“Amor a la Española” representa la auténtica y genuina españolada. Además, es una de las culpables de que el termino se use despectivamente. Y también es una de las culpables de que el público medio asocie el término con las películas de españolitos típicos, morenos, bajitos y cabreados que van a Torremolinos babeándole a las Suecas. Y es que precisamente, ni más ni menos, “Amor a la Española” trata sobre eso.
Un trabajador de aeropuerto, tras ayudar a una sueca con unos problemas a la hora de tomar un vuelo hasta Málaga, queda prendado de ella. Poco después irá en su búsqueda.
Por otro lado, en la misma Málaga, más concretamente en Torremolinos, con el boom turístico, podemos ver la más variada fauna ibérica y autóctona intentando ligar con las extranjeras y más concretamente con esta sueca que trae de cabeza al protagonista, que de pura ingenuidad, parece tontita perdida. Y todo ello sin apenas salir del complejo hotelero donde trascurre la trama.
Pues sí, aquí tenemos la película —o una de ellas— de los españolitos tras las suecas, en un subgénero de la españolada, que los menos afines y conocedores de nuestra filmografía asocian siempre con la figura de Andrés Pajares y Fernando Esteso.
Se ha convertido en un tópico, pero, al igual que pasa con las películas sobre la guerra civil, es cierto que existen mogollón de películas con estas premisas; Precisamente por eso, se convierten en tópicos.
Sin embargo a la hora de enfrentarse a una película de estas características a día de hoy, hace que nos percatemos de que el tópico muchas veces se basa en habladurías, en oír campanas y no saber dónde, porque, efectivamente, el tópico está ahí, en “Amor a la Española”, tenemos a un grupo de españolitos tras las suecas, pero no es todo ni tan denigrante ni exagerado como se tiende a pensar en un principio con este tipo de comedias de los 60. Es más, las baña una pátina de inocencia que puede llegar a resultar sonrojante.
Paradójicamente, y tan representante de la españolada como es “Amor a la Española”, resulta que es una co-producción con Argentina, de hecho, en la parte artística tenemos a la actriz Argentina Erika Wallner haciendo de sueca y, si no tenemos en cuenta este detalle, hay que decir que la actriz da el pego a la perfección… Rubia de pote, e intuimos que, chocho morenote.
Francamente, la película, en todos sus aspectos, es en realidad más mala que la quina. Se trata de una producción de José Luis Dibildos, escrita a dos manos junto con Alfonso Paso, dejando supuestamente su gustos e inquietudes a un lado para dar rienda suelta, en sus guiones, a lo que el pueblo llano quería ¿y que quería? Precisamente lo que Dibildos ofrecía, en este caso, como no, españoles detrás de las suecas, llevando al cine a más de 2.000.000 de españoles que se sentían identificados con nuestros protagonistas, interpretados por una serie de actores que, como viene siendo habitual en las comedias de los años sesenta y setenta, se prodigan como lo mejor de las películas en las que intervenían, convirtiéndose, en la mayoría de los casos, en auténticos chalecos salvavidas capaces de rescatar cualquier película que se hunde en el lodo.
Al mando, José Luis López Vázquez, que además de su vis cómica natural, soporta el escueto peso dramático y/o romántico que contiene la película. Manuel Gómez Bur: Contaba Alfredo Landa en sus polémicas memorias, que Gómez Bur, en el teatro, subía consigo al escenario una pequeña aguja de tricotar, y que tal era su rabia y su ira (y puede que hasta envidia), que cuando alguno de sus compañeros de tablas resultaba más gracioso que él, sacaba la aguja y le pinchaba con saña, incapaz de aceptar que en determinados momentos alguien consiguiera más risas del público que él. No debió ser el caso en esta película, porque, evidentemente, Gómez Bur aquí tiene poca competencia: Un desgraciado de provincia dándoselas de señorito en Torremolinos, tomando cubatas y ligando con toda extranjera que se le ponga a tiro, en lo que puede ser uno de los primero precedentes del personaje de Pepito Piscinas que tan bien interpretara Fernando Esteso años después en “Pepito Piscinas”. Manolo Gómez Bur, lo borda. Cierra el triunvirato un comedido Alfredo Landa en un papel episódico, dando vida a un camarero, confidente de las argucias de los vacacionistas y testigo del “temperamento” de nuestra sueca protagonista. Landa es Landa.
Dibildos, delegó las labores de dirección de la película en el director Fernando Merino, que durante la segunda mitad de los sesenta facturó títulos clásicos como puedan ser “Los Subdesarrollados” o “La dinamita está servida”, y en cuya carrera tendría los altos y bajos comunes en este tipo de directores artesanos, que tantos buenos títulos dejaron a nuestra cinematografía.
“Amor a la española” es muy mala, mala de solemnidad, inquietantemente mala, incluso aburrida, pero es un título clave para entender lo que es eso que llaman españolada, y, solo por ver a sus protagonistas en su salsa, bien vale un visionado.
Por destacar algo, ya que estamos, destacar los magníficos títulos de crédito a base de ilustraciones a cargo del historietista Mingote.