sábado, 14 de agosto de 2021

AL FILO DE LA VENGANZA

"Al filo de la venganza" forma parte de la ristra de películas que, en la era del videoclubismo, me hicieron titubear. Es decir, las alquilé consciente de y atraído por su naturaleza. Una vez consumidas, me resultaron tan insoportables que las devolví sin efectuar la reglamentaria y consecuente copia. Pero luego, motivado por la culpa, regresé a por ellas. Las vi de nuevo... y seguía sin cogerles el tranquillo. Eran causas perdidas para mí (otras que andan en el listado son "Scalps", "Terror Caníbal", "Eliminator", "Creature" y "En busca del dragón dorado").
Sin embargo, pasadas varias décadas de aquel primer intento, era momento de darle una nueva oportunidad a "Al filo de la venganza". Así que me la agencié y... aquí tienen el respectivo rollete.
Cuenta la historia de dos chavalas taradas, ambas hijas de mafiosos, que salen del manicomio y, para celebrarlo, montan una party repleta de machos. No pasará mucho tiempo hasta que aparezca una figura (cuya identidad se supone un misterio pero, vamos, canta desde buen principio) dispuesta a aniquilarlos a todos... a los invitados que poseen rabo, digo. Y eso es todo. Efectivamente, estamos ante un slasher tardío (1989) y un poco rarito, así que olvídense de la directa alusión a "Arma Letal" que hacen el título original -"Murder Weapon"- y, sobre todo, el póster. Nada, todo mentiras para atraer a incautos.
Que el ínclito y legendario exploiter David DeCoteau -produciendo desde su flamante pero fugaz "Cinema Home Video"- firmara la película resultante con el seudónimo de Ellen Cabot (según leí, el nombre de una compañera del colegio a la que detestaba) demuestra claramente que era consciente de la roña que estaba facturando.
Porque sí, my friends, vista hoy "Al filo de la venganza" sigue siendo increíblemente costrosa. Horripilante. Mala como el demonio... pero, claro, sabiéndolo de antemano, y con la pátina del transcurrir del tiempo en su favor, pasamos de odiarla a considerar su condición basuresca entrañable y graciosa. Tiene toda la pinta de ser una de esas típicas operaciones que se hacían dentro de los parámetros del zetismo Californiano, a base de sacar provecho a la disponibilidad del equipo sobrante de un film previo. Es decir, tienes la cámara, el casoplón y sendos actores o técnicos para cinco días más... pues venga, hagamos otra peli. Da igual lo qué, pero hagámoslo. Por eso me cuesta un huevo no pensar que durante el rodaje hubo un buen chorro de improvisación. Es el único modo de explicar esos diálogos increíblemente idiotas, sin sentido, banales e innecesarios -listos para rellenar la mayor cantidad de metraje posible- y muchas de las situaciones ridículas.
Sí, hay momentos para el descojone ¿involuntario?. Mi favorito es cuando el asesino, luciendo chupa y con el rostro cubierto con un saco, se planta de sopetón, cuchillo en alto, a una distancia considerable de dos machos armados con pistolas cargadas de balas. ¿Y cómo reaccionan al verle? ¡gritan asustados y corren a esconderse, agachados, en un rincón de la estancia! Cualquiera diría que DeCoteau lo hiciera así aposta, en plan chiste, pero la duda contribuye a nuestro alucine y posterior risotada.
Tampoco es moco de pavo el arranque del film (rodado seis meses antes que el resto). Una auténtica locura casi surrealista (se supone es un sueño), con la churri que no para de untarse el cuerpo a base de aceite o crema solar, una y otra vez, incluso cuando daba la sensación de que ya había terminado. Casi parece parida por el Jesús Franco de los ochenta... lo que no es tan raro porque David DeCoteau se ha declarado fan de aquel en alguna que otra ocasión.
En general los efectos de maquillaje y tal son un poco chuscos (destacando ese cuchillo capaz de degollar con el filo puesto de lado) pero, por contra, contiene un crimen brutal putamadremente facturado: la cabeza hecha trizas mediante mazo. Según los créditos, J.R.Bookwalter (director de "The dead next door", "Ozone" + "Robot Ninja") y parte de su equipo andan metidos en la tarea.
En el reparto destacan nombres -y ubres- muy características del gremio en aquel momento. Tenemos a la pizpireta (y bastante negada) Linnea Quigley, cuyos supuestos encantos se ven ensombrecidos por los de su compañera de reparto, la tremenda Kate Russell y esas hermosamente feas/enormes tetas naturales que piden ser mordidas y lamidas. Entre los machos brilla con luz propia, inevitablemente, Eric Freeman (oculto tras el alias de Damon Charles), quien previamente nos había dejado a todos ojipláticos sobreactuando que daba gusto en "Noche de paz, noche de muerte parte 2". Sin embargo, ninguno de los mentados figura como protagonista, esa tarea recae en manos de Lyle Waggoner, a pesar de que el suyo sea un rol extremadamente secundario. ¿Por qué ello? Simplemente porque disponía de una carrera extensa en el mundo de la caja tonta y, por lo visto, en su época alcanzó cierta popularidad, así que por categoría -en una peli y un equipo donde escaseaba- le tocaba ser la estrella principal... aunque, supongo, al veterano actor tampoco le haría mucha gracia dadas las circunstancias.
Citar la presencia, televisión mediante, de Michelle Bauer y Brinke Stevens (que fea se nos está volviendo con la edad!) en "Nightmare Sisters" del propio DeCoteau. Resulta jocoso que uno de los personajes que la está viendo exclame: "¿Pero quién escribe esta mierda?". La refrescante tendencia de los cineastas zetosos de aquella época a no tomarse en serio, ni a sí mismos ni sus trabajos -también presente en San Fred Olen Ray-, contribuía a que me cayeran tan bien y me inspiraran tanto, a pesar de su incuestionable nulidad.
Bien mirado, "Al filo de la venganza" (que podría retitularse, visto lo visto, "Al filo de la vergüenza (ajena)") no es otra cosa que un remake del primer largo -no porno- de su director, "Dreamaniac": una fiesta anodina repleta de material desechable y diálogos tontos, puntualmente interrumpidos por sendos crímenes. Un coñazo. Pero, al menos, en este caso uno puede divertirse a su costa, cosa que no ocurría con la otra. Mira, ¡algo aprendió David DeCoteau en el intervalo!.

Como colofón, dejen que suelte aquí una captura muy graciosa en la que, gracias al cambio de formato, vemos a un lado de la imagen asomar un foco y a un técnico del rodaje, birra en mano. Este último dato podría aclarar un poco el desmadre general. No sé, igual estaban todos borrachos cuando hicieron "Al filo de la venganza". Y también sirve para que nos sorprenda descubrir que, tras una peli tan rastrera, con pinta de haber sido improvisada por cuatro colegas un finde, había un verdadero equipo de profesionales. Considerando esto -la existencia de peña currando para lograr algo digno y potable- se incrementa la sensación de que el talento escaseaba en el ADN de su director.