sábado, 24 de junio de 2023

EL INTERNADO

"Pesadilla en Elm Street" y su respectivo exitazo en 1984 marcaron el inicio de un nuevo tipo de cine slasher. Uno de tirón más sobrenatural. Menos aposentado en rutinas y "realismo". Tal es así que, personalmente, no suelo situar las aventuras de Freddy junto a las de Jason o Michael. Igual que tampoco coloco en el mismo saco a Leatherface. Claro que yo soy muy purista. En cualquier caso, el pirata de Roger Corman, siempre atento a las nuevas tendencias del mercado, especialmente aquel de tirón "exploitativo", algo habría oído sobre el fenómeno y mandaría a uno de sus exprimidos currantes a ver la película y tomar nota (siempre he dudado mucho que Corman consumiese esa clase de cine en su tiempo libre, seguro que es un "cinéfilo de gustos exquisitos" cuando no lleva la gorra de empresario) Este le contó no se qué sobre pesadillas e imágenes oníricas y surrealistas. Pero hablamos de mediados de los 80, cuando Freddy aún no había mutado a fenómeno social, así que, sin entenderlo del todo, Roger Corman acabó encargando a sus mataos la perfecta combinación entre aquel "nuevo slasher" con el de toda la vida. De este modo nace "El Internado", sosísimo título español para "Sorority House Massacre" (sorprende mucho que, viendo la cantidad de imaginación que los distribuidores patrios invertían a la hora de echar adelante sus chanchullos y triquiñuelas, dedicaran tan poca a poner títulos a las películas, no me digan que "Masacre en el internado" no habría molado más) En ella se nos narra la historia de una fraternidad habitada por chicas muy dispuestas al despelote (obvio) que, una década y pico atrás, fue escenario de un cruento asesinato. El hijo mayor de una familia masacró a esta por completo... bueno, salvo a la hermana pequeña. Bien, dicho demente consigue escapar del manicomio donde anda encerrado y dirigirse raudo a su antiguo hogar, dispuesto a seguir asesinando por doquier.
Vale, hasta aquí nada nuevo bajo el sol. Los esquemas del slasher de toda la vida, con "La noche de Halloween" por montera. La novedad es que la chica de la película tiene algo así como premoniciones y sufre pesadillas muy extrañas y surrealistas en las que el psycho killer la persigue, materia de la que se abusa más de lo habitual en esta clase de productos. Y, de este modo, obtenemos el perfecto equilibrio arriba comentado. En cuanto la Freddymanía petó a lo bestia, Corman corrió a repetir la jugada, pero esta vez logrando un mimetismo mucho mayor. Estoy hablando, claro está, de la "célebre" "Slumber Party Massacre 2", para la que el mercenario productor se valió de un previo slasher mucho más clásico -auspiciado por él- al que dio la vuelta por completo. Ya sabemos los pocos escrúpulos y la generosa jeta que gastaba.
El caso es que me puse a ver "El Internado" con muchas ganas y voluntad. Seguramente porque aquella había sido una buena jornada para mí, y arrastraba una actitud positiva. Y sí, debo reconocer que me sentó muy bien. Mucho mejor de lo que es habitual. Logró su objetivo de entretenerme. Los personajes no son tan odiosos como de costumbre (sobre todo ellas) y el asesino, que no lleva disfraz ni máscara alguna, funciona. Hay una dosis justa pero agradable de tetillas (atención a las de Nicole Rio) y algo de sangre. Nada muy extremo, pero bien. La banda sonora de sintetizador y toda la amalgama de tics ochentosos (esos posters de Sting a mansalva, -y otro del barbudo Dan Haggerty ¡las mozas de entonces sí sabían lo que era un hombre!-, el colorido vestuario...) contribuyen al disfrute.

Viniendo de Roger Corman, era imposible que "Sorority House Massacre" no esputara secuelas. Claro que, menudas son. Firmó ambas el desvergonzado Jim Wynorski el año 1990. "Sorority House Massacre 2" fue rodada a toda pastilla en escasos días, reutilizando decorados de otras producciones Corman previas y, ¡cuidao!, a espaldas de este. Únicamente con el consentimiento de su esposa Julie. Cuando Roger vio el resultado y, sobre todo, se percató de lo poco que había costado, quedó encantado. Claro que, de entrada, el film no tenía ninguna conexión con "Sorority House Massacre". Sin embargo, el sagaz productor pensó que se vendería mejor como secuela. Para la tercera parte, Wynorski sí repitió actores y personajes de la segunda, enfocándolo esta vez más hacia el thriller, así lo que en principio iba a titularse "Sorority House Massacre 3: Hard to Die" terminó como "Hard to Die" a secas. De esta guisa, lo de considerarla una tercera entrega real queda así como un poco diluido.
Retomando al personal de "Sorority 1", pues encontramos algunos nombres reconocibles como los del ya fallecido Robert Axelrod (interpretando a un enfermero. En sus buenos tiempos llegó a ser rostro habitual -muy muy secundario, casi figurante- en varias producciones "Cannon" para mayor lucimiento de Charles Bronson. Acabaría especializándose muy mucho en doblaje) o Deborah Brock perdida entre el equipo de producción, es decir, la mujer que poco después se encargaría de firmar la mismísima "Slumber Party Massacre 2", todo queda en casa. El protagonismo de "Sorority House Massacre" recae en la muy guapa Angela O´Neill, que tras ver como su carrera interpretativa no terminaba de despegar, se pasó a la del atrezzo, donde logró créditos en pelis mucho más gordas y respetadas. Obviamente, a la hora de desglosar su currículum, evita citar la existencia del film reseñado.
Escribe el guion y dirige -por primera y única vez- doña Carol Frank. Venía bien preparada, habiendo ejercido de asistenta de dirección nada menos que en el primigenio "Slumber Party Massacre". ¿Fascinante no? Su puesto de responsabilidad explicaría que en "Sorority 1" no solo veamos chicas en cueros, también el culo de uno de los varones.
Buena mierda.