jueves, 7 de agosto de 2014

SLUMBER PARTY MASSACRE 2

Durante la segunda mitad de los 80 "Freddy Krueger" y sus andanzas por la calle Elm se habían impuesto totalitariamente en el cine de terror. Todos los exploiters que hicieran honor a la etiqueta se sumaban a la tendencia reinante en busca de billetes verdes. Y el legendario oportunista Roger Corman no podía -ni debía- ser menos. Me lo puedo imaginar diciendo: "¿Pa qué molestarnos en crear una franquicia a lo "Elm Street" si ya la tenemos?". "¿Cual Sr.Corman?". "Hombre, aquella de "Slumber Party Massacre"". "Pero, jefe, eso era un "slasher" en plan "Viernes 13", no tiene nada que ver con el rollo "Freddy" y tampoco tuvo buenas críticas, ni mucho éxito". "¡¿Y qué más da, pringao?!, convierte a esa peli en un "Pesadilla en Elm Street" reduciendo las conexiones argumentales a un mínimo, mete pesadillas, mete sangre, mete tetas y mete a un asesino carismático, de look chanante y que suelte todo el rato chascarrillos y gracietas. O te vas a la puta calle". "OK, Boss, usted manda y yo obedezco". Dicho y hecho. Si el psycho-killer del "Slumber Party Massacre" original era un tipo de aspecto bastante mundano, sin ninguna característica demasiado sobresaliente, el hecho de que muriera en aquella era la excusa perfecta para hacer de él un personaje sobrenatural situado en el espectro opuesto, vestido de "Rocker from hell", cambiando su taladro convencional por uno en forma de guitarra eléctrica (que, imagino, se comería buena parte del presupuesto), muy llamativo, muy sobreactuado y muy aficionado a soltarse la lengua con chispeantes frasecillas graciosas cargadas de humor negro, la mayoría de ellas esputadas justo antes de cometer homicidio. Olé y olé.
Vi "Slumber Party Massacre 2" (1987) cuando llegó cual novedoso producto a nuesos video-prostíbulos cortesía de "Lax Vídeo" (gracias Enorm!). Me encantó, sobre todo por cierta secuencia de la que aluego hablaremos más extensamente. De hecho, me copié la puta peli. Con los años terminó ripeada en un dvd-r, que es el que revisé la otra noche, convencido de que mis impresiones iban a descender un porrón de peldaños.
Algo que no deja de sorprenderme es que aterrizara en nuestras fronteras con el título original intacto, más si tenemos en cuenta que, entonces -y aún ahora-, la primera no se había estrenado por aquí. Pero, ciertamente, ¿a quién cojones podía importarle?, en la época en la que los video-clubs dominaban la tierra, poco le preocupaban esos detalles al consumidor medio (y ahora, aún le preocuparían menos). De dicha entrega precedente ya hablé trágica y extensamente en su momento, así que nos ahorraremos esa parte.
La hermana de la única superviviente de la slumber party anterior va a cumplir años, así que montan otra. Poco a poco comenzará a tener pesadillas y visiones espeluznantes en las que el asesino del taladro la acosa. Finalmente, todo devendrá aterradora realidad cuando este se presente en la fiesta y monte la consiguiente escabechina. Como ven, un dechado de creatividad esplendorosa.
Para complementar el expolio del universo Elm Street, y aparcando el aspecto del asesino protagonista, podemos destacar sendas ideas y conceptos, por ejemplo las pesadillas, que se alternan de modo muy tonto y arbitrario con la realidad. Ahora duermo y me despierto gritando, ahora digo "Buenos días", salgo por la puerta y cortamos a mi otra vez durmiendo, etc, etc. Igual la intención de los filmmakers fuese inquietarnos, crearnos zozobra ante la duda de qué pertenecía al mundo de los sueños y qué a nuestro aburrido universo. Pero no lo consiguieron, logrando únicamente confundirnos y dar llamativas muestras de su incapacidad. Otros detalles bien deudores del amigo "Krueger" son las alucinaciones macabras, destacando esa en la que un pollo despellejado cobra vida y ataca a la chavala prota o, mejor aún, la famosa/infame secuencia en la que una de sus amigas luce un grano enorme en la faz que, al estallar, le echa litros de pus directos a la boca. De órdago. Incluso tenemos una escena en la que la protagonista se queda sobada mientras se da un jabonoso baño. Aquí no sale ninguna mano del agua, pero sí mucha pintura roja.
