viernes, 8 de enero de 2021

LA TONTA DEL BOTE

“La tonta del bote” sería una obra de teatro de éxito escrita en 1925 de cuyo libreto se encargó Pilar Millán Astray, y que conocería tres versiones cinematográficas de desigual repercusión. La primera de ellas datada en 1939 y dirigida por Gonzalo Delgrás, apenas conocería vida comercial, además de ser una película inexistente al perderse los negativos, no quedando constancia audiovisual de ella. Asimismo, la adaptación de 1956  llevaría por título “La chica del barrio” y, dirigida por Ricardo Nuñez, tampoco gozaría de una gran popularidad, mientras que la que nos ocupa, sería uno de los éxitos del cine español más recordados a lo largo de la historia y es que se trata de una película para lucimiento de una todoterreno muy querida en nuestro país, Lina Morgan.
La película cuenta los avatares de una post adolescente huérfana, cuyo mayor afán es rellenar un bote de pimientos con las colillas de cigarro que se encuentra por la calle, para dárselas a un ciego y, de ahí, el apodo de “La tonta del bote”. La tonta, es acogida por la dueña de una pensión que a cambio de comida y alojamiento, tiene a nuestra protagonista esclavizada, hasta que un guapo y famoso bailarín que se hospeda en esta pensión, acaba enamorándose de ella por su bondad. Entonces saltan las chispas, la ira y la envidia, entre la dueña de la pensión y el resto de mortales, cuando además resulta ser una excelente bailarina y se va de gira con el galán de la función. El resto de subtramas, las protagonizan los variopintos personajes que componen la familia de esta  señora explotadora y cruel, y todo el mejunje dará pie a disparatadas situaciones, bañadas con grandes dosis de drama.
Obviamente, “La tonta del bote” sería una versión castiza de “La Cenicienta”. Básicamente cuenta la misma historia que el cuento popular, pero en un tono  bastante más cruel y violento. De hecho, la normalidad con la que la violencia hace acto de presencia en esta película, hace pensar en apología. Prácticamente todos los personajes se maltratan tanto física como psicológicamente. A La tonta del bote la brean por todos los frentes, pero hay un par de personajes, los interpretados por Pepe Sacristán y Mary Francis (hoy Paca Gavaldón) que representan lo que sería, a día de hoy, una genuina pareja tóxica, a saber; Se hablan mal, se insultan, se pegan, se humillan… y todo ello con la normalidad y el amparo que les da a los personajes comportarse como “chulos madrileños” en boga y plena acción. Cuando no, las navajas y cuchillos hacen acto de presencia en la película cada dos por tres como recurso para resolver los problemas entre los personajes. Dejando a un lado toda esa violencia e incorrección política natural que tanto llama la atención en nuestros días, hay que decir que la producción es impoluta, rodada en esplendoroso cinemascope, con actores en estado de gracia, fotografía y ambientación magistrales, dan un resultado condenadamente entretenido que,  junto con la impecable factura, da lugar a otra de las mejores comedias españolas de todos los tiempos que, aún rodada con los códigos de 1970, sigue vigente y fresca en nuestros días.
Y es que la química que desprenden en pantalla una pareja tan improbable como la formada por Lina Morgan y el galán de la función, Arturo Fernández —que está espléndido con ese acento castizo y ese donaire—,  se torna carisma y simpatía, una pareja que quedará marcada en nuestras retinas de por vida, máxime al protagonizar sendos numeritos musicales con canciones tan pegadizas que aún haría falta una espátula para desprenderlas de nuestros cerebelos. Pero no solo ellos están bien, de antología Luis Varela y esas dos bellezas de la época, mujeres grandes y guapas como ninguna actriz de hoy en día puede serlo, Mary Francis y Marisol Ayuso, probablemente ejecuten los roles más benevolentes de sus carreras, junto a un José Sacristán que da gusto verle y oírle. No así María Asquerino que aún con un personaje que trasciende, lo interpreta con unos tintes dramáticos demasiado exagerados y, si en la época, por el estilo de actuación, es probable que resultaran efectivos, a día de hoy resultan involuntariamente cómicos.
Un éxito sin precedentes que gracias a la producción de José Frade y a la competente planificación y  dirección de Juan de Orduña (que finalizaría su carrera con una película al servicio de Manolo Escobar), fabricaron una de las comedias españolas más queridas y recordadas de todos los tiempos.