Peculiar producción de la Toho, dirigida por su cabeza más visible, Ishiro Honda (O Isidro Honda, como hubo quien le llamó por aquí), en el que con el afán de internacionalizarse, se buscó un personaje conocido internacionalmente, para que peleara con sus famosos monstruos en una película, así que Frankenstein, pareció gustarle lo suficiente a los nipones, como para hacer un Kaiju Eija en toda regla.
En plena guerra, los alemanes encuentran el corazón con vida del monstruo de Frankenstein, que veinte años después acaba en un hospital de Japón. En un trasplante, acabará dentro del cuerpo de un niño que se convertirá en un Frankenstein gigante, que destrozará todo un poquito y que peleará con su enemigo Baragon.
No soy yo muy “godzilero” ni “Tohero”, aunque hay un par de películas que me gustan, como puedan ser KING KONG SE ESCAPA, o EL HIJO DE GODZILLA, pero pocos títulos mas han logrado llamar mi atención, no solo por lo extenso de la filmografía Toho, si no por que con todas y cada una de ellas, tengo la sensación de que ya se lo que voy a ver. Pero, uno exotismo de la Toho como este… esto tengo que verlo. Y tras mucha búsqueda, por fin consigo verlo y me encuentro más de lo mismo, pero peor.
Desconozco que opinión puede tener al respecto un aficionado al Kaiju, pero yo creo que la película no está a la altura de otros clásicos, y que a nivel risas, aunque inevitables en algunos momentos, tampoco es para tener a la película muy en cuenta.
Con un buen puñado de actores caucásicos en el reparto, sin embargo lo mejor es Japonés, sin duda, Koji Furuhata, que interpreta al niño Frankenstein, y que a parte de intentar hacernos creer que se trata de un personaje occidental (cosa esta que no cuela ni aposta), se toma tan a pecho su personaje, que parece que está interpretando a un retrasado mental. Los mejores momentos son los de Frankenstein a tamaño natural, los únicos con los que podemos soltar alguna risilla. En el momento en el que crece, la película se convierte en un Kaiju mas, pero totalmente falto de carisma.
Muy mala, pero no seré yo el que os diga que no curioseéis.