domingo, 8 de diciembre de 2013

YO, EL JURADO

Durante la primera mitad de los 90, cuando andaba totalmente volcado en mi amor obsesivo por las películas de justicieros y polis duros, "Yo, el jurado" se ganó un puesto de vital importancia entre mis títulos de preferencia... sin haberla alquilado todavía. Bastaba con ver la carátula de su edición videográfica, cortesía de "Warner Home Video", para comenzar a salivar. El primer detective realmente duro y cabrón de la literatura popular, "Mike Hammer" (no olvidemos que una de sus primeras aventuras llevaba por título un contundente "La venganza es mía!" que habría puesto de buen humor incluso a "Paul Kersey"), posando todo chulo, pistola en ristre, rodeado de jacas de buen ver y todo ello metido dentro del cañón de un arma cualquiera con regusto "jamesbondiano". Fascinante. Alquilada la cinta y puesta en mi reproductor de vídeo, la cosa no podía arrancar mejor. "Hammer" recibe el encargo de seguir a la atractiva mujer de un acaudalado hombre de negocios porque cree que le está poniendo los cuernos. ¿Y qué hace nuestro detective?, pues informar al cliente de que sus sospechas eran infundadas, mientras él mismo se la está beneficiando. Brutal. Aunque nada comparado con lo que sigue, los títulos de crédito más macarras y molones que he visto en toda mi vida, a base de constantes imágenes estilizadas, color sepia, del amigo "Hammer" en posturitas chanantes. Encima, acompañadas de un tema maravillosamente vigoroso y dinámico de Bill Conti (sí señora, el de "Rocky"). Hay peña que afirma con contundencia que lo mejor de "Yo, el jurado" es su prota femenina, la guapa y semi-desaparecida/retirada Barbara Carrera (pero lo dicen porque, obvio, se marca un despelote generoso a media peli... ¡¡putos salidos!!). Yo no entro en ese grupo, para mi lo mejor de "Yo, el jurado" son los títulos de crédito del inicio..... y si no, ahí va la prueba de fuego (versión franchute, donde se la conoce como "J'aurai ta peau", que traducido se parecería a "Voy a tener tu piel" y también tiene su qué):


Hasta aquí las buenas noticias. Luego vienen las malas, que es que, con semejante arranque/subidón, después todo es cuesta abajo. En ningún momento a lo largo de los, aproximadamete, 100 minutos que quedan, consiguen repetir la hazaña. Ni tan siquiera en las escenas de acción, que tampoco son muchas. Es más, la historia que nos cuentan resulta liante y confusa. El espectador no logra meterse en ella, ni enterarse demasiado bien de qué demonios pasa. Pero yo, que soy un tio aplicado, me he informado a fondo y sería algo así: "Jack", un detective manco que combatió en Vietnam junto a "Mike Hammer", al que salvó la vida (motivo por el que perdió el brazo), es asesinado de un disparo. Nuestro prota, lógicamente afligido y "en deuda", decide investigar y encontrar al culpable. Ello le llevará hasta una inquietante clínica dedicada a resolver toda suerte de problemas sexuales, regentada por la mentada Barbara Carrera, a la que "Hammer" echa el ojo. El caso es que comienzan a sucederse cruentos crímenes, propios de todo un psicópata desviado y los que mueren son, oh casualidad, personas que podrían echar luz sobre el caso. Total, que al final resulta que el gobierno recluta a asesinos salidos de la mentada clínica para cometer crímenes como tirando a "políticos", pero disfrazados de homicidios mundanos y callejeros. Algo así.
