viernes, 17 de junio de 2016

EN ALGÚN LUGAR DE LA MEMORIA

Me hace mucha gracia que cuando Adam Sandler hace de mongólico en “Little Nicky”, es poco menos que una aberración, un bufón sin gracia alguna que jode la vida de los críticos y a una parte muy esnob del público. Esa misma parte, es la que luego hace como si nada cuando todo son vítores en los papeles en los que Sandler, hace de mongólico en papeles dramáticos en películas de corte autoral. Pero a Adam Sandler se la pela todo esto, y de primeras rechazó el papel de esta “En algún lugar de la memoria”.
Pero no era una película concebida para su lucimiento. Ni para el de su partenaire Don Cheadle, si no que en el papel, la película estaba destinada a ser protagonizada nada menos que por Tom Cruise y Javier Barden. Cruise en el papel que al final haría Sandler y Barden en el de Cheadle. Tom Cruise no quiso hacer la película tras mucho cabilarlo y fue entonces cuando el esnob Javier Barden sugirió que protagonizara la película Adam Sandler tras haberlo visto en “Punch Drunk Love” de Paul Thomas Anderson. Sandler, a sus cosas, preparando alguna de sus películas populacheras que son las que le generan millones, leyó el guion y dijo que nanai, que no iba a hacer una película tan deprimente.
Vista la falta de interés por todas las estrellas a las que se le ofrecían los papeles, Barden decidió no hacer la película. Es entonces cuando Adam Sandler leyó por segunda vez el guion, le vio las posibilidades, y aceptó hacerlo. Y después vino Don Cheadle. Y aquí es cuando yo doy gracias al cielo porque esta película con Cruise y Barden, hubiera sido insoportable, todo lo contrario que con el casting definitivo, que es el que hace que una historia tan triste y tan bonita funcione.
Cuenta la historia de un dentista (Sandler) que resulta que pierde a su mujer y a sus hijas en uno de los aviones del atentado a las torres gemelas. En consecuencia sufre trastorno post traumatico que lo deja medio tonto. Por otro lado tenemos a otro dentista (Cheadle) que aunque ha triunfado en la vida se siente solo y sin amigos, por otro lado tiene que lidiar con una paciente la cual le quiere chupar el rabo –literalmente- y  ante la negativa de esta, la mujer le denuncia al dentista por acoso, como acto de venganza. Resulta que estos dos dentistas eran compañeros de piso en la Universidad, y ya adultos, se reencuentran con sus penas y sus traumas, y en torno a su relación gira la película.
La verdad es que es una de estas películas bonitas que le dejan a uno el corazón en un puño, bonita, pero no babosa, ni cae en el sentimentalismo barato. Además de hacer un alarde técnico encomiable y tener la capacidad de enganchar al espectador con una historia muy sobria.
Sin embargo, no cuajó mucho. Quizás por una clasificación para mayores de 16, la película apenas reacudó 22 millones de dólares, lo cual para los estándares americanos es una miseria. Pero más miseria son los 96.000 eurillos que dejaron en la taquilla los 17.000 espectadores que fueron a verla. Y es una pena, porque esto es cine con mayusculas, bonito que te cagas, y esteta, casi, hasta dar grimilla.
A mí me ha encantado.
Sin embargo, es curioso que esta película sea obra de su director y guionista Mike Binder, que no destaca precisamente por tener en su haber películas tan buenas, siendo el responsable de cosas tan inocuas como “Diario de un ejecutivo agresivo” o “Lo mejor para ella”. Se ve que aquí puso toda la carne en el asador.