Lando es un señor
que, por un lado, mató a un tío
que era muy malo y que tenía a su
familia sometida, y por otro, tiene un
tío, el tío Miguel, que tiene poderes especiales.
El hermano del hombre al que mató, acude a su casa para
vengarse, cargándose a tiros al hijo de Lando y secuestrando a su hija, por lo que acude a visitar a su
tío. Cuando llega al chamizo donde este vive, se encuentra con que su tío
Miguel está muerto, y al visitarle en su tumba de en medio del río, este
resucita y le pasa todos sus súper poderes para que este luche contra el mal
y encuentre a su hija. Esta está en las
garras de “El Príncipe de la magia”, que es siervo directo de Satanás. Por otro
lado, Lando se encontrará con el niño Jesús y Dios, que le darán una estaca
mágica para que puedan con estos malvados adversarios. Así que junto a un
familiar suyo, Lando, emprende la búsqueda de su hija, enfrentándose, por el
camino, a serpientes -a las que vencerá dándoles puñetazos y haciendo con ellas
nudos- cobras que se tornan enanos, hombres perro, el propio Príncipe de la magia y como no, el
mismísimo Satán.
Como lo leen.
Pura diversión exótica por parte de los filipinos, cuyo
tercermundismo asusta, no ya por los efectos especiales a base de animaciones superpuestas sobre el negativo, sino por el trato
horrendo al que someten en esta película a las serpientes. A saber cuantas se
cargan. Eso si, el actor protagonista, Ramón Revilla, se juega la vida porque,
en la escena en la que una de estas víboras se alza, lo hace con el firme
propósito de morderle, pero este la intercepta con dos bofetones que le da en
la cabeza… si no llega a hacerlo, le muerde… pero ¿Por qué coño hace un nudo
con ella? Eso es mala baba, desde luego. Son unos salvajes estos “philli”.
Cuando ya has visto muchas películas de origen exótico, al
final nada de lo que ves en pantalla te sorprende ya y te dejas llevar por lo
que vas viendo, riéndote en la mayoría de los casos, y en definitiva
disfrutando, porque además estas películas tienen un ritmo sorprendentemente
veloz. Pero lo que a estas alturas me fascina, es el “todo vale” del que hace
gala esta película. Se trata de una película de corte fantástico, así pues,
todo vale; súper poderes, zombis (sale uno), magia de todo tipo, artes
marciales… todo ello apareciendo por pantalla con una naturalidad que por otro
lado, a los protagonistas, hombres de a pie, tampoco sorprende, como si intentar derrocar a Satán estuviera a la
orden del día en la vida de un filipino. Como estamos dentro de un contexto
fantástico, pues hagamos todas las locuras que se nos ocurran, aunque no
tengamos ni un duro para construirlas y no se crea nadie ni un carajo de lo que
ocurre, lo que confiere al conjunto esa maravillosa ingenuidad que tanto me
gusta de una película tercermundista. Máxime cuando Satán es representado en la
película como un demonio vestido de rojo, con sus cuernos, su rabo y su tridente,
que en ocasiones se pone de gala con su smoking y su capa, como buen demonio
mitológico. Lo mismo para Dios, en esta película, un filipino de larga melena
y barbas blancas.
Un divertimento fuera de precedentes, y muy, muy graciosa.
En la dirección tenemos a Efrén C. Piñon, que también
dirigió algunos ¡“Blaxploitation” Filipinos! Para lucimiento del mítico Fred Williamson como pueda ser “Furia Ciega” (“Blind Rage”).
La película está editada en DVD ahora en programa doble
junto a “La venganza de Satán” por Trash-o-rama, pero ya gozó de una edición en
VHS en nuestro país, de la cual adjunto el cartel, en la que vemos que se trata
de una película de bárbaros o “espada y brujería”. Nada más lejos de la
realidad, aquí se trata de una serie de Filipinos con chupas Vaqueras que se
cargan a los magos y a los monstruos con puñetazos y patadas. Cosas del
vídeo–club.