En sus primeros pinitos, Ben Affleck daba el pego como jovenzuelo sufriendo alguna clase de crisis romántica o de identidad, pero si lo metías encabezando un reparto en plan estrella o semi-héroe de acción, comenzaban a aflorar todas sus limitaciones. Una sosería, una falta de carisma, y una limitadísima colección de expresiones faciales que daban grima. Es algo que detecté recientemente tras revisar la flojita-pero-pasable "Operación Reno". Viéndola se me despertó el recuerdo de "Phantoms", producidas ambas por la discutible "Dimension Films", compañía creada por los hermanos Weinstein y centrada exclusivamente en producir un tipo de cine que detestaban (de género, básicamente)
Pasé de consumir "Phantoms" en salas y fui directo al alquiler. Como ya ocurría con muchas, y sigue ocurriendo, arrastraba fama de ser un mojón de cuidado, risible. Una vez apretado el "Play", lo que vi no me pareció tan terrible. Especialmente esos primeros 30 minutos con los que, incluso, pasé algo de miedo. Miedito, si lo prefieren. Luego sí, la cosa se desmadra y pierde enteros. Pero el arranque molaba. Con tal idea anclada en el cerebelo, volví a verla unos años después y, esa vez, no me funcionó. Así que, como se suele decir, a la tercera va la vencida. Y eso ocurrió ayer noche.
Un par de jovenzuelas, y un grupo de policías, recalan en un pueblo inexplicablemente desierto situado en medio de las montañas. A este misterio hay que añadir la presencia de algún que otro cadáver, de imprevistos apagones, extraños ruidos en plena noche y un bicho de aterrador aspecto. ¿¿Qué demonios está pasando??. Puede que la clave resida en el nombre que alguien dejó escrito en un espejo y hace referencia a, por un lado, una maldad infinita de abstracta presencia y, por otro, el tipo que habló de ella en una sucia revista sensacionalista.
Normalmente el cine norteamericano adscrito al terror hace gala de un mismo defecto: Comienza muy bien, con una trama interesante que te atrapa y entretiene a lo largo de, pongamos, 45 o 60 minutos, hasta que, llegado un punto, los autores del guion, el director y demás peña implicada se ven incapaces de seguir. Cuando toca aclarar el misterio, resolverlo, todo cae en picado y te deja mal sabor de boca. Bien, el caso de "Phantoms" es ese mismo, salvo por un detalle: Se desploma bastante antes de lo habitual. La respuesta al enigma es un pelo confusa y no funciona. Los estallidos de efectos especiales -tan inevitables ya entonces- cargan las tintas de lo que en principio era suspense puro. Y la resolución es de manual. Vamos, que sin alcanzar el nivel de ñorda, queda como una cosilla tirando a mediocre, visible si no tienes nada mejor que hacer.
Siendo como era una producción de 1998, su estreno coincidió con el auge del "nuevo slasher" impulsado por el éxito de "Scream, vigila quien llama", no en balde parida por "Dimension Films" (y compartiendo parte del reparto) Cosa esta delatada por el póster original. Los que estuvieron allí recordarán que el film de Wes Craven impuso ese diseño basado en anteponer el -guapo- rostro de los protagonistas a cualquier otro elemento.
Escribe el reconocido autor de terrores Dean R. Koontz, quien adapta su propia novela. Dirige Joe Chapelle, que venía de rodar la espantoide "Halloween: La maldición de Michael Myers" y no haría gran cosa más, terminando con sus huesos en la tele. Si se fijan en los créditos finales, descubrirán un agradecimiento a Peter Jackson y "un tal" Bud Cardos como uno de los transportistas. Según "la secretaria" sí se trata de ESE Bud Cardos, quien se supone ejerció como tal en una larga lista de títulos. Curioso.
Las influencias en "Phantoms" de otras películas previas y mejores cantan como una almeja, tenemos "La Cosa", "El terror no tiene forma" y el "gag" final parece la combinación perfecta entre los desenlaces de "Aullidos" y "En los límites de la realidad".
Completan el reparto un cargante Liev Schreiber, una morbosa Rose McGowan y un Peter O´Toole totalmente desubicado (más incluso que en esta ocasión). En cuanto a Ben Affleck, la madurez le ha beneficiado en todos los aspectos, tanto física como interpretativamente.