Ya sea por sus propios indudables conocimientos, o porque han leído a fondo mi respectiva reseña, sabrán que tras "Slumber Party Massacre 1" había toda una ridícula historia de feminismo panfletario, cosa por la cual Roger Corman contrató a un director con vagina (y que adaptaba el guión de un escritor con vagina). Bien, digamos que ahora la tontería vuelve a repetirse... aunque con matices. Vamos, que el rollo feminista creo que, en esta ocasión, es parte del entramado "exploitation" del business, que está ahí porque los posibles fans lo esperan. Digo yo. El caso es que también es una jaca la que se encarga de dirigir "Slumber 2", cuya trama puede entenderse como una metáfora del miedo al sexo. Nuestra protagonista es una virgen locamente enamorada de un jugador de futbol americano todo cachas, guapo y encantador. Cada vez que sueña con él y sus músculos, el asesino del taladro le interrumpe la polución nocturna para decirle que quiere hacerle el amor. Llegado su momento, este se convierte en algo físico y real justo cuando la niña se dispone a perder su himen y mutarse en mujer. Por lo visto la idea inicial era que el actor que daba vida al guaperas encarnara también al asesino, por aquello de -según palabras de la directora- "Mostrar dos caras de la misma moneda", y aunque finalmente la cosa no se materializó, algo quedó como bien prueba el "susto final" que no desvelaré por si alguno de ustedes tiene intención de verla. Curioso, sí, pero no deja de ser una enorme chorrada propia de mentes estrechas y almidonadas.
Pesadillas e hímenes a un lado, hay otra cosa que tiene una presencia constante en la película, y es la música. El rock. Supongo que impuesto ahí por maese Corman como parte del reclamo hacia la platea juvenil. El caso es que la prota toca en un poco verosímil conjunto de pop-rock. Y la excusa para liar la party es ensayar. De este modo, nos trufan la banda sonora de cancioncillas y hasta se marcan una especie de secuencia video-clipera en la que las girls bailotean al son de la canción de una película que echan por la tele, la excusa perfecta para que Corman pueda reciclar algo de su extensa filmoteca, en este caso "Rock and roll high school", célebre comedia estudiantil a mayor gloria de los "Ramones" (vilmente sustituidos por algo con unos royalties más asequibles, claro). A todo esto hay que sumar, como decía arriba, que el propio asesino le da al rockanró y de hecho -¡ahora sí!- hasta interpreta su propia canción. Lo han adivinado, amigos, este es el “magic moment” que me encandiló de chaval. Justo cuando se dispone a cazar a las chavalillas, aparecen unas luces de colores y el "driller killer" nos regala toda una actuación mientras canturrea una simpática tonadilla muy apropiadamente titulada "Let´s Buzz". Si "Slumber Party Massacre 2" merece ser recordada por algo, es por este material (que, seguro, localizan en youtube sin problemas). Y no acaba aquí la cosa, hasta la llegada del "The End" todavía nos comeremos más canciones, algunas de ellas en formato rockabilly y bien majas. Las hay que incluso suenan como acompañamiento de acosos y crímenes, nada menos. Sobra decir que, en el proceso, y acorde a la filosofía "Freddy", nuestro simpático asesino nos dedica unas cuantas miraditas, incluso nos habla directamente como parte del cachondeito.
¿Y qué más les puedo decir?, bueno, pues que la "muerte" del "driller killer" es una auténtica chufla. Que hay una coñeta final en los créditos, justo cuando dan la brasa con lo del copyright. Que los personajes lucen apellidos míticos ligados al cine de terror (sin ir más lejos, dos policías que aparecen se hacen llamar "Krueger" y "Voorhees", ¿alguien da más?). Y que el pifostio casi no alcanza los 80 minutos (¡¡fascinante!!).
En cuanto a recursos humanos, merece la pena que le echemos un ojo al reparto y demás.
Crystal Bernard interpreta a la angelical protagonista y a lo largo de su carrera no ha hecho gran cosa más (mucha televisión), salvo por una puta marcianada, "Welcome to paradise", un dramón de contenido abiertamente cristiano que no sería digno de mencionar si no fuese por su director y co-guionista, Brent Huff, "action hero" de serie Z en cuyo curriculum uno encuentra los directores y títulos más asombrosos, destacando entre ellos Bruno Mattei (para quien protagonizó "Serpiente Sam, nacido para luchar" o "Cop Game"), Fred Olen Ray (en "El poder de las armas") o Worth Keeter (en "Scorpio One"). También compartió protagonismo con Sho Kosugi en "Las nueve muertes de ninja", nada menos. Y como director posee varios films, destacando, además del citado, uno titulado "Mercenarios de élite", con protagonismo de Robert Davi y Roddy Piper y que se presentaba como todo un precedente de –lo han adivinado- "Los mercenarios/The expendables". ¡Qué pazote!.
