viernes, 15 de noviembre de 2019

ANTONIO BANDERAS, UNA VIDA DE CINE

“Antonio Banderas, una vida de cine” es una biografía que cada 10 años se revisa y amplía, porque se escribió muy temprano, allá en los 90, cuando la verdadera carrera de Banderas no había hecho más que comenzar. Así, yo me encuentro de bruces con la editada en 2004, justo cuando el actor está viviendo su momento más álgido de gloria, en los momentos en los que triunfaba en Broadway con el musical “Nine”, y cuando todavía no había comenzado a protagonizar toda esa ristra de mierdas entrañables que tanto nos gustan, o no había reculado y regresado a España a poner negocios vinícolas, rodar “El camino de los ingleses” con el dinero del contribuyente, montar un estudio de animación o ponerse de nuevo a las órdenes de Pedro Almodóvar en tres ocasiones más.
No se puede decir que la carrera de Antonio Banderas se encuentre en decadencia, es más, yo diría que es el actor que mejor ha sabido lidiar con los cánones que rige Hollywood, no ha dejado de trabajar jamás a pesar de qué dirán, y cuando vuelve a trabajar en España lo hace como un triunfador, no como un apestado de la industria, pero el Banderas actual dista mucho del actor latino de carácter que triunfa en Hollywood con películas de calidad y, en segundo término, como una estrella del cine mainstream.
La edición que he tenido a bien leer, concluye en un momento dulce y, desde luego, estaría bien hacerse con la más reciente de las ediciones, para ver que dice de ese descenso que les acabo de describir, en absoluto decadente, pero si envuelto en menor prestigio del que hacían presagiar los textos de la edición de la que les hablo.
Escrito por la periodista (y fan de Banderas) Ana Oliva, lo único que nos ofrece “Antonio Banderas, una vida de cine” es puro y duro entretenimiento. Porque está muy bien servido, muy bien narrado y nos hacemos una visualización de lo que cuenta el libro —la vida de Banderas— que propicia que leamos centrados y poniendo máxima atención. Al no ir el libro contado de manera cronológica, se hace muy ameno, ya que los capítulos van saltando en el tiempo sin orden ni concierto y si el libro comienza, por ejemplo, explicando como Banderas sorteaba lo envites de Madonna para llevárselo a la cama, el siguiente nos explicará como jugaba a las chapas en su Málaga natal, para pasar a hablarnos de la era Almodóvar, de la movida madrileña, de las noches de Antonio, para volver atrás en el tiempo y terminar contando como fueron sus inicios en el teatro de aficionados. Tampoco deja de lado su affaire con Melanie Griffith (de la que recientemente se divorció) ni su primer matrimonio con Ana Leza y, en general, el libro es altamente disfrutable e ideal para leer en cualquier momento, la lectura es fluida y serena. Sin embargo, en la parte mala —y lógica por otro lado— tenemos la biografía menos valiente que uno se puede echar a la cara, puesto que es una de esas biografías que se escriben con el actor delante, dando este su visto bueno y sin teclear ni una palabra hasta que el actor no esté contento con el escrito, e incluso excusa de alguna manera sus malas películas o meteduras de pata,  con lo que el libro se convierte, al final, en una enorme felación a Banderas, de esas que continúan incluso cuando este ya se ha corrido. Pero esto, supongo, es lo que el lector se espera cuando abre una de estas biografías tan formales, autorizadas  y en las que el protagonista está encima todo el rato.
Por otro lado, la autora, Ana Oliva, lleva en conversaciones con Banderas desde el 94, lo conoce bien, e incluso Banderas decía en una entrevista que después de tanto tiempo, Oliva no es que fuera su biógrafa, sino que ya era su amiga,  por lo que no descarto que la última de las ediciones de “Antonio Banderas, una vida de cine” sea igualmente amena, o al menos, tan interesante como esta. Por lo menos, en esta biografía, se habla de cine, y no como en la de tantos otros, actores, directores o productores.