Una de las grandes obras maestras de la comedia española contemporánea, debut como director de Miguel Hermoso y, probablemente, una de las mejores películas, independientemente del género, de la historia del cine español.
"Truhanes" cuenta la historia de dos hombres, Ginés (Paco Rabal) y Gonzalo (Arturo Fernández), que, por avatares del destino, se encuentran entre las paredes de la prisión de Carabanchel. Gonzalo es un criminal de guante blanco que se dedica a la compraventa de antigüedades –robadas- y ha sido traicionado por sus socios, mientras que Ginés, Natural de Bullas, provincia de Murcia, es un carterista de tres al cuarto que ha dado con sus huesos en la cárcel en más de una ocasión. El caso es que estando ambos allí, deciden llegar a un trato; Ginés cuidará de Gonzalo durante su estancia en la cárcel, ya que al primero por experiencia y veteranía se le respeta, mientras que el segundo es carne de cañón en presidio. A cambio, una vez fuera, Gonzalo ayudará a Ginés a reemprender su vida.
Cuando Ginés sale de la cárcel y da con el paradero de su compañero Gonzalo, las más disparatadas situaciones cómicas, pero también dramáticas, se sucederán a lo largo del metraje.
El gen de esta película se remonta a 1974, año este en el que tras finalizar sus estudios en la escuela de cine, el director Miguel Hermoso, es condenado a prisión al ser detenido cuando filmaba una manifestación. Se le acusaba de propaganda ilegal. Al morir Franco, hubo una amnistía por lo que los presos condenados en esos cargos saldrían en libertad, pero al director le dio tiempo a pasar allí un mes y medio (de los ocho previstos). La sensación nada más entrar, la soledad del primer día –y que tan bien reflejada se ve en la película con la llegada a prisión del personaje de Arturo Fernández durante los títulos de crédito-, fueron los sentimientos que, años después, motivaron el rodaje de esta película.
Hermoso estuvo trabajando en publicidad durante una década que le sirvió de auténtica escuela a la hora de abordar un rodaje, en contraposición a la escuela de cine. Así que, tras tener los huevos pelados de rodar spots, decidió que ya era hora de ejecutar su primer largometraje, este “Truhanes”.
Eran tiempos en los que para rodar una película bastaba con que la idea gustara a un productor que decidiera financiarla. Hermoso movió su guion por las diferentes productoras. Pero la cosa no acababa de cuajar. Se llegó a decir incluso que un argumento como ese no funcionaría en taquilla a no ser que lo protagonizaran Pajares y Esteso, amos de la taquilla en aquellos días. Sin embargo, Miguel Hermoso tenía claro quiénes serían sus protagonistas; Paco Rabal y Arturo Fernández.
Como fuere, y ante las dificultades presentadas por los diferentes productores/inversores, Hermoso decidió producir él mismo su película, por lo que se vio obligado a invertir en ella todos sus ahorros y a empeñar sus bienes, hogar incluido y, así, afrontar los riesgos que una producción conlleva. Claro, en la época no era tan difícil como lo pueda ser hoy exhibir después la película producida, máxime cuando se cuenta con dos estrellas en el reparto.
Por otro lado, tampoco fue fácil lidiar con el ego de sus actores protagonistas que no eran conscientes de que iban a enfrentarse a papeles imprescindibles en sus respectivas filmografías. Es por ello que tanto Paco Rabal, como su hermano Damián, a su vez su representante, mostraban cierta reticencia ante el papel de Ginés ya que este requería que Rabal no luciera el peluquín que acostumbraba a ponerse normalmente, y es que aunque el actor ya era un hombre maduro, todavía tenía arraigado el concepto de galán clásico en sus entrañas; Rabal. Aparecer calvo en la película, pensaba él, acabaría con esa posición. Finalmente, y muy acertadamente, accedió.
Por su parte, Arturo Fernández – más galán todavía- se encontró, por un lado, con que la imagen de hombre guapo y casi aristocrático que daba en el teatro podía verse afectada en una película en la que no solo tenía que aparecer en muchas de sus secuencias desaseado y mal vestido, sino que en algunas de ellas, cual mamarracho, debía aparecer con un traje varias tallas más pequeñas, y no es que sean manías de típico actor presumido, es que Arturo Fernández vivía de interpretar al galán de toda la vida. El público no quería verle en otro rol, por lo que tenía mucho que perder y nada que ganar en el caso de que la película resultara un fiasco. Pero ese no era el mayor inconveniente, el mayor problema era compartir protagonismo con Paco Rabal, al que Fernández consideraba un maestro. No puede ser que haya dos gallos en el mismo gallinero. Fernández pensaba que, a pesar de contar con mayor número de escenas que su partenaire, el papel que se iba a calar en el público era el de Paco Rabal quien se llevaba las mejores escenas en un guion y, por tanto, acabaría eclipsándole. El propio Miguel Hermoso fue a verle al teatro donde trabajara durante le pre producción y le convenció para hacer la película alegando que, efectivamente, Rabal era el motor, uno que de ninguna manera arrancaría sin la gasolina de Arturo Fernández. Y ambos actores están memorables en la película, si bien es cierto que mientras los premios y honores se los llevaba Paco Rabal, hay quien decidió premiar a Arturo Fernández por su labor, cosa que el actor agradeció y no se esperaba. A título personal, decir al respecto que abogamos desde estas ciber páginas por la actuación de Fernández por encima de la de Rabal. Los dos están muy bien, pero el primero está de antología.
