lunes, 9 de diciembre de 2019

ME GUSTA MI CUÑADA

Tras “Malizia”, Salvatore Samperi no se anda por las ramas, no arriesga lo más mínimo y repite formula en un film en el que la sinopsis es exactamente la misma que en su anterior trabajo, el reparto prácticamente el mismo y, la estructura y el desarrollo, idénticos. Solo que en esta ocasión el exceso de sal gruesa  hace que el sello de autor con el que Samperi firmó “Malizia” desaparezca y esto se convierta en una comedia sexy de primera hornada en la que los posibles ramalazos artísticos quedan ocultos entre la maleza. “Malizia” era, dentro de su locura, una cinta sofisticada, mientras que esta “Me gusta mi cuñada” es, directamente, chabacana. Para acabar de hacerla más soez, se contrata a Lino Banfi para que se luzca con su verborrea en un par de escenas intrascendentes. Por supuesto, los chistes de cuernos y de cornudos, como en toda buena comedia italiana que se precie, están a la orden del día.
Aquí la cosa va de unas vacaciones en la playa en las que un individuo un tanto fanfarrón aprovecha para dejar a su mujer en casa de sus padres mientras este se va a trabajar entre semana, viéndose tan solo los fines de semana. Así, para que esta no esté sola en sus estancias en la playa, dejan al hermano pequeño de este individuo a expensas de su mujer. Primero el muchacho se cabrea, más tarde se pone cachondo, y finalmente se enamora de ella. Esta, que por momentos se siente abandonada, cede a los coqueteos y juegos del muchacho hasta que al final sucede lo previsible: que se lo tira.
Laura Antonelli, Alessandro Momo, sus jugueteos y tocamientos, los cabreos de Momo ante los coqueteos de la Antonelli… nada que no hayamos visto y cien mil veces mejor, en “Malizia”.
No obstante, la película es interesante y divertida, está rodada con solvencia y  es amoral y descarada, algo que se echa profundamente de menos en el cine actual, en el que una relación sexual entre una mujer de 30 años y un joven de 15 sería motivo de denuncia —y condena— mientras que en la Italia de los años setenta era algo de lo más natural, de lo más normalito y de lo más excitante.
Ambientada a finales de los años 50, con el trío juvenil protagonista, por momentos y situaciones, recuerda levemente a los films de la saga “Polo de limón”, aunque con mucho menos desmadre.
Samperi seguiría en esta línea durante mucho tiempo, rodando subproductos a la medida de la Antonelli y despidiéndose del talento de Alessandro Momo quién con 17 años moriría en un accidente de moto al poco de estrenarse la película. Su carrera, de no haber fallecido, hubiera estado ligada a la del director y a la de la actriz, indefectiblemente, pero…