Bien, si uno lee a conciencia los créditos de "Yo, el jurado" descubrirá que su guionista no es otro que el reputado Larry Cohen, sí amiguitos, el mismo que dirigió en su momento películas como "Estoy Vivo", "La serpiente voladora" o "The Stuff (In-Natural)", entre muchas otras. Ese Cohen que, paralelamente a una carrera como director, se gana las garrofas explotando su faceta de guionista, bastante más sólida. Suyos son los guiones de "Maniac cop" (y secuelas), "Best Seller", "Muerto el 4 de Julio", "El abogado del diablo", "Última llamada" o "Cellular". Bien, ¿¿y cómo es posible que la trama de "Yo, el jurado" resulte tan torpe y caótica con todo un Cohen tecleando??, pues ya os lo podéis imaginar, gracias a la inadecuada intervención de manos ajenas.
En realidad, y desde buen principio, Larry Cohen fue contratado no únicamente para escribir, también dirigir. Sin embargo, problemas de diversa índole terminaron por excluirle del trabajo tras seis únicos días a los mandos. ¿Qué problemas?, los productores decían que en tan solo una semana de rodaje, el presupuesto ya se había disparado. El mismo Cohen cuenta que la productora tuvo un porrón de problemas financieros que mandaron todo al traste. Sea como fuese, el caso es que el poco material rodado por el amigo Larry fue descartado (aunque se mantuvo gran parte del casting y las localizaciones, cosa suya. Destaca en ese sentido que la oficina de "Mike Hammer" esté instalada en la famosa "Time Square" de New York, entonces centro neurálgico de las mitificadas "grindhouses"). Contrataron a otro menda, Richard T. Heffron, de origen televisivo (aunque entre sus trabajos previos no exclusivamente catódicos estaba la mediocre pero simpática "Mundo futuro", secuela de "Almas de metal") y este comenzó de cero. Aún así, y a pesar de tó, se mantuvo el crédito como guionista de Cohen.
¿En qué salimos perdiendo?, pues en que la versión Cohen iba a ser bastante más truculenta. "Yo, el jurado" (de la que incluso llegué a comprarme un no menos chanante press-book, hoy día tristemente perdido) era una de esas "películas peligrosas" con fama de extremadamente violenta y erótica. Bien, luego resultó no serlo tanto. ¿O tal vez sí?, en cuestiones sexuales (y pal momento de su confección, 1982), pues hombre, iba bien cargadita. Al desarrollarse en una clínica pa salidos mentales, la cosa daba juego. La escena más memorable es cuando se organiza una orgía en la que los comensales lo pasan pipa, mientras los médicos toman nota de lo que ven (??). En lo violento, el tema flojea. Hay chichilla, pero es poca cosa. Sin embargo, la prueba de que no era ese el plan inicial la tenemos en el testimonio de Carl Fullerton, responsable de los efectos especiales y de maquillaje con un

curriculum notorio (has visto sus esfuerzos en títulos como "Viernes 13, 2ª y 3ª partes", "Lobos humanos", "Historia macabra", "El ansia", "F/X Efectos mortales", "El silencio de los corderos" o la recientísima "2 Guns"), que había fabricado varios trucajes finalmente desechados. El más llamativo de ellos era una mano mecánica que iba a ser reventada por efecto de un disparo (tienen la prueba gráfica por aquí cerca, cortesía de las páginas de "Mad Movies").
Desafortunadamente, Richard T. Heffron aplicó toda su discutible pericia cajatontil pariendo un material mucho más "light" de lo que habría sido deseable. Es más, diríase que luego el resultado final pasó por las manos de la censura (o, como hacía "Paramount", la auto-censura), porque hay secuencias violentas abruptamente y caóticamente montadas. La más llamativa de ellas es aquella en la que un cocinero asiático se carga a una testigo rajándole la garganta con el mismo cuchillo con el que estaba preparando un exquisito manjar. Dejando a un lado lo delirante del momento (aunque podemos suponer que el cocinero loco es un agente encubierto de los malos, no entendemos cómo sabía que justo en ese instante iban a requerir de sus servicios, cosa esta que, al no ser aclarada, adquiere un tono decididamente surrealista, aunque efectivo en su cometido), choca encontrarse con un montaje seco, contundente, que no respeta del todo el tempo y que, en esencia, nos impide "disfrutar" del momento. Muy sospechoso todo ello.

