sábado, 13 de mayo de 2023

THE HACKERS

En plena era dorada del SOV horrorífico, y tras varios intentos fracasados de parir largometrajes en vídeo de naturaleza infantiloide (siendo el más "popular" aquel titulado "Black River Monster", 1986) Dave y John Duncan -escudados tras el peculiar nombre de su productora, "Camelot Studios"- se atreven en 1987 con una de terror, concretamente un slasher, buscando así cierta garantía de éxito.
"The Hackers" nos habla de una familia de psicópatas que van por carretera, montados en una camioneta, matando gente por diversión. Un día aterrizan en casa de una moza a la que acosarán y perseguirán hasta que esta les devuelva la pelota y se los cargue a todos.
Bien, en muchos sentidos estamos ante otro ejemplo clásico e imbatible de las anti-virtudes del cine de terror ochentero grabado en formato magnetoscópico, donde abundan el aburrimiento y una dolorosa falta de imaginación. Sin embargo, puedo reconocerle ciertos méritos puntuales. Por ejemplo, el arranque. Un tipo anda haciendo autoestop. La camioneta de los villanos cruza por su lado y, zas!, con un cuchillo le cortan el dedo gordo de la mano. Muy ingenioso. Los psycho-killers recuerdan, inevitablemente, a la familia de "La matanza de Texas", sí, pero igual un pelín más a los dos tarados de "El día de la madre". Para empezar, uno de ellos es así como gigantón, mudo, barbudo, con unos horribles dientes falsos y una aún menos convincente media-máscara de ¿acero? cubriéndole el rostro. Su padre nos explica que fue por culpa de un accidente con una sierra mecánica... ¡chas-pun! ¿lo pillan? El segundo hermano mola bastante más, en parte porque para interpretarlo ficharon a un tipo con una leve deformidad totalmente real que, además, lo hace bastante bien. En un momento dado, ambos pasan un rato de lo más divertido jugando en un parque infantil ante los atónitos ojos del resto de críos. Cuando van de pesca, el hermano mudo intenta comerse los gusanos, llevándose una bronca por parte del otro. Justamente, la muerte de este al final de la peli, en un clímax de diez minutos que parece durar dos horas, sería la última idea potable que aporta la vídeo-epopeya (bueno, si no contamos las dos resultonas canciones que suenan en la banda sonora). Evitaré entrar en detalles, pero digamos que incorpora un gancho clavado en la cabeza y un poste junto a la carretera, con resultados bastante sangrientos. A ver, no es que a la peli le sobre truculencia, para nada. Pero algo hay. Lo que sí no localizarán por ninguna parte son tetas o desnudos.
Aunque cueste creerlo, según declaraciones de Dave Duncan, la mismísima "New Line" (la de 1988, obvio) contactó con ellos, interesados en adquirir los derechos de "The Hackers", pero cuando se enteraron que estaba grabada en vídeo, retiraron la oferta. Lástima. Lo cierto es que, de haberse parido en 35 mm, o incluso 16 mm, probablemente la película de John Duncan hoy día tendría un culto mucho mayor, y se la consideraría unos mínimos. Quiero decir que, en términos generales, no es peor que un buen puñado de los slashers más zopencos facturados en aquellos tiempos. "Camelot Studios" contaba con profesionales que sabían mover la cámara, montar e iluminar y, salvo por la lógica carencia de medios, "The Hackers" aún mantiene cierta dignidad en ese sentido.
Tras semejante "exitazo", los Duncan al completo decidieron no intentarlo más en el campo del largometraje de ficción, ciñéndose a sus trabajos publicitarios. Pasados un porrón de años, Dave se enteró del leve culto en torno a sus dos películas más famosas (la reseñada y la del monstruo), que iban buscadísimas y se pagaban cantidades astronómicas en ambientes coleccionistas. Así las cosas, decidió parir ediciones limitadas en dvd-r de cada una y venderlas a través de su página web. Durante aquel breve subidón, se planteó un remake de "The Hackers" tirando de lustrosos medios digitales pero, visto lo visto, nunca ocurrió. Casi que mejor.