lunes, 31 de enero de 2022

AN AMERICAN HIPPIE IN ISRAEL

Con este tipo de películas tan extrañas, se repite la historia de siempre con respecto a su descubrimiento: “Ha-Trempist” (título original de esta cosa) es una película israelí del año 72 dirigida por un tal Amos Sefer que en su momento, tras un par de pases en cines concertados como todo estreno, y tras comprobar in situ los distribuidores que esta película se escapaba a todo entendimiento, no consiguió una distribución oficial en cines, por lo que la producción jamás consiguió recuperar la inversión, ni la película obtuvo repercusión alguna. Las copias se quedaron en las latas, y a otra cosa mariposa.
Cuando los rastreadores de películas raras e ignotas descubrieron  la existencia de esta película, al no lograr localizarla la dieron por perdida, y durante muchos años “Ha-Trempist” pasó a engrosar las listas de películas extraviadas.
40 años más tarde, en 2012,  Bob Murawski, socio del fallecido Sage Stallone en el sello dedicado a distribuir este tipo de rarezas, Grindhouse Releasing, encuentra unas latas con la película y compra los derechos pasa su exhibición. Murawski se apunta un tanto porque se trata de una de esas películas perdidas que tan solo han visto un grupo muy reducido de espectadores, cosa que a los cinéfilos más sibaritas de la basura les encanta.
Cuando Murawski ve lo que acaba de comprar alucina, y sabe que con un público ávido por descubrir nuevas películas de culto, es el momento de sacarle partido a su nueva adquisición, así que inicia el proceso de restauración del negativo con el fin de hacer un lanzamiento en DVD y Blu-Ray. Por supuesto la traducción del título original “Ha- Trempist”, sería “El Autoestopista”, por lo que decide rebautizarla con un título mucho más comercial. Y, quizás, lanzando un guiño a “Un hombre lobo americano en Londres”, “Ha-Trempist” pasa a titularse “An American Hippie in Israel”.
El argumento gira en torno a un excombatiente de la guerra de Vietnam que se vuelve hippie y que se establece en Israel en busca de la paz y la libertad. Allí toma contacto con otros hippies y, juntos, decidirán hacer un viaje en coche por carretera hacia una isla desierta situada en medio de un lago en un pedregal para montar allí una pequeña comuna lejos de la sociedad y los gobiernos, llevando consigo un cordero, un poco de pan, y unas latas de conserva como únicos víveres. Para acceder a la isla, tienen que atravesar el lago con una pequeña barca. Al día siguiente a su llegada, se dan cuenta de que el cordero se ha escapado, y que su barca ha desaparecido. En consecuencia no pueden ir al otro lado del lago para coger el coche y traer más víveres, por lo que el hippie protagonista decidirá ir a la otra orilla a nado. Cual es su sorpresa cuando, a mitad de camino nadando, tendrá que darse la vuelta a toda prisa porque el lago ¡¡está infestado de tiburones!!
Una vez en tierra, todo se complicará cuando los cuatro hippies se ven atrapados en la isla sin comida ni ningún tipo de ayuda para subsistir. Los machos la tomarán con las mujeres a las que darán una gratuita paliza y, luego, se matarán entre ellos.
A este argumento tan loco hay que añadirle que, por el camino, bailan, follan, gritan a los cuatro vientos su libertad, exaltan la amistad y… esquivan a una pareja de enterradores con frac y las caras pintadas de blanco a lo José Lifante, que se dedican a matar hippies. De hecho, nuestros cuatro protagonistas sobreviven a una matanza de hippies orquestada por estos dos, que sucede al poco de comenzar la película y que poco o nada aporta al resto del argumento.
Se trata de un melodrama que a su director, Amos Sefer, con tan solo un cortometraje anterior como toda filmografía, se le va absolutamente de las manos y nos muestra su propia visión del hippie, al que ve como un hedonista y un asqueroso,  amén de ofrecernos una historia de lo más estúpida y marciana, con un apoteosis final como pocos he visto yo en una película trash. Es lo más violento y descacharrante que he visto en una película en lustros. En serio, la puta película consiguió proporcionarme un agradable dolor de barriga de la puta risa, sobre todo durante su media hora final.
La gracia del asunto está en que, Sefer, al corriente a principios de los setenta, cuando rodó este film, de la contracultura estadounidense post Vietnam y del New Hollywood, trata de hacer una película con intenciones artísticas y contraculturales, una suerte de “Easy Rider” a la israelí que le sale rana y, en lugar de tener una muestra más de ese tipo de cine, tenemos aquí una puta mierda como un templo de las que hay que verlas para creerlas.
Por supuesto, Amos Sefer, tras la falta de interés de los distribuidores, no volvería a rodar.
La consecuencia de todo esto tras ser lanzada la película por Grindhouse Releasing, es que la prensa especializada ya ha encontrado un nuevo título que añadir a su lista de “peores películas de la historia”, motivo este por el que se ha generado un nuevo culto hacia “An American Hippie In Israel” por parte de los aficionados, que asisten a sus proyecciones con el fin de interactuar con la película como sucede con “The Rocky Horror Picture Show”, “The Room” o “Monster Valley”. Sobre todo en Israel, el Tel Aviv, de donde la película es originaria, se le conceden pases mensuales a la cinta, donde es todo un éxito.
La verdad es que se trata de una película ideal para visionar en comandilla, que demuestra que siempre, siempre, siempre, aparecerá de debajo de la mierda una nueva película chunga, y que siempre, cuando uno se cree que ya lo ha visto todo en lo que a cine chungo se refiere, todavía de vez en cuando, puede aparecer algo que le sorprenda, como me ha pasado a mí con “An American Hippie In Israel”, que me dejó ojiplático.
Curiosamente los dos protagonistas masculinos de la película, los actores Asher Tzarfati y Shmuel Wolf, son actores profesionales que ya actuaban antes y después de “An American Hippie In Israel”, recordaban el rodaje de esta película sin más, como un trabajo alimenticio que jamás vio la vida comercial. Al verla tras su nueva vida, dicen sentirse, por un lado, avergonzados se sus actuaciones, pero por otro, orgullosos. A ver, que van a decir…
Tzarfemi incluso pudimos verle años después en películas como “Doble Impacto” Junto a Van- Damme, para luego desarrollar su carrera en el cine de autor israelí. Asimismo, Samuel Wolf continuó su carrera actoral en el cine comercial para acabar igualmente en el cine de autor. Hay que ver como arrastraban a las chavalas contra las piedras al final de esta película…