Amos Kollek, escritor y director israelí afincado en los USA que en la década de 00 tuvo una película de relumbrón a nivel salas de arte y ensayo y festivales titulada “Comida rápida, mujeres activas”, tenía bajo el brazo, a mediados de los 90, una pequeña producción casi de carácter underground sobre el mundo de la prostitución que, protagonizada por él mismo, se tituló durante su periodo de gestación “Bad Girls”. Se trata de una película que mezcla la ficción con el documental, y en ella, un escritor (el propio Kollek) que trabaja en un libro sobre la vida de las prostitutas, se documenta a través de entrevistas que realiza a trabajadoras de la calle. Tras escuchar el testimonio de las meretrices, se escenifican pasajes de sus historias que formarán el fino hilo argumental del que se nutre la película, a la vez que se introduce una ficción en torno al thriller en la que el escritor se enamora de una de las putas entrevistadas, a la par que se verá inmerso en un asesinato.
A la hora de que esta película se distribuyera en cines, los distribuidores, al más puro estilo exploitation y aprovechando ciertos vacíos legales, decidieron estrenar la película como si se tratara de una secuela directa de “Puta”, de Ken Russell, que un par de años atrás había supuesto un pequeño éxito para el cine independiente, así que cambió su título original, “Bad Girls” por el de “Whore 2”. Y esa es toda la relación que esta película, bastante superior a la de Russell —que también empleaba el estilo documental sin llegar a serlo, esta en cierto modo sí que lo es—, tiene con la que le precede.
La gracia del asunto, no obstante, es que todas las prostitutas que son entrevistadas en la película y que luego, incluso actúan (excepto una de ellas interpretada por la actriz Marla Sucharetza) eran prostitutas en la vida real, con lo que nos encontramos ante una muestra de cinema vérité de finales del siglo pasado nada desdeñable.
Estilísticamente, la película es cruda y salvaje, rodada en cuatro tercios, mucho uso de la cámara al hombro y estilo guerrillero. La narración es fluida, y la combinación de entrevistas con ficción en absoluto chirría, del mismo modo que las prostitutas —y alguno de sus chulos— se desenvuelven ante la cámara con bastante soltura. Vamos, que formalmente le da a “Puta” sopas con ondas.
Lo que sucede es que por su condición prácticamente amateuroide, “Whore 2”, es una película invisible que pasó completamente inadvertida en su paso por las salas y que a día de hoy solo se la recuerda por ser la secuela de una película de Ken Russell a la que tampoco se la recuerda demasiado, pero merece la pena acercarse a ella.
En cualquier caso, y aunque comercialmente diera lo mismo, el hecho de que se trate de una falsa secuela de “Puta”, puede que la haya beneficiado en el sentido que, si no fuera por eso, cinéfilos curiosos como el que suscribre, quizás, nunca hubieran reparado en su existencia. Y eso, no es que hubiera sido una catástrofe, pero me ha gustado verla.