Como “El Sheriff y el pequeño Extraterrestre” funcionó
estupendamente en toda Europa –no tanto en España que no llegó a los 700.000
espectadores, cuando las pelis de Bud Spencer sobrepasaban, en algunos casos,
los dos millones de espectadores- el
paso natural era hacer una secuela, así que con el mismo equipo técnico, y
contratando esta vez más exteriores para que se vea bien que no están en
Europa, se pone en marcha este “El
Supersheriff” que continúa las hazañas de Bud Spencer y Cari Guffey por las
carreteras de varios estados, en una película mucho menos resultona que la que
le precede. Es un absoluto coñazo.
Para esta ocasión, huyendo del gobierno, el Sheriff y el
Alien, se instalan en un pueblecito de la América profunda que responde al
nombre de Monroe. Allí, Bud, pedirá trabajo como Sheriff, lo que le permitirá
poner orden en ese pueblo en el que
reina la delincuencia y la sin razón. Por otro lado, por allí pululan una serie
de extraterrestres medio nuevaoleros,
que deciden secuestrar al pequeño Extraterrestre, por lo que Bud Spencer
se liará a hostias él solito, con toda una horda de Aliens y Cyborgs, como
si de “Jack Brooks, Monster Slayer” se
tratase.
Al final, haciendo ver como que salva al niño. Estos se van
en coche al espacio, espacio este que es representado por una habitación negra
con lucecitas brillantes en la pared que emulan a las estrellas, en la que
vemos claramente que el coche está quietecito y estacionado. Pero Bud Spencer
hace como que está volando por el espacio y
que no le hace ninguna gracia.
Pues al contrario que con la anterior, con esta secuela si
que me he aburrido de lo lindo, a pesar de que ocurren muchas cosas, y que con el éxito de la anterior, le echaron
algo más de pasta a la producción; de hecho tenemos mogollón de tíos con
purpurina y pelucas al más puro estilo “Plan Nine from Outer Space” cada cual
más risible, y sin embargo, viéndolos, me quedo igual que estaba. Porque no se
trata de una cosa consecuencia de la inutilidad y la inegenuidad, sino de una
dejadez extraordinaria, al saberse que el producto que se fabrica, está comprado
de antemano. Vamos, que en una película de Bud Spencer, todo lo que no sea Bud
Spencer, da exactante lo mismo. Por eso lo Naïf, pierde todo el valor que
pudiera tener, si de otra película se tratase.
En definitiva, más de
lo mismo pero peor, mediocre a más no poder. Y claro, ya no funcionó tan bien
en los cines como la anterior, por eso no hubo trilogía.
En cualquier caso, insisto, se trata de películas familiares
de Bud Spencer, pedirle peras al olmo es de lo más despiadado e ingenuo, así
que, miren. ¡Ni tan mal!, pero me costó acabarla, esa es la verdad.
Repite en la dirección Michele Lupo.