viernes, 26 de febrero de 2021

ENSEÑAR A UN SIN VERGÜENZA

Una de las más aclamadas  obras del teatro español, “Enseñar a un sinvergüenza” de Alfonso Paso, obra esta que a pesar de ser estrenada en 1967 se sigue representando en nuestros días y que cuenta con una secuela titulada “¿Qué pasó con el sinvergüenza?” datada cuarenta años después, tiene su propia adaptación cinematográfica en la década de los setenta, homónima,  que se saldaría con un éxito de taquilla.
José Rubio, protagonista de la versión teatral y también de la cinematográfica era un aval, y si la obra teatral ya era un éxito, lógicamente, también lo sería la película. Si además le añadimos la belleza y desparpajo de Carmen Sevilla, pues la cosa acaba arrastrando a  1.073.000 espectadores a las salas, además de contar con todo tipo de críticas —cierto es que en aquellos años, la crítica solía cebarse con nuestro cine de corte más popular—, pero imperando las favorables.
Cuenta la historia de Lorenzo, un vividor que se gana la vida como fotógrafo amateur de modelos y jugador póquer, que un buen día conoce a Rosana, mujer madura y virgen pero terriblemente estricta e inteligente, que se gana la vida como profesora, guía turística y divulgadora cultural en televisión. Lorenzo decide tomar clases particulares ya que se considera un tanto inculto y Rosana accede a impartirle clases a 10.000 pesetas cada una. En realidad se trata de un plan de Lorenzo para llevarla al huerto. De hecho, consigue que Rosana se enamore de él y se convierta en una pizpireta y desinhibida mujer que pide a gritos un buen pollazo. Pronto descubrirá que su galán es más sinvergüenza de lo que ella creía.
Sin ser ni de lejos lo mejor de nuestro cine de comedia, sí que se trata de una cosa de lo más socarrona y dinámica, rodada con solvencia y marcando un tempo de comedia que muy poquitas veces baja a pesar de un guión que, quizás, por ser una adaptación de un libreto de corte teatral, no acaba de funcionar a la perfección en la gran pantalla.
En 1970 el Franquismo estaba  vigente y sin embargo la película se las apaña para esquivar a la censura, dejando ver desnudez parcial en los cuerpos de José Rubio y, sobre todo, Carmen Sevilla, otorgando todo ello a la película un tono suave y semi erótico del que beberían muchas comedias sexy de finales de la década de los setenta. La película, estéticamente, además de precursora, puede darse golpes en el pecho y alardear de su estilo.
Llama la atención, por lo improbable que esto sería en una película de hoy, lo temerario de la actitud de Pepe Rubio en su actuación, ya que durante los títulos de crédito y en algún plano más ya dentro del metraje, este se pone de pie en el asiento de copiloto de un descapotable, con los brazos extendidos por las calles de Madrid. A pelo, sin arneses ni sujeciones. Para haberse matado. Aunque obviamente esto es otro alarde, el de “todo vale”, a la hora de hacer una película de comedia en España. Asimismo también resultarían hoy improbables un par de escenas en las que el protagonista, machista redomado por su propia naturaleza,  invita a los malos tratos dando bofetaditas o en su defecto, golpes de Kárate, a una Carmen Sevilla que no acaba se sucumbir a sus encantos y peticiones.
Por otro lado, resulta curiosa la mala folla que se gasta la película, al ver cómo Carmen Sevilla, prácticamente analfabeta en la vida real, interpreta a una erudita que, precisamente, enseña a hablar con corrección al personal en un programa de televisión. Ay, mih oveitau…
 De secundarios tenemos a Manuel Alexandre, una divertida Mari Carmen Prendes y los cameos siempre estupendos de Rafael Hernández y Tip y Coll, curiosamente por separado e interpretando roles de ficción.
Dirige la película el director y guionista Agustín Navarro, que tras una carrera no del todo destacable, dejaría la profesión con la película que le sigue a esta en su filmografía “La casa de los Martínez”, en 1971. El director falleció en 2001.