domingo, 22 de diciembre de 2013

NO VAYAS AL BOSQUE... SOLA

El terror es un género muy agradecido. Cualquier mindundi puede pasarse haciendo películas toda su perra vida sin que nadie le haga ni puñetero caso, hasta que decide ponerse manos a la obra con una de terror y, si conecta mínimamente con el fan medio, se acabó el anonimato, esa será por la que se le recordará. Así de simple. Lo más divertido es que no tiene por qué ser una buena peli, basta con que sea peculiar. ¿Y qué entienden los fans por "una de terror peculiar"?. Fácil, que tenga sangre a borbotones. Mete gore que así, por cutre e inútil que sea, ya tendrás medio trabajo hecho. Si encima te subes a un género de moda, la censura te mete un tijeretazo y dejas que pasen un buen montón de años para que la nostalgia actúe, el cockatil resultante es explosivo.
Y si no, que se lo digan a James Bryan, cineasta totalmente zetoso y semi-amateur que operó entre los 70 y 80 y parió un buen puñado de títulos, todos baratos y pertenecientes a géneros tan diversos como comedia, drama, erotismo o acción. Nadie recuerda ninguno de ellos... y nadie recordaría a James Bryan sino fuera porque en 1981, muy oportunamente, decidió apuntarse al "slasher" justo cuando más pasta daba en las taquillas del mundo.
En realidad su aportación, "Don´t go in the woods alone", pobretona, patosa, tosca y cutre, arrastra la reputación de ser una de las peores muestras de "cine de acuchillamientos" de su época (aunque sin llegar al nivel de roñas tan tremendas como "Sábado 14" o "Last Slumber Party"). Lo que pasa es que en Inglaterra terminó desterrada a las listas de los famosos "Video Nasties", lo que le repercutió de modo altamente beneficioso. Desde entonces le acompaña un culto la mar de notorio y exagerado que yo, francamente, no me explico demasiado (el famoso y carísimo libro "Nightmare USA" le dedicó un buen porrón de páginas)
porque, por no ser, ni tan siquiera es demasiado truculenta (algo habitual entre los integrantes de la poca honrosa lista de títulos prohibidos por el gobierno británico). Sí, hay muuucha pintura roja, y también alguna amputación y decapitación, pero todo está tan mal parido y, sobre todo, resulta tan falso, que en ningún momento podemos decir que sea perturbador o especialmente impactante. Añade al pitote unas molestas y nada adecuadas dosis de comedia voluntaria (incrementada por la extravagante banda sonora a base de sintetizador, simpática cuando ilustra momentos de terror, pero muy dañina cuando adquiere un tono bufo) y lo que obtendrás queda lejos de ser medianamente ofensivo o escandaloso.
Lo ofensivo y escandaloso es la poca imaginación del guionista. "No vayas al bosque... sóla" narra los avatares de un puñado de excursionistas que se las piran a un monte de lo más transitado, si tenemos en cuenta la cantidad de pobres infelices anónimos que
pululan por allí y van siendo masacrados a lo largo de la peli. Un modo como cualquier otro de amenizar el visionado hasta que los protas se topen frente a frente con el psicópata de rigor, un especie de ermitaño vestido de oso, al que le gusta tanto matar como babear. Algunos  logran escapar, llegar a la civilización y pedir ayuda, ya que una amiga suya se ha quedado a merced del monstruo. Pero viendo que los agentes de la ley se lo toman con calma, deciden actuar por su cuenta y riesgo (lo que da pie a la única idea notable de la peli y que afecta directamente a esa amiga rezagada).
Todo ello, como decía, confeccionado de un modo altamente incapaz, muy amateur en el mal sentido. Lo que, sí, no lo niego, da cierto encanto al descalabro. Esta peli, grabada hoy día en digital, sería insufrible, pero ya conocen -o deberían- la capacidad del formato fotográfico para ocultar la estultez de las cosas. Todo parece más chulo en celuloide, incluso atentados tan chungos como "No vayas al bosque... sóla". Recuerdo perfectamente que de chaval le encontré horrorosa. La otra noche, consumiendo el ripeo del Beta que hizo mi buen amigo Enorm, pues hombre, la "disfruté" un poquito más, sobre todo la parte intermedia, que es la más dinámica (la edad no perdona, amiguitos)... pero, cojones, es jodidamente rancia.
¿Y que pasó con James Bryan?, pues no mucho. Hizo cuatro pelis más y se retiró a mediados de los ochenta, para dar paso a la inevitable "leyenda". De entre sus últimos estropicios destacan dos. La primera es "El ejecutor de New York", una "de justicieros" al estilo Bryan (es decir, muy muy zopenca) que algún día reseñaré cuando logre verla en castellano, ya que de momento únicamente he podido "gozarla" en v.o. (aunque me ha bastado para maravillarme ante sus innumerables anti-virtudes). Lo "mejor" del sarao es que se trata de un exploitation de "El Exterminador" (otro exploitation en sí mismo), tanto que en los USA se estrenó como "The Executioner Part 2", bizarro si tenemos en cuenta que cualquier película previa titulada "Executioner" no guarda la más mínima relación, ni argumental, ni formal, ni logística, con el film de Bryan. Fascinante. La otra es "Run Coyote Run", que ni tan siquiera figura en la filmografía que el cineasta tiene en Imdb. Se trata de la segunda parte del que se supone su último film real, "Lady Street Fighter" y lo marciano es que viene compuesta a base de collages de escenas de las "action movies" previas de Bryan, unidas por temibles insertos grabados en vídeo, dando como resultado una sopa sin sentido ni forma que terminó por enterrar definitivamete la carrera del gentleman.