lunes, 17 de junio de 2019

MALIZIA

Me imagino el impacto que causaría, a finales de los 60, la irrupción de Salvatore Samperi y su cine erótico en las pantallas de medio mundo y su gusto por realizar aquellas películas que deambulaban entre el erotismo más exacerbado y el más absoluto sensacionalismo en las que, en el mejor de los casos, la trama principal la sostenía la relación sexual que pudieran mantener una señorita adulta y un mocoso adolescente salido como un mono. La cosa se ponía más tensa cuando, además, la señorita madura era miembro de la familia del adolescente salido. Amén de esa cantidad de desnudos que nos ofrecía, desprejuiciadamente, una estupenda —y desmesuradamente bella— Laura Antonelli.
Semperi iba para erotómano de prestigio, sin embargo, el éxito de la película que nos ocupa, “Malizia”, le encasilló de tal manera que la posibilidad de convertirse en una suerte de autor se desvaneció para devenir en una especie de padre de la comedia sexy italiana. Obviamente, los paralelismos entre la comedia sexy y el cine de Semperi es notorio, y si bien se vio abocado finalmente a llevar unos niveles de calidad nimios a medida que su carrera avanzaba, con “Malizia”, supo marcar la diferencia. Para mí, una de las mejores películas del cine italiano. Una divertida comedia, pero también un drama. E incluso juguetea con el terror. Y, por supuestísimo, a Salvatore Semperi, teniendo películas divertidas e interesantes, ninguna le salió tan buena como esta.
Parte de la culpa de lo estupenda que es “Malizia”, la tiene el director de fotografía Vittorio Storaro, recién salido de fotografiar “El último tango en París” y que, quizás, sin él tras la cámara y la iluminación, “Malizia” podría haber resultado otra pobretona y chabacana película sexual  italiana más de la época. Su labor la dota de cierta clase.
“Malizia” podría entrar de lleno en esa categoría que en mi libro “Screwballs, 101 comedias sexuales” tuve a bien bautizar como “películas de graduados” y que, directa o indirectamente, serían una consecuencia de “El Graduado”, en las que el único requisito consistía en  que una mujer adulta seduzca a un jovencito —o viceversa—. Sin embargo, con “Malizia” los tiros van por otro lado, porque más allá de la seducción que pueda ejercer una mujer adulta sobre un jovencito, aquí lo que se trata es el brutal acoso sexual al que somete un adolescente a su futura madrastra, sin que esta actitud sea condenable o denunciable en ningún momento, sino que lo normaliza.
En otro orden de cosas y al margen de alguna actitud reprobable (que me la suda), “Malizia” cuenta en su haber con algunos de los desnudos (de Laura Antonelli) más sugestivos y excitantes de la historia del cine.
Tras la muerte de su mujer, un empresario de la industria textil se plantea como va a llevar su negocio, la casa y sus tres hijos, cuando, poco antes de morir, su señora dejó contratada a una empleada del hogar, Angela. Ella es una absoluta belleza y se ocupa de los quehaceres de la casa de manera extraordinaria, motivo por el cual su jefe se enamora perdidamente. No solo eso; dos de sus hijos, un veinteañero y un adolescente —que está más salido que un mono y ya tiene un buen historial en lo que a meter mano a señoras talluditas se refiere— también beben los vientos por ella, lo que acarreará la discordia entre los miembros de la familia, máxime cuando el padre de los chicos y Angela deciden casarse. En represalia, el adolescente comienza su particular y brutal acoso sexual, acoso que ella consiente y parece incluso excitarla, por lo que entran ambos en una extraña espiral sexual.
Se trata de una película imperecedera, un clásico absoluto del cine italiano, un producto injustamente infravalorado pero con un asombroso culto alrededor del mundo. Tiene locos a un buen sector de los cinéfilos más erotómanos del globo terráqueo.
Estrenada en el prestigioso festival de Berlín de1974, tanto Laura Antonelli como Turi Ferro (el padre del pequeño chimpancé salido), se alzaron con los premios a mejor actriz y mejor actor respectivamente.
Antonelli, a posteriori, se convirtió en uno de los mitos eróticos mas importantes del cine italiano, combinando producciones de mayor prestigio con otras de carácter meramente "exploitation". Sin embargo, ya en su ocaso, fue relacionada con el consumo y tráfico de drogas, por lo que ya no levantó cabeza.
Peor suerte correría su partenaire masculino en “Malizia”, el adolescente Alessandro Momo que contaba con tan solo 15 años cuando rodó la película. Tras esta, y siendo uno de los actores jóvenes más prometedores del cine italiano, repitió al año siguiente con Semperi y Antonelli en una de similar temática, “Me gusta mi cuñada”, para ese mismo año hacer un papelón junto a Vittorio Gassman en “Perfume de mujer” siendo su ultima intervención en pantalla. A finales de ese mismo año, con tan solo 17 primaveras, fallecía Alessandro Momo víctima de un fatal  accidente de moto. Una pena.
Como Semperi ya solo hacía productos de baja alcurnia, 20 años después trató de recuperar el tirón de su mayor éxito y rodó, sin mucho sentido, una secuela donde sus protagonistas han envejecido notablemente. Tan absurda que el espectador se sonroja por momentos; “Malizia 2000”, donde repetirían Laura Antonelli y Turi Ferro. Un despropósito fílmico.
Por otro lado, la película “Sueños eróticos” con Sylvia Kristel, se comercializó en algunos países como si fuera una secuela de la reseñada bajo el título de “Malizia 2”. Cosas de la época.
“Malizia” es verdaderamente una película estupenda. Muy, muy buena.