"El Torreón", "The Keep" en su v.o., es una peli rarita. No es redonda, pero sí dispone de algunas imágenes realmente fascinantes, las mismas que, viéndola en vídeo de chaval con la familia, se grabaron en mi retina. Recuerdo perfectamente que, al terminar, todos los presentes echaban pestes de lo que acabábamos de ver. Pero yo no, yo me había quedado bastante impactado, y durante mucho tiempo arrastré mi pesado culo por este planeta sin saber que cojones de película era aquella. Poco después, y gracias a mis ampliados conocimientos, pude saber mucho más de ella y sorprenderme de encontrar en su elenco (tanto actoral como técnico) nombres de peso. A día de hoy dispongo de una copia de "El Torreón", y ya la he repasado las suficientes veces como para haberle perdido miedo/respeto. Pero mentiría si dijera que, a pesar de su ritmo a ratos demasiado farragoso, y a algunas secuencias flojillas, el material grueso, y sobre todo, aquel que gira en torno a sus aspectos más terroríficos y/o sobrenaturales, no me sigue dejando con la boca abierta. Esta peli continúa siendo efectiva, y continúa siendo rarita, aunque en esencia su trama es bien sencilla.
Un grupo de nazis llegan hasta un pueblecito de Rumanía que reposa a los pies de un imponente y negro castillo. Dentro, el comandante de las tropas se pregunta cómo es posible que las piedras pequeñas estén fuera y las grandes dentro. No se trata de protegerse de una amenaza exterior, sino al revés. Evidentemente, y por culpa de la gilipollez de algunos soldados, tal amenaza no tardará nada en hacerse ver y oír, armando una buena verbena.
De chaval lo que más me fascinaba de "El Torreón" era su estética, tan barroca, recargada, flipada y artificial como suele ser habitual en los trabajos de su director, el reputado Michael Mann. Sin embargo, a pesar de su tufo a anuncio de colonia, en realidad dicho estilismo sigue beneficiando mucho, y para bien, a la peli. Realza su "rarismo", y eso mola. Las cámaras lentas, los contraluces desmedidos, el humo presente de modo casi continuo, la alucinante, marciana, pero muy adecuada música de "Tangerine Dream" y la solemnidad general hacen de ella algo fuera de lo común. Añádanle unas gotas de brutalidad (no muchas, pero sabrosas... sobre todo para un jovenzuelo imberbe) y un espectacular diseño de producción. Sobre todo con respecto al castillo, pero también el de la criatura tiene mucho que decir. Parida por el dibujante de comics francés Enki Bilal, y la mar de bien esculpida y moldeada por los chicos de efectos especiales, la bestia de "The Keep" a día de hoy sigue siendo de lo más chanante, con sus músculos atrofiados, sus venas, y esa luz roja interior que asoma por ojos y boca. Verlo para gozarlo. A la paella metemos un montón de rayos de colorines, cuyo cénit se encuentra en el enfrentamiento final entre el bien y el mal, y ale, lista para chuparnos los dedos.
A Michael Mann (también autor del guión, según la novela de F.Paul Wilson) acompañan actores hoy más que conocidos como son Scott Glen, Jürgen Prochnow, Gabriel Byrne o Ian McKellen (que, a gusto personal, lo hace bastante mal).
Como digo, y decía, no es una peli perfecta, ni mucho menos, pero sí tiene la suficiente cantidad de ingredientes disfrutables como para darle una oportunidad, más si te gustan las cosas un pelín diferentes. Curiosamente, en muchos aspectos es mogollón de ochentera... sin embargo, si la emparentamos al terror de la época, no lo es nada.