color al asunto, una joven guapa y lozana se une a ellos, haciéndose
pasar por chico ya que los payasos precisan de un mozo de equipajes.
La película, obviamente, es lo de menos. Su trama es liosa,
está mal desarrollada y, en el peor de los casos, tanto a sus artífices como al
espectador nos importa tres pimientos, aquí lo que importa es poder ver a los
payasos interpretando sus canciones y sus sketchs, y de eso hay a mansalva
durante la hora y media que dura la película. Entonces, sí, nos quedamos
satisfechos de payasos, pero, y como también ocurría en “Había una vez un
circo” da la sensación de que están desaprovechados, que no acaba de cuajar la
subtrama en la que los vemos a ellos como niñeros de la bebita y que, en
definitiva, cuando no están cantando, la película es aburrida y no funciona.
Tampoco las canciones, muchas de las cuales están concebidas en exclusiva para
la película, son lo suficientemente memorables, lo mismo ocurre con los gags;
aunque pueda haber alguno gracioso, no llegan nivel de lo que, al menos en
España, nos tenían acostumbrados en televisión.
Con todo, y a nivel retrospectivo y nostálgico, solo por ver
a los payasos en una película merece la pena echar un visionado a la cinta. Es
rancia, cursilona, lenta y aburrida, pero son Gabi, Fofó, Miliki y Fofito. Y
eso siempre es una garantía.
El director, Enrique Carreras, poco después comenzaría una
fructífera etapa dirigiendo algunos de los títulos más memorables de Olmedo y
Porcel.