martes, 10 de diciembre de 2024

BEN & ARTHUR

No conocía yo este pequeño clásico del cine homosexual de más baja alcurnia. Resulta que, a pesar de tenerlo todo en su contra, posteriormente a su estreno consiguió un culto más o menos considerable, no ya entre su público natural (el gay), sino entre el público de cine malo. Por supuesto, se encuentra en la dichosa lista de peores películas de la historia. En cierto modo no es justo, ya que, más que una de las peores películas, “Ben y Arthur” es, en todo su esplendor, una película amateur.
Un joven con sueños Hollywoodienses llamado Sam Mraovich decide poner todos sus esfuerzos en triunfar en la meca del cine. No lo consigue, pero cae en la cuenta que existe algo llamado cine independiente que, para su ópera prima, decide que quiere probar. Así, toma su cámara de vídeo, su trípode y sus ahorros para escribir (en seis meses) dirigir, producir, protagonizar y musicar, lo que en el papel es una dramática historia con un desenlace desgarrador. Paga sueldos a los actores que ha de utilizar y durante el rodaje se da cuenta que, igual, hacer una película no es tan fácil, pero, lejos de tirar la toalla, la lleva a buen puerto, montándola en un ordenador vulgar y corriente con la ayuda de su hermano, Chris Mraovich, que se desenvuelve bastante bien con las computadoras. El siguiente paso es enviar su película a los distintos distribuidores sin que, naturalmente, ninguno de estos le haga caso.
Ni corto ni perezoso, Mraovich juntó más dinero, a pesar de todo lo que había gastado, con el fin de alquilar una sala de cine, de este modo proyectaría su película para mostrársela a otra decena de productores a los que invitaría a la "premiere", y al público que quisiera verla.
Y no le salió mal la cosa porque, una pequeña distribuidora especializada en cine gay, "Ariztical Entertainment", decidió moverla y editarla posteriormente en dvd. ¿Por qué?, probablemente no sea por el raccord asesino que posee la película, ni por el audio sin solapar en un solo "frame", ni por la absoluta negación para la dirección (e interpretación) que se gasta Mraovich, sino porque en aquella proyección hubo risas en todas las latitudes. Y es que no es para menos; Cuenta la historia de dos pizpiretos homosexuales que, entusiasmados, planean un viaje a Hawaii con el fin de celebrar allí su boda tras recibir la noticia de que, en ese estado, por fin es legal que dos hombres se unan en matrimonio. Su gozo cae en un pozo cuando, tras sacar los billetes de avión, el gobierno decide recular en la decisión de legalizar el matrimonio homosexual, quedándose ambos chavalotes para vestir santos. Aprovecharán que no viajan a Hawaii para que uno de ellos pida el divorcio a su esposa a la que hace tres años que no ve (!). Finalmente se van a Vermont, lugar donde la boda gay sí es legal, y se casan.
El Arthur del título decide ir a visitar a su hermano, un tipo con el pelo oxigenado que parece homosexual y redomado, pero no; resulta ser un fanático religioso heterosexual decidido a sacar el demonio del cuerpo a Arthur y Ben por las vías más elementales: agua bendita y exorcismos. No lo consigue.
En una de estas, el padre de la iglesia que frecuenta el fanático religioso decide echar a su feligrés por miedo a que, al ser hermano de un homosexual, se le llene la parroquia de demonios. Y como este muchacho no quiere que le repudien, le dice al párroco que está dispuesto a lo que sea con tal de quedarse. Y con lo que sea, se refiere a asesinar a su hermano. La cosa acabará como el mismísimo rosario de la aurora.
Desde que se estrenó, “Ben & Arthur” ha sido motivo de ira y mofa, pero Mraovich agradece el que su película haya engrosado las filas del cine malo porque, de otra manera, jamás habría recibido la atención, incluso internacional, que esta ha recibido.
Como digo, es una película amateur y como tal yo creo que merecía otro tratamiento, pero al margen de eso, lo delirante del argumento, la paja mental que supone una trama en torno a la homosexualidad, fanáticos religiosos, demonios y todo ello aderezado con unos toquecitos de thriller, no me ha dejado indiferente en ningún momento, máxime cuando el único personaje heterosexual, un beato, villano que, como todos los buenos villanos, engrandece la película, es en realidad un homosexual con más pluma que un pavo real; el actor de cine porno gay Michael Hashboush, incapaz de convencer como heterosexual ultra religioso. Los americanos esto lo ven como un gran motivo de mofa, cómo no. Mraovich se defiende diciendo que buscaba que el público lo identificase con un homosexual que odia su propia condición.
Por otro lado, destaca el gran ego de Mraovich, que no solo no sale de plano en la película, sino que su nombre aparece 20 veces en total durante los créditos. No está mal. Asimismo, resulta desconcertante la carátula de la película, con el co-protagonista (no Mraovich) en primer término, mientras al fondo, difuminado, vemos al actor/director sosteniendo una pistola… Y bueno, alguna vez vi en algún lugar esta carátula, no llamándome en absoluto la atención al suponer que se trataba de una vulgar película indie de la era Wenstein. Mi madre, lo que me perdí.
Uno ya ha visto de todo, y no voy a decir que esta película, a la que en USA llaman el “The Room” de los gays (esto es mucho peor que la de Wiseau), me haya fascinado como tantas otras películas de factura similar, aunque “Ben & Arthur” es genuina e ingenua, cine malo en todo su esplendor. Pero sí la he visto sin pestañear, me he echado unas muy buenas risas y, lo más importante, contiene momentos, situaciones e interpretaciones que, todavía hoy, me han sorprendido. Y solo por eso, merece ser tenida en cuenta, pero sin rasgarme las vestiduras en absoluto.
“Ben & Arthur” es de 2002; Mraovich tardaría 18 años en rodar su segunda película que, si mal no me equivoco, todavía no tiene distribución. En fin.