sábado, 24 de diciembre de 2022

EL GRITO

Takashi Shimizu debió ser uno de los cineastas más frustrados y quemados entre el 2000 y el 2006. Básicamente porque, durante ese periodo, hizo la misma película hasta seis veces. Una por año. Incluso en su deseado paso por Hollywood. Efectivamente hablo de la saga "Ju-On". Primero, la versión grabada en vídeo directamente para el mercado doméstico y televisivo -que podría ser la mejor de todas- y su respectiva secuela (donde se reutilizan 40 minutos de la original, olé sus nipones cojones) Segundo, la traslación al cine con "La maldición" (muy floja) seguida de una aburridísima segunda entrega (que se suponen continuaciones de las primigenias, pero no sabría yo qué decir) y, terceramente, las versiones norteamericanas, "El Grito 1 y 2", con Shimizu dirigiendo, y "El grito 3" donde produce (lo mismo hace con un corto del 2016, pero no lo he incluido en la lista por ser, en fin... un jodido corto, sí) Apadrinada nada menos que por Sam Raimi, auténtico forofo del terror nipón. Doy por sentado que si a día de hoy le hablas de "El Grito" a Shimizu, seguramente te responda con un idem.
En el fondo, lo que cuenta la película no deja de ser la eterna historia de casa encantada, pero procede con ese "touch" tan propio de los Japoneses, lo que la aparta de terreno excesivamente trillado. Dejando a un lado estéticas, maneras de rodar y fantasmas (nada que reprochar a estos, maravillosa idea lo de dotarles de esa capacidad para emitir terroríficos sonidos guturales), lo cierto es que "El Grito" está construida a base de mini-historias. Conectadas entre ellas, sí, pero "desordenadas" a lo largo de los 91 minutos que dura. En ese sentido mi favorita es la protagonizada por la hermana de uno de los protas masculinos. Acosada fantasmalmente en su lugar de trabajo, huye hasta el hogar. Allí vivirá uno de los momentos más efectivos en su sencillez (acojonilmente hablando), cuando su hermano la llama para indicarle que está en el portal dispuesto a subir, ella le abre por el interfono e, instantáneamente, suena el timbre de la puerta. Una absoluta genialidad. Contrasta también con los clichés del cine yanki que el policía de rigor vea al fantasma a través de las grabaciones de una cámara de seguridad. En Hollywood seguramente no vería nada, ya que su función sería no creer a la protagonista. Y, en fin, la misma esencia de la trama es tan simple como efectiva, allá donde se comete un crimen violento surge una maldición capaz de impregnarse en todos aquellos que visiten el lugar. Da igual si tienes vínculos o no con los implicados, a partir de ahí los espíritus te perseguirán sea donde sea, y a cualquier hora del día. Sensacional.
En general la película está más que resultona. Es cierto que se echa en falta un poquito de brío, de energía, puede ser un pelo plomiza, pero está tan bien parida y las escenas de miedo son tan efectivas, que se lo perdonas. Y sí, es mejor que la original. Igual que ocurría con el remake de la odiosa "Rec", los yankis MEJORAN el material de base, desprendiéndolo de las malas ideas (en este caso, toda la movida con las escolapias) y puliendo las buenas.
En el reparto, y hablando de maldiciones, Sarah Michelle Gellar, eternamente anclada al "Buffy" televisivo y al terror, por mucho que le pese. Seguida de Bill Pullman en un papel secundario, Grace "Twin Peaks" Zabriskie o Ted Raimi, visiblemente enchufado por su hermano (¿como siempre?). En el lado de los japoneses sobresale Ryo Ishibashi, el pobre infeliz torturado de "Audition" pero que destaco, esencialmente, por su adorable cara de buena persona.