viernes, 14 de agosto de 2015

USA, VIOLACIÓN Y VENGANZA

Una especie de mafioso intuye que su contable le va a delatar a el fiscal y pone  remedio al asunto, mientras que por otro lado secuestran, drogan, y violan a una señorita, que acaba enamorándose de su violador al permanecer consciente durante una de estas violaciones en la que la sedan. Textualmente; acaba enamorándose del violador, a base de sentirle dentro, de sentir tanto placer.
Una gilipollez como un templo, una cosa amoral como pocas, y más importante aún, coñazo  como pocas. Y mal contada, porque la sinopsis que yo alcanzo a entender –igual soy muy corto de entendederas o presto muy poca atención, pero no creo- es la arriba mostrada pero suceden muchas cosas más, sin embargo, en esencia, es eso.
José Luis Merino, uno de nuestros artesanos del género, coquetea con el “Rape and Revenge” – o lo que él interpreta como “Rape and Revenge-” y nos lo sirve en una época del cine español zetoso que me encanta; los primeros ochenta. Consecuencia quizás de esta época, sea el hecho de que si te dicen que esta película es de Jess Franco, tú te lo creas… porque, mientras la veía pensaba que parecía una película de Jess Franco.  Así que al final, y con estas películas como muestra y ejemplo, lo que muchas veces consideramos un estilo personal, resulta que no, que es de todo impersonal, y una pura consecuencia de la ausencia de medios.
Reflexiones a parte, esta película no hay por donde cogerla, y peor aún, no solo es aburrida sino eterna, acercándose a las dos horas de metraje y a pesar de que pasan muchas cosas, hay muchos disparos y muchas violaciones, finalmente, el dinamismo brilla por su ausencia, y queda una cosa muy loca e insufrible.
Pero destaca su mentalidad “Exploitation”. Maravillosos resultan el cartel, directa y descaradamente plagiado del de “Soldado Azul”, su falta de escrúpulos a la hora de abordar el tema de la violación –vamos, que la gachí pide más- o el bochornoso hecho de que, pretendiendo ambientar la película en los Estados Unidos, como bien indica el título, se note tanto que están en España. Una España, además, excesivamente cañí, a la cual tunean y donde hay un chiringuito de prensa, sigue habiendo un chiringito de prensa, pero le ponen un gran cartel, cutre a más no poder, que anuncie algo en Inglés. Más maravillosamente bochornoso resulta cuando haciendo hincapié en que están en los USA, ruedan en lugares tan reconocibles como La Zarzuela en Madrid, o vemos pisos con cuadros, puertas y aspecto definitivamente español.
Quitando estas chorraditas que dotan a la película de cierta gracia, por lo demás, es inaguantable. Vamos, para ver de aquella manera,  y enviarla a la papelera de reciclaje (porque si tienen el VHS o el Beta, algún zumbado, lo mismo les da 10 pavos por él).
En el reparto, destacan los nombres de Pilar Alcón (“¡Qué gozada de divorcio!”, “Aquí huele a merto… ¡pues yo no he sido¡”) o Ricardo Palacios, cuya presencia siempre convence por su contundente corpulencia y actitud. Aquí, hace de megalómano vistiendo túnica a lo Demis Rousos, y fumando puros a los que rechupetea la punta, que da verdadero asco.