viernes, 23 de agosto de 2019

BEASTIE BOYS, EL LIBRO

Un tocho de casi 700 páginas, escrito a cuatro manos por Mike D y AD Rock, con unas tapas duras y lleno de fotografías, bocetos, letras de canciones escaneadas y unos textos de lo más amenos y divertidos, desde luego, convierten a este “Beastie Boys: El libro” en una de las mejores autobiografías musicales de cuantas puedas encontrar en el mercado. Y es que los Beastie Boys, al contrario que muchos artistas en cuyas biografía evitan hablar de su trabajo para centrarse en otros aspectos de su vida (en el caso de los rappers, sus autobiografías se suelen centrar en sus vidas anteriores vendiendo droga y trapicheando), los Beastie Boys se centran casi exclusivamente en hablar de su música. También hay anécdotas y pasajes ajenos a lo estrictamente musical, pero sobre todo hace hincapié en sus canciones y el proceso creativo de sus discos, todo ello escrito de una manera coloquial y  muy de andar por casa, que logra conseguir la complicidad del lector. Y es que, Beastie Boys, ante todo son,  unos enamorados de la música en general y unos enamorados del Hip-Hop en particular, por lo que en su libro hablan básicamente de esas dos cosas: Música y Hip-Hop. Porque los Beastie no se limitan a hacer un solo estilo músical, que va. Predomina, en su discografía, el rap, pero tienen discos de punk, de jazz, de bossa nova, de hardcore… Hasta de country. Sí, cómo lo oyen, de country.
Leyéndolo, sobretodo, me quedo con la imagen de tres tipos enormemente creativos, tres punks de la escena neoyorquina de finales de los 70 que al explotar el Hip-Hop en su ciudad a principios de los 80, todo su mundo se va al traste y comienzan a ahondar en esa nueva cultura negra, en la que, por blancos, no son bienvenidos, y tras unos tejemanejes con la Def Jam Recordings, logran vender millones de unidades de su primer disco. Como además de rappers, son músicos, evolucionan y se convierten en unas de las bandas de Hip-Hop más importantes de la historia, asentando las bases de lo que es el rap, medio inventando el sampling tal y como lo conocemos hoy, y revolucionando la escena con esa obra maestra adelantada a su tiempo que es  su segundo disco, el “Paul’s Boutique”, un disco imprescindible y experimental, tanto, que luego todo el rap asentó sus cimientos sobre el modelo impuesto por los tres chicos blancos y, tanto, que no vendió casi nada. Luego, no pararon, regresaron al punk convencional e hicieron lo que les dio la gana.
En el libro no llegan nunca a explotar o a hacer un discurso sensacionalista sobre la reciente muerte de uno se sus miembros, AMC, y da la sensación de que quienes te hablan son unos buenos tipos, caen bien y en definitiva, no puede uno dejar de leer. Además, es muy agradable saber de su pasado fanzinero en los 80 del que algo explican en sus primeros capítulos, aquellos en los que estaban de lleno metidos en la escena punk neoyorquina.
Por lo demás, la línea de la biografía no se desmarca ni un ápice; cuentan sus comienzos, su auge, su éxito atroz, su descenso… y su mantenimiento en la industria desde la total independencia de su segundo álbum y su sello músical independiente (aunque auspiciado por una major) Grand Royale. Además, el material gráfico es impresionante y me hace especialmente gracia que, firmando cada uno de los dos miembros vivos sus capítulos por separado, en cada uno de ellos, el miembro que no firma hace sus apuntes y anotaciones, que son impresas en distinto color para que no nos liemos.
Para los fans de Beatie Boys, una delicatessen. Para los neófitos… pues muy probablemente después de leer el libro indaguen en su música y se acaben comprando todos sus discos. En mi caso, conozco a los Beastie Boys desde mis primeros escarceos con el rap, tenía un par de discos, pero nunca pasaron a ser uno de mis grupos preferidos o prioritarios; después de la lectura del libro, no es que ahora me vuelva una fan loca, pero sí que los escucho de otra manera, me parecen mucho más interesantes y mi percepción de ellos es más mucho más positiva que antaño, cuando los escuchaba con media oreja porque eran blancos de clase media que en muchas de sus canciones utilizaban instrumentos musicales. Era muy purista yo en los 90.
Un tocho imprescindible.