viernes, 10 de septiembre de 2021

ONCE UPON... A GIRL

Don Jurwich, animador que durante gran parte de su trayectoria durante los 60 y los 70 trabajó en el departamento de animación de los estudios Hanna-Barbera diseñando escenarios y personajes de series tan queridas por el público como puedan ser “Los Picapiedra” o “El Escuadrón Diabólico”, abandona  su trabajo, laborioso y poco gratificante, para intentar dar forma a sus propias producciones. Jurwich acabó un poco hasta las narices de babosismo propio de las series de dibujos animados de corte familiar, así que con un presupuesto inmensamente reducido, decide hacer lo que será su primer largo de dibujos animados (con un par de segmentos en imagen real) y, como revulsivo a años de trabajar en un material blanco y aséptico, decide hacer la película de dibujos animados más cerda jamás rodada. Así, recluta a un buen puñado de animadores que, como él, acabaron un poco hartos del sistema de estudios, y con compañeros de Hanna – Barbera Productions, y gente que había sido despedida los estudios de Walt Disney, concibe lo que a día de hoy es un absoluto clásico de la animación para adultos, la archi-popular “Once Upon… a Girl”.
Desde luego, en el porno animado, en el que prima el sentido del humor y la exageración por encima del erotismo —prevalece el chiste de pollas en lugar de situaciones que estimulen la libido del  espectador— basándose generalmente en escenas de corte grotesco donde las pollas gigantes suelen ser las reinas de la función, no suele abundar la imaginación. Todos los porno-cartoons europeos suelen adaptar cuentos infantiles, por aquello del morbo que puede provocar en un momento dado el transformar algo inocente e infantil en todo lo contrario, y suelen ser animaciones baratas y de pésima calidad. “Once Upon… a Girl” es exactamente eso mismo, animación chusquera que adapta de manera muy marrana los cuentos clásicos infantiles y, en general, no destaca demasiado por encima de sus coetáneas europeas, salvo por el diseño de los personajes, que con el equipo cuidándose de no parecerse en demasía a los personajes de Disney o Hanna-Barbera, no pueden evitar dejar un poco de ese sello y, efectivamente, acaban pareciéndose, sobre todo, a los de Hanna-Barbera, como no podía ser de otra forma. Y ese sería el único dato destacable de un pornote animado en el que la imaginación brilla por su ausencia y que peca de excesivamente largo, aunque al final sí que contiene uno o dos gags a costa de corridas y pollas que puede hacernos esbozar alguna que otra sonrisilla.
La película nos muestra un hilo conductor en imagen real en el que, en un juzgado, están a punto de juzgar a mamá ganso —el actor Hal Smith travestido— por delitos de obscenidad, ya que va contando por ahí historias de contenido altamente erótico. Cuando le toca defenderse, ella alegará que es su obligación contar las historias de los cuentos infantiles como sucedieron en realidad y, así, se da pie a los segmentos de animación en los que se recrearan los cuentos de “Jack y las habichuelas” (con Jack follándose un árbol y corriéndose dentro de él  hasta hacerlo crecer…), “Cenicienta” (cuyas hermanastras tísicas y casi sidosas no tienen problema en follarse a todo lo que pillan) y “Caperucita Roja” (con una reproducción del cuento que absolutamente nada tiene que ver con este…), todo de manera muy desmadrada y abiertamente cómica, con garrulos que gozan mucho, pajas por encima del pantalón y mucha succión de pezones femeninos, que para cinco minutillos está bien, tiene su gracia, pero que a partir de la media hora, por repetición, y por lo malilla que es en general la película, cansa. Sin embargo, el tiempo le ha dado un estatus dentro del subgénero, sus imágenes han sido “sampleadas” una y otra vez en mixtapes audiovisuales o programas de televisión y, en definitiva, se trata de la película de animación pornográfica más popular de todos los tiempos.
Don Jurwich, después de este experimento, volvió a la animación convencional produciendo un sinfín de películas y series, y dirigiendo una película de absoluto culto, la T.V. Movie “G.I. Joe, La película”, a la que miles de seguidores tienen en un extraño pedestal a lo largo y ancho del mundo. No se por qué, pero así es.
Por otro lado, Jurwich sabía dirigir a un equipo de animación, pero no tenía ni pajolera idea de dirigir  a un equipo de acción real, por lo que para ese cometido se contó con los servicios del director Jack Conrad, cuya única referencia data de 1973 con la película “Country Blue”. Después de “Once Upon… a Girl”, no volvió a dirigir nada de nada.
Por supuesto, en el siglo XXI esta pequeña pieza de porno animación es reivindicada quizá de manera desmedida por los fans, y, en consecuencia,  Severin Films tuvo a bien engordar su catálogo de DVD con una versión íntegra de la cinta con secuencias de naturaleza pornográfica nunca vistas, que lanzaron al mercado sin obtener ningún tipo de clasificación para evitar la “X” y que de este modo solo pudieran vender su producto en sex shops y demás establecimientos de mal vivir.
Flojilla. Para echarle un vistazo tonto y después olvidarla para siempre.