viernes, 28 de agosto de 2015

OCHO NOCHES LOCAS

Adam Sandler posiblemente sea el cómico Americano que más tiempo lleva ostentando el título de “Rey de la comedia”. De hecho ya van para 20 los años que lleva cosechando éxitos en las plateas de medio mundo (menos en España donde por un lado, no acaba de caer bien y por otro, no termina de cuajar su humor) con un estilo que, aún basado en lo zafio y la escatología, no deja de ser excelsamente blanco y, por ende, muy americano.
Se ha pasado por la piedra a todos los Jacks Blacks, Bens Stillers o Chris Rocks de turno, hundió la carrera de Rob Schneider cuando decidió dejar de ser su mega-amigo y directores  de prestigio autoral como Paul Thomas Anderson (en “Embriagado de amor”) o “indies” como Thomas McCarty (en “Con la magia en los zapatos”) o  Jason Reitman (en “Hombres, mujeres y niños”) cuentan con él en films que finalmente se convierten en atípicos, únicamente porque cuentan con Sandler como protagonista.
Y comediantes posteriores, como los de la factoría Apattaw, le muestran su respeto e incluso le ponen de protagonista, evitando el lucimiento de los cómicos de la casa, en sus películas (en “Hazme Reír”).
A título personal, a rasgos generales me gusta. Su carrera  es un compendio de malas y buenas películas en la que más o menos puedes intuir lo que te vas a encontrar, pero también puedes sorprenderte y hasta espantarte. Y comprendo su éxito en USA.
Y después de hablar de su éxito, toca hablar del mayor fracaso en su carrera, una película que se estrelló en los USA: ignoro el número de espectadores que logró reunir allí, pero en los cines españoles, no llegó a congregar ni 700. Vamos un fracaso de lo gordos, gordos, gordos. Quizás por eso es tan complicado hacerse con una copia (no pirata) de esta película, ya sea en DVD o en VHS.
Y es que “Ocho Noches Locas” es una excentricidad fruto de la megalomanía de Sandler, cuando para las navidades de 2002 estando en el mejor momento de su carrera (su segundo momento podría haber sido este verano cuando se estrenó “Pixels”, pero "Ant-Man" le ha quitado el puesto...), decide  jugar a ser Disney. Sabemos que es todo poderoso, y que cuando se le ocurre una idea, rápidamente contrata a una serie de currelas de estudio que convierten sus locuras de eterno adolescente en realidad, y todo con ese resultado aséptico incapaz de ofender a nadie. Pues el año que decide saquear las taquillas haciendo una película navideña, contrata todo un estudio de animación para que trabajen a su servicio y, posteriormente, pegarse la hostia. Y así nace “Ocho Noches Locas” en la que Sandler se convierte en personaje animado. ¿Cuál es el problema? Que siendo esta una película navideña (con judíos que celebran el Hanukáh) no se le ocurre otra cosa que enfocarla al público adulto, y como si fuera una de sus películas al uso, pero quizás más escatológica todavía… así, su personaje es un alcohólico y tenemos cosas tan desagradables como viejos con los pies deformes, renos que comen mierda, amputados con garfios y montones, montones de chistes de mierda, pis, culos y bello corporal. Todo ello servido como si fuera la más ñoña de las películas Disney, con sus numeritos musicales y su mensaje positivo y alentador de corte navideño. Claro, los padres que llevaron a sus hijos al cine fliparon en colores, y los adultos que querían ver a Adam Sandler, pasaron de ver la película “para niños” que este había hecho. Vamos que se queda en tierra de nadie, porque al final ni es una película infantil, ni es una comedia desmadrada de Sandler; es más cerda de lo normal, solo que animada por gente, que, por el estilo, es posible que vinieran de la factoría Disney.
Por otro lado, tampoco es que sea una película brillante, o súper divertida –es más, aunque su visionado es resistible, tiene partes bastante coñazo- y al final no tiene nada destacable más allá de la mera curiosidad que pueda generar un producto e estas características.
El argumento es una vuelta de tuerca al “Cuento de Navidad “de Dickens, pero en modo realista y sin fantasmas. Un alcohólico  que odia las navidades –por trauma infantil, como no- se tira los ocho días que dura el Hanukáh (la navidad judía) liándola parda, destrozando todo a su paso y cometiendo pequeños delitos. Como cada año se repite la historia, el Juez le condena a prestar ayuda al entrenador de baloncesto, un viejecito medio retrasado y con un pie más grande que el otro, que dice, que quizás en su cancha pueda enmendar al gamberro, o de lo contrario a 10 años de prisión; el individuo no escarmentará, pero mientras le jode al viejo la existencia, pronto se dará cuenta de que este hombre es una excelente persona y todo acabará como han de acabar esta pelis; asquerosamente bien. Luego hay una subtrama de una placa conmemorativa que quiere ganar el viejo…
Para ver por curiosidad, sin más.
Por otro lado, Sandler se pega la machada de hacer las voces de nada menos que cuatro protagonistas, mientras que el resto son habituales actores de doblaje americanos, con la excepción de John Lovitz o Rob Schneider, que ponen alguna que otra voz.
Dirige el asunto, un director de dibujos animados televisivo, que con “Ocho noches locas” debuta en el cine;  Seth Kersley.