viernes, 21 de enero de 2022

JOY

Las películas de Emmanuelle, expoliadas e imitadas a lo largo y ancho del mundo, podrían muy bien ser las percusoras de ese nuevo cine erótico contemporáneo y de corte comercial, muy del gusto de las señoras casadas, que tiene sus máximos exponentes en cintas como “9 semanas y media” o, más recientes, las de la saga de “50 sombras de Grey”.  Estas películas, que consiguieron popularidad y taquillas decentes —en el caso de “50 sombras…”, millonarias— no dejan de ser “series B” de lujo que, aún inspirándose o adaptando novelas de a duro, tienen sus ojos bien puestos en el cine exploit de los 70 y 80. Ahí entraría la película de la que paso a hablarles a continuación, y que sería un precedente directo para “9 semanas y media” con la que guarda más de un punto en común.
“Joy” es una producción franco-canadiense de presupuesto más o menos holgado, que se inspira en la autobiografía de una mujer liberal llamada Joy Laurey. Más o menos, viene a ser una puesta al día de las aventuras de Emmanuelle Arsan en versión nuevaolera, con todos los clichés de las películas de los 80, pero con similares intenciones. La principal, claramente, era convertirse en exitosa franquicia.
Para su ejecución, los productores Benjamin Simon y Stephen J. Roth (que venía de producir “Paradise”, ese exploit de "El lago azul", y que no pararía hasta formar parte activa de la producción de títulos mainstream como “Los fantasmas atacan al jefe” o “El último gran héroe”) contrataron a un artesano que filmara bien las escenas eróticas, pero que fuera apañado y baratito, así que le ofrecieron el proyecto a Sergio Bergonzelli, metido por aquel entonces en cosas de presupuestos ínfimos y que, con algo más de dinero, supo demostrar que muchas veces se puede filmar algo más o menos digno (“Joy” es infinitamente mejor que otras cintas suyas como “Apocalipsis Sexual” o “Eros Hotel”, por ejemplo) y con un rodaje que desplazaba localizaciones a lugares como México, Nueva York u otras ciudades, supo hacer lo que, sin duda, podemos considerar la “Emmanuelle de los 80”, puesto que la película se exportó bien y consiguió beneficios.
Para internacionalizar un poco la cosa, a Bergonzelli le hicieron firmar la cinta bajo el seudónimo de Serge Bergon.
La cosa va de una atractiva muchacha de sociedad, modelo y “viva la virgen” que vive su sexualidad desacomplejadamente. De niña descubrió a sus padres follando en el salón de casa y desde entonces desarrolla un complejo de Electra de tres pares de cojones, por lo que acaba estableciendo relaciones con un hombre mayor que, harto del hastío sexual del que durante su vida ha follado todo lo que ha querido, cada vez será más exigente en sus apetencias, llegando a instar a Joy a participar en orgías multitudinarias. Tras un par de ellas, a Joy no le parece ni medio normal que a este hombre le parezca bien que a ella se la jodan otros tíos en su presencia y entrará en conflicto con él.
Sencillo argumento —el típico y necesario para toda aspirante a nueva Emmanuelle—. Ya saben, un fino hilo argumental que sirve para ir desarrollando lo que de verdad interesa que son las escenas de folleteo estiloso.
La película, así de golpe, puede resultar un poco ladrillo y hortera, con escenas eróticas que causan cierta vergüenza ajena; sin embargo, filmando las orgías, Bergonzelli se apunta un tanto, ya que ambienta estas de manera psicodélica, creando una atmósfera onírica y luminosa que, estéticamente, queda de lo más resultona y, efectivamente, es lo que pedía el cine erótico de tercera en los 80. Se le puede echar un vistacillo.
Por otro lado, hay fans de la película que aseguran que Bergonzelli no tiene nada que ver con esta película, que Serge Bergon es una persona real y no un seudónimo. Probablemente esto sean rumores y nada más, ya que lo cierto es que no hay más información  al respecto sobre el tal Serge Bergon más allá de su relación con esta película y, en cualquier caso, Bergonzelli nunca ha manifestado no ser él quien dirigiera “Joy” (tampoco es que sea un director con la suficiente relevancia como para hacer declaraciones de este tipo).
Como fuera, la película se estrenó en nuestro país con un número de espectadores nada despreciable, casi 300.000, y además se convirtió en un pequeño clásico de nuestros vídeoclubs, que la alquilaban entre los mayores de 40 con bastante asiduidad. La distribuyó Polygram.
En cuanto a la actriz que dio vida a esta Joy, Claudia Udy, que era guapa pero que tenía las tetas peor operadas y más feas de toda la “serie B” mundial, aparecería después en títulos más o menos populares como “Skull: El crimen perfecto”, “Fuera de control” o “Amanecer Salvaje”, pero nunca trascendería en adelante como para ser considerada la nueva Sylvia Kristel. Y es que era una actriz espantosa.
El señor de mediana edad que se la beneficia, Gérard- Antoine Huart, aprovechó el tironcillo que en Europa tuvo “Joy” y al año siguiente sería el protagonista de “Emmanuelle 4”, la última secuela oficial de la franquicia original, repitiendo un poco el rol de cincuentón salido y sofisticado que había realizado aquí.
Desde luego, “Joy”, a rasgos generales, no debió funcionar mal, ya que a continuación, y como se tenía previsto, se realizaron un sinfín de secuelas que rozaban ya la “serie Z” más infame, y que ya no contaban con Claudia Udy en su reparto. La mayoría fueron producidas por Benjamín Simon y, básicamente, repetían la formula abierta con “Joy”, pero trasladando a nuestra heroína a algún exótico país en el que dar rienda suelta a sus fantasías eróticas. Estas secuelas serían “Joy & Joan”, “Joy In Love”, “Joy à Hong Kong”, “Joy à San Francisco”, “Joy en Afrique”, “Joy à Moscu” y “Joy & Joan chez les pharaons”. Muchas de ellas rozando el porno, algunas concebidas para la programación nocturna de la televisión francesa y con la actriz porno Zara Whites sustituyendo a la Udy como principal reclamo. Intuyo que cualquiera de estos títulos tienen que ser terribles.