viernes, 1 de noviembre de 2019

COME WITH ME MY LOVE

Se puede decir que, a día de hoy, no podemos considerar el porno un género cinematográfico. Hoy se va a lo práctico; se busca una escena a nuestro gusto en internet, te haces el pajote y aquí paz y después gloria. Y en cierto modo lo prefiero así. Una cosa es el cine y otra es el porno con fines onanistas.
Sin embargo, el porno, que en ámbitos pseudo intelectuales todavía puede funcionar como es el caso de la activista feminista Ovidie, en los años setenta, no solo funcionaba a la perfección como género cinematográfico sino que, incluso, se podían llenar las salas de cine, e incluso, acaparar la atención de los medios de comunicación como fue el caso de “Garganta profunda” de Gerard Damiano. Los hermanos Mitchell experimentaban y dejaban el sello de autor con su porno sofisticado, se rodaban absurdas comedietas con argumentos propios de la mejor Screwball comedy y se flirteaba con el cine de terror, como en el caso de la película que nos ocupa, sin por ello descuidar las múltiples combinaciones de las que un pornete tiene que hacer gala.
“Come with me my love” tiene sello de autor de todas, todas. Aunque sea un autor de mierda. Y es que, aunque en los créditos del film la dirección la firme un tal Luigi Manicottale, no hace falta más que echarle un vistazo a la peli para darse cuenta de que se trata de una película de DorisWishman. Es como si a “Una noche para descuartizar”, le metiéramos unos insertos pornográficos. Misma textura, mismo ambiente sórdido, mismo tipo de película casi velada y misma inutilidad tras las cámaras, pero semejantes buenas intenciones.
Y es que al folleteo de esta “Come with me my love” hay que añadirle la trama de cine de terror que, junto a una atmosférica banda sonora, acompaña a esta película entre polvo y polvo. No es que deje de ser una puta mierda, pero tiene su gracia.
Resulta que un individuo descubre a su mujer follando con otro tipo y decide pegarles un tiro a cada uno para después pasar a suicidarse también. Cincuenta años después, una muchacha se muda a la casa donde sucedió esto y se encuentra con que el espíritu de este individuo mora por allí a sus anchas, hasta el punto de que este se la folla cuando le apetece y la chavalita cree estar delirando. Para más inri, esta se trae a casa todo lo que pilla para follárselo, y el espíritu de la casa, celoso, irá asesinando a todos los hombres que osan meter su polla en la vagina de nuestra protagonista. Y todo ello servido con una pericia tan propia de una deficiente mental, que por momentos creemos estar viendo una muestra de cine porno experimental. Pero no, lo único que pasa es que Doris Wishman es tan inútil que saca planos desenfocados, o borrosos, o mal iluminados como consecuencia a su poca destreza.
Lógicamente, el porno de estos años, rodado en costroso ¿16mm? con tanto pelo y tan poca higiene, está lejos de parecernos sexy. La trama fantástica por si sola tampoco se sustenta, sin embargo, la combinación de ambos conceptos hacen que esta película, porno duro, zetosa, llena de fluidos color marrón y penes fláccidos que brillan en la oscuridad —y ente tanto fluido y tanta viscosidad, sin embargo, nada de sangre— resulte cuanto menos curiosa. Y además, según nuestros gustos, podemos hacer dos cosas: Pasar para adelante en las escenas pertenecientes al hilo argumental y pasar directamente al porno, o pasar el porno para ver la trama terrorífica.
Luego, más adelante, la Wishman renegó de toda esta pornografía que rodó tan mal.
Y sí, cuando el porno era así, podíamos considerarlo género cinematográfico, y “Come with me my love” una buena muestra de lo más chungo, cutre y cerdo del porno con argumento.
Curiosa.