viernes, 9 de octubre de 2020

EL HÁBITO NO HACE AL MONJE

“El hábito no hace al monje”, segunda incursión en la dirección por parte de su protagonista, Marty Feldman, destacaría asimismo por tratarse de una de las poquísimas intervenciones en la pantalla grande por parte de ese genio de la comedia que fue Andy Kaufman.
Cuenta la historia de un monje de clausura que nunca ha salido del convento en el que sirve a dios, al que su abad le pide que haga el favor de ir a ver al famoso filántropo Armaggedon T. Thunderbird, y que le pida, por la patilla, los 5.000 dólares necesarios para que la propietarios del convento no les embarguen el inmueble. Durante el periplo al monje le pasa de todo: Desde fornicar cual bestia parda con la prostituta María de la cual se enamorará, hasta llegar a hablar con dios, para descubrir que todo lo concerniente a la predicación de los evangelios por medio de la televisión, no es más que una estafa. Y ahí, el conflicto con el telepredicador al que va a pedir la pasta.
"El hábito no hace al monje", con su irreverente toquecito (de pasada) a lo Monty Phyton —con un numerito musical incluido que es muy deudor del de “Christmas in Heaven” que aparece en “El sentido de la vida”— y con una acidez feroz, no llegó a cuajar en la platea norteamericana, entre otras cosas, porque de Feldman se esperaba algo cercano (o al menos, parecido) a “La vida de Brian” que se había estrenado recientemente y se había convertido en un fenómeno social a nivel internacional. Eso, para el público más intelectual y familiarizado con un humor más inteligente, que el de andar por casa no quiso la película, sencillamente, porque hacía mofa de dios, y de la religión católica. Obviamente, “El hábito no hace al monje”, salvo por un par de pinceladas phytonianas acusadas —Feldman no fue el séptimo Phyton por los pelos— no tiene nada que ver con el cine de la agrupación británica, y hasta me atrevo a decir que esperar algo así de una película como esta es una absoluta necedad por parte de todos los que lo tenían tan claro. Ciertamente, la película es una crítica mordaz al sistema eclesiástico mundial en general y a los tele predicadores evangélicos en particular, a los que se pinta como repulsivos megalómanos con un único fin; ganar el máximo dinero posible a costa de engañar al creyente que, para más inri, es tonto perdido. Y razón no le falta a esta sátira.
Escrita por el propio Feldman, hace uso de un humor muy propio, muy sutil, muy inglés —sobre todo en el primer tercio de la cinta— que se va combinando con el humor más tonto y primario, a veces cercano al slapstick como solía ser habitual en Feldman. La combinación de ambos estilos, unido a que la película es serena en general, hace que, efectivamente, y como se le acusa en los Estados Unidos, no resulte una película graciosa, sin embargo, sí que creo que es una película amena y entretenida. No es una comedia desmadrada, pero sí es disfrutable en gran medida. Por otro lado, sería la última película de Feldman porque año y medio después, este moriría víctima de un infarto, dicen, que provocado por una intoxicación de marisco, o bien, porque era un fumador agresivo que consumía cerca de cuatro cajetillas de tabaco diarias.
Siendo como era “El hábito no hace al monje” una producción de George Shapiro, no es de extrañar que en ella esté, en un papel secundario de importancia, su amigo y protegido Andy Kaufman, que sin desmerecer en absoluto del genio de Feldman, podemos decir, sin despeinarnos, que salva la película. Shapiro, que representaba a Kaufman, ofreció a este para que interpretara algún papel, pero Feldman, admirador del humor de Kaufman, no solo aceptó su intervención, sino que al serle ofrecido, suplicó el tenerle en la película. Andy Kaufman interpreta al megalómano y excesivo Armageddon T, Thunderbird, el tele predicador evangelista que ha de donar el dinero al personaje de Feldman, un papel hecho a la medía del artista de variedades, en el que puede dar rienda suelta a su vena camaleónica así como dar vida a un personaje esperpéntico. Un tipo de personaje atípico que, sin duda, se le hubieran dado bien a Kaufman si es que llega a hacer más cine. Blanco como la leche, y ataviado como un mamarracho, Kaufman interviene la mayoría de las veces subido a un escenario, haciendo dinero con su interpretación de los salmos, siendo vitoreado por la masa idiota que le dará todo a cambio de nada. Los momentos de máxima locura llegan cuando Kaufman habla con dios, interpretado nada menos que por Richard Pryor, quien se ventiló su intervención en el film en un solo día, sin ni siquiera estar en el presente en el set (un equipo de filmación se desplazó a donde requirió Pryor), ni interactuar con sus compañeros de reparto. Huelga decir, que Pryor aparece en la película en calidad de estrella invitada.
Los estudios Universal, aún no muy contentos con el resultado de la película, confiaron en ella tras un test de público en el que fue un éxito, para luego darse de bruces con la cruda realidad, que fue no llegar a recaudar ni tan siquiera los 7 millones de dólares que costó una vez estrenada. Y es que en los pases de prueba con público de acceso gratuito, este no suele reaccionar hacia las películas proyectadas con honestidad. En nuestro país, “El hábito no hace al monje” fue vista por unas escuálidas 79.000 personas. Eso sí, en videoclubes, era un título que se alquilaba con regularidad, visto que en España, Marty Feldman gozaba de una gran popularidad. De hecho, Víctor Israel, Blacky o Ferran Botifoll, tan solo por tener los ojos un poco jodidos, se ganaron, cada uno en su momento, el apelativo de “El Marty Feldman español”.
Por último, como anécdota, comentar que Universal y el propio Marty Feldman fueron demandados por plagio por parte de los guionistas Morton Lachman y Ed Simmons. Ellos, en 1971, escribieron un guion titulado “Albert” que tenía muchas similitudes con el de “El hábito no hace al monje”. Lachman y Simmons, perdieron la demanda porque la titularidad del guión de “Albert” pertenecía a la productora alemana CMB Prods. motivo por el cual no pudieron probar la autoría de dicho guion, pero todo indicaba que algo de cierto podía haber en todo este asunto. Como fuera, demasiado rollo para una película que, a grandes rasgos, pasó inadvertida ante los ojos de todos. Aunque a ustedes igual les suene bastante su póster…