jueves, 6 de junio de 2019

I DUE GATTONI A NOVE CODE... E MEZZA AD AMSTERDAM

Aunque represente un fenómeno equiparable, en más de un aspecto, al de ciertos dúos cómicos patrios (sin ir más lejos, Los hermanos Calatrava, con los que coincidirían en el tipo de humor, así como en la laya de los films que protagonizaron), el descomunal éxito cosechado por la pareja compuesta por Franco Franchi y Ciccio Ingrassia causa asombro y pasmo, en retrospectiva y desde una perspectiva no italiana, y no solo por el hecho de haber conseguido encabezar el reparto de más de un centenar de títulos (en su momento de mayor apogeo llegaron a rodar 23 películas en solo dos años, llegando incluso a codearse con estrellas de Hollywood de la talla de Buster Keaton, Jayne Mansfield o Vincent Price) sino, sobre todo, por haber gozado de una manera tan prolongada del favor popular protagonizando películas que, en su mayoría, eran rematada, inaceptablemente malas.
Lejos de erigirse en una moda pasajera, la carrera cinematográfica de los contrahechos Ciccio y Franco se desarrollaría durante algo más de tres décadas cimentándose en una clara estrategia comercial basada a su vez en esa ley del mínimo esfuerzo tan común, por otra parte, a la idiosincracia derivativa de la cinematografía transalpina de género: esto es, aprovechar el último éxito de taquilla para bautizar a una serie de películas en el fondo indistinguibles entre sí y que, en la mayoría de los casos, poco o nada tenían que ver con el título "parodiado". Así, y sin un criterio definido, los cómicos milaneses se atrevieron a "adaptar" a su peculiar manera desde prestigiosos ejemplos de cine de autor (por ejemplo, a costa de "El gatopardo" surgiría "I figli del leopardo"), del spaghetti western cómico con "I due figli di Trinitá" (o sea, la parodia de la parodia) e incluso de blockbusters yanquis como "El justiciero de la ciudad" o "El exorcista" con "Il giustiziere di mezzogiorno" y "L'Esorciccio", respectivamente.
Aunque sí que llegaron a filmar algún spoof  en sentido estricto tal y como los conocemos hoy en día (por ejemplo, en "El guapo, el feo y el cretino" se recreaban personajes, escenarios y situaciones directamente extraídas de "El bueno, el feo y el malo") en la mayoría de los casos, y teniendo en cuenta esa ley del mínimo esfuerzo que antes comentábamos, se tomaba el film a explotar como mero punto de partida a partir del cual trazar una mínima línea argumental en la que el privativo, localista y vodevilesco sentido del humor de la pareja (basado en el slapstick, en los equívocos verbales de índole más o menos sexual y/o escatológica y, sobre todo, en las estomagantes muecas de Franchi) pudiera desenvolverse sin ningún tipo de obstáculo ni cortapisa.
En un nivel intermedio de esta tendencia nos encontraríamos con el anteriormente citado exploit del cine de justicieros protagonizado en solitario por Franchi, en el cual, y aunque se emularan algunas de las escenas del film de Michael Winner como la del calcetín lleno de monedas (“¿Me podría cambiar estas cinco mil liras en monedas de 100? ¿Me las podría meter en este calcetín?”), la supuesta parodia acababa tomando unos derroteros argumentales que se alejaban radicalmente de los del título en el que, en teoría, se basaba. En un nivel aún más extremo de dejadez y desvergüenza se encontraría esta "I due gattoni a nove code... e mezza ad Amsterdam", que si bien alude de manera evidente al segundo esfuerzo tras las cámaras del sobrevalorado Dario Argento no tiene absolutamente ninguna relación en aspecto alguno con el título que pretendidamente toma como modelo, más allá del hecho de que aquí Franco y Ciccio interpretan a dos periodistas, profesión que comparten (y yo diría que casualmente) con el personaje protagonista de "El gato de las nueve colas". Esta clamorosa falta de conexión nos lleva a pensar inevitablemente en dos opciones: 1) los responsables de esta película se inspiraron exclusivamente en el tráiler de la de Argento a la hora de escribir su guión, o  2) la pareja protagonizó un film absolutamente random al que rápidamente cambiaron de nombre tras el éxito de la otra.
Y es que si en esta última la historia trataba de las pesquisas que se desarrollaban en torno a una clínica privada que estudiaba la influencia genética en la formación del carácter del asesino, en este caso el par de caricatos estelarizan una trama de espías en la que la investigación de una muerte, de la que son testigos fortuitos, desembocará en el descubrimiento de una red de tráfico de diamantes (¿¡!?) Para alejar más aún uno y otro título, la mayor parte del metraje de "I due gattoni a nove code..." se situará como bien indica su título en la capital de Holanda, con el puterío que ello conlleva además de la consabida introducción de los dos cuarentones protagonistas en el mundo de las drogas blandas cuando estos entren en contacto con el ambiente de la juventud de la época, en una escena, por cierto, calcada de otra de la española "Crimen imperfecto", en la cual los detectives encarnados por López Vázquez y Fernán Gómez también se hacían pasar por jipiosos con el objetivo de resolver un asesinato, disfraz con peluca y abalorios, y caladita de porro, incluida.
Lejos de mostrar una voluntad por ofrecer algo novedoso, este cambio de rumbo con respecto al original denota una dejadez que posteriormente se confirmará y agravará en una sucesión de escenas absolutamente genéricas y previsibles (que incluye un enfrentamiento en una academia de karate, seguramente para aprovechar también la pujanza en aquella época del cine de artes marciales, género del que la pareja haría mofa un par de años después en "Ku fu? Dalla Sicilia con furore"), siendo la película dirigida por el todoterreno Osvaldo Civirani, colaborador habitual de la pareja, tan poco graciosa y aburrida que llega a funcionar más como thriller o spy movie que como comedia. Finalmente, y a pesar de alcanzar un considerable nivel de idiocia durante todo su metraje, "I due gattone a nove code..." no es ni de lejos tan irritantemente mongólica como otros trabajos del dúo, aunque por desgracia el único interés que a día de hoy pudiera deparar el visionado de un título de esta calaña (es decir, la curiosidad que podría despertar la comparación entre original y copia) queda frustrado por su condición de parodia encubierta o, más bien, de "no parodia" parca en referencias identificables por parte del espectador. Hasta en ese sentido resulta una película decepcionante.