
La película se basa en una conocida novela autobiográfica de Whitley Strieber, escritor de temática fantástica que por lo visto sufrió una experiencia de abducción extraterrestre y decidió contarla, de ahí que el prota del libro y la peli sea él mismo. La cosa va... coño, pues eso, de un padre de familia que, gozando de un par de findes en la montaña, cree que unos marcianos se han colado en su casa y le han metido una sonda por el culo. Se pasa toda la peli debatiéndose entre la realidad, los sueños y la locura... lo que, uno, da mucho juego a los desvaríos estéticos y visuales de Philippe Mora (mi favorito: marcianos enanos y azules bailando alegremente en su nave) y, dos, da mucho juego a los desvaríos interpretativos de Walken, esos de los que hablaba arriba (como cuando su amigo, luciendo un sombrero a lo Daniel Boone, le habla de gnomos como si fueran escalofriantemente reales).
Todo ello se traslada también a otros apartados del film, sobre todo cuando intentan crear situaciones dramáticas, realistas y espontáneas, de esas de "Oscar" y que, de tan exageradas, únicamente nos provocan la risotada. Contribuyen unos efectos especiales potables pero un poco chungos para el "nivel" que se gasta el film, ya que literalmente algunos de ellos cantan a muñecote que da gusto (especialmente los que cuelgan de hilos). Como toda buena peli pretenciosa que se precie, el final no se entiende... pero supongo que ya se trata de eso.
En fin, que se puede ver, tampoco digo que sea insufrible, otra cosa es que se pueda tomar en serio. Al final, y no me cansaré de decirlo, lo mejor es el show de cucamonas de Christopher Walken (algo que muchos confunden con una buena interpretación).