martes, 21 de febrero de 2012

MUERTE SIN DIÁLOGO

Visionar películas en mi vídeo Beta es toda una aventura. Créanme. Nunca sabes si la cinta va a funcionar, o se va a enganchar, o perderá imagen, o perderá audio. Si en pleno visionado desaparece de la pantalla, entonces tengo que sacarla, abrirla, rebobinarla, poner otra cinta para ver si funciona el vídeo, seguidamente volver a poner la que estoy viendo y... con un poco de suerte, ya no me molestará más hasta el final. Sí amigos, es irritante y te saca de las casillas... pero a la vez, resulta genuinamente emocionante. Gracias al Beta no soy un espectador pasivo, la experiencia es lo que llamamos un visionado interactivo. Ayer noche eso mismo ocurrió durante los primeros veinte minutos de "Muerte sin diálogo"... lo que incrementó la tortura que supuso tragármela. Y todo este sufrimiento lo aguanté por ustedes, mis queridos e ingratos lectores.
Lo que he dicho al final del párrafo anterior es una verdad a medias. Otro motivo de peso por el que sufrí entera "Muerte sin diálogo" reside en el interés por hablar de sus dos productores, Joseph Merhi y Richard Pepin. A finales de los 80 estaba yo obsesionado con ver películas de justicieros, y llegado su momento las anduve buscando entre el inmenso catálogo de series Z llegadas desde Estados Unidos. Dos eran los nombres recurrentes en ese campo, por un lado David A. Prior, del que ya hemos hablado anteriormente, y por otro, Joseph Merhi que, durante un buen porrón de años, estuvo asociado con Richard Pepin (¡gran apellido!). Naturalmente, las pelis de ambos resultaban genuinamente horribles y aburridas, por lo que nunca llegué a hacerme fan suyo. Sin embargo, acabó resultando un tándem por el que sentía verdadera simpatía, ya que me los encontraba continuamente en videoclublandia. Aunque su especialidad eran las pelis de acción y los thrillers urbanos de sobremesa (a Pepin, además, le tiraba mucho el rollo cyborg), Merhi llegó a parir algun que otro film de horror a los inicios de su carrera con cierto culto de tirón chungo, como "Mayhem", "The Newlydeads" o "Epitaph". Vivió un momento de gloria cuando estampó su nombre -cual producer- en títulos bastante más respetables como el "Inferno" de Van Damme o el "Spartan" de David Mamet, nada menos (y sí, ¡con Val Kilmer!), pero fue algo mas bien pasajero. Actualmente ambos caballeros siguen rodando sus cutreces, aunque, por lógica, andan resguardados en el formato televisivo.
Con "Muerte sin diálogo" (lo sé, el título es abominable... casi parece el de una peli de arte y ensayo... claro que el original tampoco se queda corto: "Death by Dialogue") Merhi - + Pepin - volvía al terreno del horror, intentando subirse al carro de lo que entonces era la moda imperante, las aventuras de Freddy Krueger, para lo cual contrataron al actor negro Ken Sagoes, quien se había hecho relativamente popular gracias a sus intervenciones en las tercera y cuarta partes de "Pesadilla en Elm Street", algo de lo que tomaron buena nota los productores, usándolo como desesperado y retorcido gancho comercial. Añadir que, después, la carrera de Sagoes tampoco sería muy lustrosa, salvo por su aparición en la horrenda "Crueldad Intolerable".
"Muerte sin diálogo" narra la estupidísima historia de un guión maldito... en serio... todo comienza con el espíritu cabreado de un fotógrafo asesinado durante un viaje exótico. No se muy bien por qué, el ente se vale del mentado guión para ver morir a aquellos incautos que se adentran en sus dominios a base de muertes surrealistas y bastante ridículas. Destaco una en la que la víctima huye aterrorizada por el bosque y, de pronto, se topa con una banda de heavy metal en plena creación musical. Aquello que el guitarra eleva su instrumento y lo estrella en el cabestro del chaval, convirtiéndolo en pulpa. Tal y como lo leen. Ocurre que, entre crimen y crimen, y por no perder la costumbre, nos aburrimos mortalmente. El amigo Sagoes no se luce demasiado... hay algo de gore molón... unas cuantas tetas... un monstruo minimalista... pero el estropicio general no compensa... y encima, el desenlace es terriblemente tontuno y precipitado, como si a los responsables se les acabara la película y dijeran: "Pues bueno, pon aquí el "The End" y nos vamos pa casa".
Supongo que podría recomendársela a curiosos, degustadores de chunguismos y fans incondicionales del género, pero se trata de una mierda como un piano (o como un caballo).