Claro que no solo de violencia nos desproveyó el despido de Larry Cohen, también de ideas ingeniosas y algo mal intencionadas, sobre todo en relación al personaje protagonista. Creado por el hasta entonces guionista de comics Mickey Spillane el año 1947 en la que fuera su novela de debut, justamente "I, the jury", "Mike Hammer" pertenecía a lo que entonces se consideraba literatura barata para el populacho. De hecho, el material fue de lo más escandaloso por su alto contendio de sexo y violencia -para la época, se comprende-. Sin embargo, tuvo un éxito arrollador y "Mike Hammer" pasó a la radio, los tebeos y, finalmente, al cine, con la primera adaptación de su novela de debut, en 1953. A esta seguirían un puñado más, destacando la más conocida y respetada de todas ellas, "El beso mortal", 1955, y la más bizarra, "The girl hunters", 1963, que incorporaba al mismo Spillane en el rol del rudo detective. Aunque seguramente el "Mike Hammer" más famoso sea el que Stacy Keach interpretara para la televisión, en una longeva y famosa serie donde lo que más destacaba era su cabecera y el tema musical que en ella sonaba ("Harlem Nocturne" de Earle Hagen, que años después un depravado utilizó para un corto enfermizamente erótico-bizarro).
Por suerte o por desgracia, nunca he leído una sola novela original de "Mike Hammer", pero me consta que se trataba de un personaje muy amoral, bruto, machista hasta la muerte, amante de las broncas, alcohólico, orgullosamente misántropo, abiertamente patriota y anti-comunista (cuando Mickey Spillante murió el año 2006, para rememorar su creación un periódico lo comparó con mi querido "Harry Callahan"... pero yo creo que era incluso peor). Y no me trago que en el cine de la época, y mucho menos la televisión, fuese retratado como realmente era, ni aunque lo interpretase su propio padre. Lo lógico sería pensar que en una década como la de los 80 sí recibiera un trato justo, pero tampoco. Para esta nueva versión de la novela "Yo, el jurado" (con la que, como era de preveer, guarda muy pocos puntos en común. Por no decir que prácticamente ninguno. De hecho, y según los especialistas, la película mezcla dos novelas, la que le da título y "The Body Lovers"), se contrató a Armand Assante para que diera vida al personaje. Sin embargo, aunque chulesco en sus andares, Assante no terminó de dar la talla, ya no solo por ser bajito, también porque los guionistas (ya fuese Cohen o los que le sustituyeron) le desposeyeron de sus ganas de bronca, de su constante mala leche y de su alcoholismo (en la peli nos hacen entender que lo fue en el pasado, pero que ahora se mantiene al magren del vicio) y redujeron su machismo a lo esencial (es duro con las mozas, pero también es cierto que rechaza más de un ofrecimiento carnal para centrarse únicamente en la piva que le pone de verdad). El propio actor justificó esos cambios en su momento, alegando que aquellos eran otros tiempos y que se habían adaptado a la corriente reinante. Es curioso ver cómo, entonces, nadie se lo tomó demasiado mal, mientras que hoy día sería brutalmente criticado por exceso de corrección política. A esos cambios "aceptados" por su condición "humanizante", están los que Larry Cohen escribió con fines desmitificadores. Al director de "Full Moon High" no le molaba nada "Mike Hammer", y se nota. En las entrevistas que he consultado, disfruta como un enano comentando cuán de gozoso fue para él hacerle llorar cuando descubre que han asesinado a su amigo (cosa esta que yo, de chaval, encontré lógica y normal) o cómo es manipulado cual monito por los de arriba que aprovechan su propia condición de semi-psicópata adicto al gatillo. Un apunte más, finalmente no respetado en la película conclusa, hacía referencia a que el detective descubría haber sido blanco de los intereses sexuales de su amigo muerto, lo que para un macho de su talla, era algo casi traumático. Curiosamente, los responsables de reescribir el material, decidieron darle a "Hammer" algunas escenas de lucimiento propias de su leyenda, como la del final, que no desvelaré pero que mola mazo (atención a su última frase/respuesta). Qué quieren que les diga, llámenme iluso, pero a mi me gusta así, que los duros ¡lo sean!, nada de ambigüedades ni polladas de esas. Claro que un desenlace tan contundente se cargaba otro que, a su vez, también habría sido de lo más chachi. "Mike Hammer" daba con el asesino de su amigo y ¿cómo lo ajusticiaba?, matándolo a hostias con el brazo ortopédico de aquel (que, les recuerdo, era manco).