Claro que el nivel actoral de la película es muy grande a todos los niveles, y si memorables están Rabal y Fernández, no menos los secundarios, sobretodo en la primera parte, que transcurre en prisión, con las presencias del eterno Emilio Fornet, Fernando Bilbao o sobretodo, Rafael Díaz, visto en películas como “¡Ay, Carmela”, secundario invisible del cine español que compone el personaje de “El Lupas”, un entrañable intelectual del lumpen, que roba escenas a cada momento que puede.
Todos estos secundarios brillan con luz propia en todas las escenas en las que sus personajes se reúnen en la celda de uno u otro y tienen conversaciones totalmente improvisadas que dotan de frescura, química y saber hacer el material.
Por otro lado, y directamente del cine folclórico y sugerida para el papel por el propio Paco Rabal, Lola Flores interpreta a la hermana de Ginés, que en un momento, y debido a una fuga, da cobijo en su hogar a nuestros protagonistas. Flores, que nunca había tenido la oportunidad de actuar más allá de ser el icono que era, en una película para su propio lucimiento, demuestra que todo el poderío que tenía como folclórica, lo tenía también como actriz ajena a todo eso, dando unos resultados, en sus escasos minutos en pantalla, del todo eficaces y a la altura de sus protagonistas.
La película se estrenó en el festival de San Sebastián, cosechando un gran éxito. Por aquel entonces el evento no tenía películas a competición, así que "Truhanes" tan solo recibió el premio que le otorgó el público a Paco Rabal en calidad de actor, pero fue un pistoletazo de salida que, aunque de discreto paso por salas congregando unos 350.000 espectadores, sí hizo ganar mucho dinero a su productor/director con la venta a, prácticamente, todas las televisiones del país que la emiten con mucha regularidad, y a otras tantas Europeas, convirtiéndose así en un film muy popular con el paso de los años.
Y es que “Truhanes” sería una rara avis de los ochenta, que vino a las pantallas en tiempos en que en el cine español lo que primaba era una comedia de corte erótico y sexual, ya viniera este desde el desmadrado objetivo de Mariano Ozores, o desde el de los miembros adscritos a la nueva comedia madrileña capitaneada por Colomo o Trueba. “Truhanes”, que también tendría sus dosis de destape, sin embargo, era un tipo de película extraña y distinta que no se adscribía a ninguna de las dos corrientes imperantes. A eso añádanle que, sí, se trata de una comedia, pero con pinceladitas dramáticas y que mezcla subgéneros teniendo gotitas de cine policiaco, obviamente del cine presidiario y, considerando en cuenta los personajes secundarios que pululan por la cárcel, muy extraño es que no aparezca en esos listados de cine quinqui elaborados por fans del subgénero empeñados en incluir cualquier película en la que aparezca un delincuente. El resultado final de este cóctel de conceptos es verdaderamente divertido y, por muchos años que pasen, la película nunca se queda desfasada u obsoleta, asimismo, posiblemente sea una de las comedias españolas menos disparatadas que, sin embargo, mayor número de carcajadas provoca al espectador, y que deja ese regustillo tan agradable en el subconsciente colectivo.
Por otro lado, técnicamente esta bien rodada, mejor montada y de corte clásico, un ejemplo de ritmo del mismo modo que muestra, también de forma maestra, como hilar tramas y subtramas y que todas acaben desembocando en el mismo lugar. Un trabajo bien hecho.
Miguel Hermoso, que sería un solvente director a lo largo de su carrera con buenos films a sus espaldas como “Como un relámpago” o “La Luz Prodigiosa” y films directamente malos como el fallido biopic sobre la anteriormente mentada Lola Flores “Lola, La película”, jamás volvería a rodar nada semejante.
El prestigio, a posteriori, generó que diez años después se produjera una serie de 26 episodios basada en la película y en la que repetirían los personajes principales, Ginés y Gonzalo, nuevamente interpretados por Paco Rabal y Arturo Fernández, en una suerte de sitcom a la española, un vodevil televisivo que no casaba nada con los personajes y dirigiría el propio Miguel Hermoso. Sin ser algo que no pueda disfrutarse en una tarde tonta, comparada con la película resulta infinitamente inferior.