viernes, 13 de agosto de 2021

KUNG FU MASTER!

Hasta que falleció el pasado 2019, Agnès Varda era una de las supervivientes de la nouvelle vague, cabeza visible del feminismo cinematográfico y una de las directoras más queridas por ese tipo de cinéfilo embutido en un  jersey con cuello de cisne y que fuma en  pipa. En nuestro país sentó bastante cátedra para las nuevas generaciones con “Los espigadores y la espigadora”, pero los señores de 70 años que la consumieron en pequeñas salas de arte y ensayo, le guardan un gran respeto a la directora Belga.
Por norma general, no es el de Varda un cine al que yo me acerque más que de excursión, pero conteniendo este ciertos elementos que me puedan llamar la atención, puedo llegar a valorarlo positivamente según qué película. En cualquier caso, que no me atraiga el cine para intelectuales no significa que, puntualmente, me guste.
Pero para decidirme a ver una película de Varda no me decanté por uno de sus grandes clásicos, si no que tuvo que ser una película que se asemejase un poco a los subgéneros que suelo consumir, y en esta ocasión, Agnés Varda, se casca en plenos años 80 una película de mujer madura seduciendo a jovencito imberbe. Como “Jugando con fuego”, como “Malicia”, como “My Tutor” o como “Polo de limón”, pero abordando todo el tema de follambre desde el realismo, desde el drama, y tratando el tema de manera muy sutil. En “Kung-Fu Master!”, cuyo título hace referencia al famoso videojuego de arcade ya que su joven protagonista es un fanático del mismo, una cuarentona divorciada con una hija adolescente y otra más pequeña, se enamora del compañero de clase de la mayor, un muchacho de 14 años al que también parece tirarle la mamá de su compañera. Entre escenas costumbristas y con una voz en off siempre explicándonos lo que siente la cuarentona, la relación se va desarrollando hasta tal punto que, un día, en una celebración familiar, la mujer es sorprendida por su hija besando al muchacho, motivo por el cual sentirá repulsión hacia su madre. Esta, pensando que quizás se ha enamorado del crío por algún tipo de frustración al no haber tenido un hijo varón, se lo contará a su propia madre, quien lejos de condenar los deseos de su hija le propone que se lleve al muchacho de vacaciones a su casa al lado del mar, junto con su hija más pequeña, para que vivan la relación como si de un matrimonio se tratase. Al volver de las vacaciones, la mujer será una apestada de la sociedad y le retirarán la custodia de la hija mayor, del mismo modo que se le prohibirá tener contacto con su amado adolescente.
Se trata de una muy buena película, interesante, blanca —la relación entre la pederasta y el muchacho se reduce a un par de besos y abrazos, todo muy platónico— y condenadamente entretenida, que más que explotar cierto sensacionalismo muestra lo que bien podría ser la fantasía recurrente de algunas mujeres cuando llegan a determinadas edades. Se da a entender, viniendo además idea y  guion por parte de dos mujeres, que toda mujer en algún momento de su vida, váyanse ustedes a saber por qué, se ha enamorado de un adolescente.
Me la tragué con total fascinación, y, al finalizar el visionado, quedé de lo más satisfecho. Muy buena película.
“Kung Fu Master!” se gestó cuando Varda se instaló en el hogar de Jane Birkin, que protagoniza la película, con motivo de la filmación del aclamado documental “Jane B. per Agnés V.” La Birkin, tras comentar con Varda la posibilidad de contar esta historia para el cine, comenzó a desarrollar la idea durante el rodaje y, durante los tiempos muertos, ambas, actriz y directora, escribieron el guion de esta película al unísono. Para cuando se pusieron a rodarla, todo quedaba en casa porque para interpretar a la hija mayor de la Birkin se contó con su hija Charlotte Gainsbourg que contaba entonces con 14 años. El muchacho seducido y seductor estaría interpretado por el propio hijo de Agnès Varda fruto de su relación con Jaques Demy, Mathieu Demy, que entre los besitos y que hay una escena en la que le toca una tetilla a la Birkin, se puso las botas en esa película.
Con todo, y pese a la confianza que hubo en todo momento porque, prácticamente, estaban en familia, ya de mayor, la Gainsbourg dice no guardar un grato recuerdo ni de esta película, ni de el documental sobre su madre, porque en general, el ambiente estaba como enrarecido. Y es que ver a tu madre pegarse el filete con un chaval de tu edad no debe ser plato de buen gusto para nadie.
Obviamente, eran los ochenta y las cosas se enfocaban de otro modo, pero a día de hoy, me gustaría saber el tipo de controversia que pudiera generar una película como esta, por mucho que sus principales artífices fueran mujeres. De hecho, es que parece que su condición les concede una licencia para hacer lo que les de la gana , aunque, como digo, la película es sutil y no llega nunca a sumergirse en rollos escabrosos.
Agnés Varda, pronto se dio cuenta de lo poco hábil que estuvo a la hora de elegir el título de la película, porque aunque es muy acertado, no solo por el uso que se hace en la película del videojuego en cuestión que incluso llega a ser un vínculo que une a la cuarentona y el zagal fuertemente, sin porque resulta una alegoría del maestro y el alumno. Jean Birkin se convierte en el maestro de kung fu de Mathieu Demy en el amor, obvio, pero, comercialmente, el título fue un suicidio porque el público no se enteraba de qué demonios iba la película. Incluso, cuenta Varda, que muchos pensaban que entraban en el cine a ver una película de artes marciales, o la adaptación a imagen real del famoso videojuego. Por eso, aunque “Kung-Fu Master!” quedó como el título oficial e internacional, la película se estrenó en vídeo bajo el título “Le pettit amour”, mucho más explícito, pero menos genial que el inicial. Tiene gracia el asunto. En nuestro país quedó inédita hasta que ahora se ha rescatado en su versión remasterizada para las plataformas digitales.
Merece la pena echarle un visionado.