martes, 2 de diciembre de 2025

REBELIÓN EN LAS ONDAS

Tras el desbarajuste sufrido en 1980 con la película “Times Square” (secuestrada por los productores e inacabada por el director), Allan Moyle se retira de la dirección de manera en principio permanente. No es hasta diez años después que, tras la escritura de un guion destinado a ser vendido a alguna productora indie para ser dirigido por vete tú a saber quién, Moyle se pone de nuevo tras las cámaras.
No fue fácil, el hombre se negaba en rotundo a volver a revivir el pifostio de su película ochentera, pero no pudo rechazar una oferta ofrecida por "SC Entertainment", compañía independiente del Canadá, que prácticamente convence al realizador para que dirija su guion. Y accede, y rueda una película al servicio de un emergente Christian Slater —la primera opción de cast fue John Cusack, quien tuvo buen ojo y rechazó el papel— que termina siendo un rotundo fracaso financiero, esta “Rebelión en las ondas”.
Sin embargo, se trata de una película a todas luces estimable que cosecha un buen puñado de críticas positivas, premios en festivales de cine independiente, incluso es alabada por Ebert y Siskel que la ponen como ejemplo de película fracasada que merece una segunda oportunidad.
Pero después de eso, nada, ni siquiera genera culto. Se distribuye malamente en vídeo y se queda dando vueltas en un limbo del que difícilmente saldrá. “Rebelión en las ondas” es una de esas películas olvidadas que merecen una revisión y, tal vez, una reivindicación… o tal vez no, porque, datada en 1990, quizás en pleno 2025 resulta tremendamente ingenua y anticuada, y es que la tecnología ha avanzado tanto en los últimos treinta años, que las formas de comunicación sobre las que versa la cinta a día de  hoy no solo se han quedado obsoletas, sino que, además, son incomprensibles para cualquier espectador menor de 20 años, rango de edad al que la película va destinada.
Resumiendo; “Rebelión en las ondas” se ha quedado tremendamente vieja, casi naíf.
No recuerdo un estreno en salas de la película, ni recuerdo ver copias en ninguno de los videoclubs que yo frecuentaba en el año 1991, pero la pusieron en "Canal +" y, casi de casualidad, la vi uno de los muchos días que la emitieron. Trataba sobre algo que en la época me apasionaba como eran las emisiones de radio pirata, y recuerdo que me entusiasmó. 
Un joven bastante retraído, recién mudado a un árido pueblo de Arizona, monta una emisora pirata en el sótano de sus padres y, por las noches, emite un programa del todo rompedor y revolucionario. Reflexiona en voz alta, y transgrede soltando sonidos de pedos o simulando masturbaciones, además de pinchar temas controvertidos de punk y rap, por lo que se granjea un buen número de seguidores en la zona. Su feliz hobby se complicará en el momento que un oyente le llama en directo anunciando que se va a suicidar. O cuando le da por denunciar toda suerte de corruptelas entre el profesorado del instituto. Generará, como bien dice el título español (el americano es “Pump Up The Volume”, “Sube el volumen”), una auténtica revolución en las ondas.
Hacía muchos años que no veía esta película y el recuerdo era dulce. Anoche la volví a ver y, bueno, sin que me desagrade del todo y, pareciéndome a rasgos generales una buena cinta, sí me pareció tonta, como para niñas… y es que, claro, no es lo mismo ver “Rebelión en las ondas” en los 90 cuando se tienen 14 años, que en 2025 cuando se tienen ya 50, poca capacidad de concentración y la sensación de que, a uno, cada vez más, le gustan menos las películas.
Al margen de eso, no deja de parecerme curioso que es una película sobre un influencer que la lía parda… uno de los 90. Solo que en lugar de hacerlo a través de "TikTok" y para una audiencia mundial, lo hace montando un tinglado cojonudo de radiofrecuencias para emitir en un radio de apenas unos kilómetros, en lo que entonces se conocía como radio pirata. Explíquenle a sus sobrinos, hijos o nietos, qué era aquello y para qué servía.
Y encima, acaba en la cárcel.
En el reparto, además de Christian Slater, que arrastraba terribles problemas de alcoholismo ya por aquel entonces, tenemos a la que era su novia en aquel momento, Samantha Mathis, y a la entrañable "Audrey" de “La tienda de los horrores”, Ellen Green, que se marca un papel de lo más insulso y anecdótico.
Por otro lado, Moyle, fan hasta la médula de “American Graffiti”, tanteó a su ídolo George Lucas con el fin de que la producción lo contratase como asesor y supervisor. Y Lucas estuvo a punto de aceptar, pero prefirió producir una película con guion suyo y del director de “Howard, el pato”, también sobre el mundo de la radio, en un fracaso estrepitoso, más malo que pegarle a un padre con un calcetín sudado, titulado “Asesinato en la radio”.
Después de la reseñada, Allan Moyle tuvo un pequeño éxito con otra película sobre la radio, “Empire records”. Y aunque demodé, sosita y anticuada, “Rebelión en las ondas”, es su mejor película.