
Bien, pues el resultado es de vergüenza ajena.
Un coñazo de tres pares de huevos, sin un solo gag destacable, y donde Black está especialmente soso (y eso que el tipo es un torrente de energía), la historia es estúpida y, a pesar de estar filmada de manera muy campechana (es decir, que el director se acerca al neorealismo para que los protas nos parezcan cercanos. Y lo que resultan es sosos), no te la crees ni de coña. La cosa está en que cuando alquilan la primera película casera, el cliente, en lugar de protestar, le encanta lo que ha visto y pide más. Los protas graban más pelis caseras imitando los éxitos de Hollywood, y gracias a ello un vídeo club que estaba muerto se les llena de clientes que demandan las “suecadas”, que es como llaman ellos a sus copias ¡y ganan pasta!.
Quizás hay algún momento de los que graban que está simpático, pero pronto todo se va al garete. Es una vergüenza sin nombre esta jodida película. El Gondry que se dedique a lo suyo, que es hacer videoclips de modernos y pelis raras, y no insulte a nadie más.