El reparto de "Yo, el jurado" también es muy de su época. Junto a Assante (que posteriormente iría dando tumbos por la televisión, hasta su recuperación en "Los reyes del mambo tocan canciones de amor". Desde entonces no para quieto) y la Carrera tenemos a Alan King, Geoffrey Lewis, Paul Sorvino como los más famosos, y a Judson Scott (por increíble que parezca, lo recordaba por su modesto papel en "Star Trek 2, la ira del Kahn") o William G. Schilling (especialmente divertido haciendo de adúltero/putero en "Por favor, maten a mi mujer") como los menos. Merece la pena destacar a la mediocre Laurene Landon, que si siempre hemos visto asociada al cine de Cohen es porque, efectivamente, durante un tiempo fueron pareja. De hecho, en el rodaje de "Yo, el jurado" eran novietes. Él la había enchufado para encarnar a la secretaria de "Mike Hammer" y los productores decidieron mantenerla en el rol a pesar de haberse quitado de encima al maromo. Este, si ya estaba dolido por la experiencia, todavía tenía que tragar más quina cada noche cuando Landon llegaba a casa y le contaba cómo había ido el sarao y cuánto se estaban cargando su guión, a pesar de que los mandamases le pedían que no lo hiciera. ¡Qué cosas!. La amiga Laurene posteriormente desarrolló una carrera en películas de segunda regional (entre ellas "El poder de las armas" de Fred Olen Ray, donde era lo peor de todo el reparto, dolía verla) e incluso pudo gozar de algunos roles protagonistas, como los de (la aburrrrrida) "Hundra" y "Yellow Hair & the Pecos Kid", ambas dirigidas por Matt Cimber (Matt Cimbrel para los amigos), un nombre tan musical y bonito como el de Terry Marcel.
Por su parte, Larry Cohen, acojonado ante la idea de que su despido le proporcionara el nada deseable estigma de director incompetente, corrió a bucar un nuevo proyecto en el que centrarse, y este acabó siendo su mejor película, la altamente recomendable y entrañable "La serpiente voladora". Resulta que, a causa de los continuos problemas logísticos, "Yo, el jurado" terminó de rodarse a la vez que el nuevo film de Cohen y, básicamente, se estrenaron juntas. Es más, lo hicieron en la misma calle (suponemos que "Times Square") y en dos cines que caían uno frente al otro. Es ahí donde el amigo obtuvo su deseada venganza, porque mientras "Yo, el jurado" fracasaba, su peli (bastante más barata, pero también mucho más entretenida e imaginativa) triunfaba como la cocacola. Bien por él.
Y es que no me sorprende. "Yo, el jurado" había nacido ya condenada y, simplemente, las cosas siguieron su curso natural. Podría haber sido una gran película, un gran thriller vibrante, violento y sexy, pero como les he tratado de contar en esta pesadilla de reseña, se queda a medio gas... en todo. Incluso las escasas escenas de acción pura no nos ponen palote, aunque tampoco nos ofenden. Y todo ello envuelto en esa trama confusa y carente de garra.
Es visible, es soportable, pero no es imprescindible. Qué lastimica.