Kimberly McArthur sobresale por sexy tanto como esos generosos pechotes que oculta tras un biquini y que, desgraciadamente, no nos muestra. Pero que no cunda el pánico, la chavala venía de la factoría "Playboy", donde se dejó fotografiar y filmar en pelota picada un porrón de veces (y, créeme, merece la pena que busques en Google). Volvería a hacerlo en películas de categoría como "Los locos del bisturí" (tremendo despliegue de glándulas mamarias), "Quien tiene una suegra tiene un tesoro" o "Malibu Express" del inevitable Andy Sidaris (el Russ Meyer del cine de acción de serie Z). Según Imdb, cuando firmó el contrato para actuar en "Slumber Party Massacre 2", impuso una condición: que no se desnudaría. Resulta fácil deducir que, pa entonces, la pobre estaría ya hasta el coño de enseñar las tetas. No se lo tenemos en cuenta.
Tampoco son mancas Juliette Cummins y Heidi Kozak. De la primera ya hablé cuando la reseña de "Viernes 13, 5ª parte", allí era la hermosa pelirroja de tetillas escuetas, las mismas que también muestra en "Slumber 2" (y que se erige como el único top-less de toda la puta peli), volveríamos a verla en otra secuela horrorífica de renombre, "Psicosis III". A la segunda también podemos localizarla en un "Viernes 13", el séptimo, además de otras cosillas como "Society" (la de Brian Yuzna). Dos chicas con "pedigree".
La directora, Deborah Brock, tiene un currículo bastante curioso. Todavía dentro de parámetros Cormanianos, se encargó de llevar las riendas de un producto infantil, "Las aventuras de Andy Colby", y de la tardía secuela de, nada menos, "Rock and roll high school", titulada "Rock and roll high school forever" y con protagonismo de Corey Feldman, de cuando vivía obsesionado con ser Michael Jackson. En funciones productiles la Brock ha puesto su contundente apellido a títulos tan curiosos como "Cariño, he agrandado al niño", "Frío como el acero. Buscando venganza" (secuela de aquella, protagonizadas ambas por el olvidado Brian Bosworth) y, esta sí es rara, la tragicomedia indie a mayor gloria de Vincent Gallo (que pa algo es prota, dire y co-guionista) "Buffalo '66".
Los resultones efectos de maquillaje (no hay mucha truculencia, solo unas ajustadas dosis) corren a cargo del ya fallecido James Cummins (sin aparente vinculación familiar con Juliette Cummins) de lustrosísima trayectoria, repleta de títulos bien reconocibles como "Extraños invasores", "Cosmos mortal" (aquella chunguez producida por Carlos Aured), "House, una casa alucinante", "Profundidad seis" e incluso anduvo por "El exterminador", "La cosa" y "Muertos y enterrados". También dirigió (y guionizó) sus propias películas, todas ellas destinadas al rincón más lúgubre del mercado videográfico, como "The Boneyard" que posee cierto culto (sobre niños zombie y caniches mutantes), "Dark: 30" (ni puta idea) o "Harbinger" (ni puta idea).
En cuanto a la saga “Slumber Party Massacre”, conoció una tercera entrega justo cuando el “slasher” renacía de la mano de “Scream” (¡¡que casualidad!!), dirigida y escrita por otro par de chatis, encabezonadas en mantener el rollo feminista (aquí el asesino del taladro es impotente) y que retomaba el tema realista, sin sueños ni polladas (las modas mandan, amigo). Curiosamente tiene “buena prensa” y por lo visto es bastante generosa en cuanto a sanguinolencias, pero debería verlo para creerlo.  Se comenta la existencia de una cuarta parte titulada “Cheerleader Massacre”, firmada por el temible Jim Wynorski, pero los expertos niegan que tal costrosa cosilla pertenezca a la franquicia. Expertos que decidieron formar piña y crear un absurdo culto hacia “Slumber Party Massacre”, sus secuelas, sus spin-offs y sus loquecojonessea. Tremendo.
Cuando decidí revisar "Slumber Party Massacre 2" llevaba varias noches dedicadas al visionado de películas prestigiosas (justificado especialmente en el caso de la muy notoria "12 años de esclavitud") y el cuerpo me pedía mierda. Pero de la güena.
No hace falta decir que la elección resultó ser mano de Santo.