miércoles, 7 de diciembre de 2011

EL NUEVO KARATE KID

Con la intención de revitalizar la franquicia de "Karate Kid" (algo que se ha repetido recientemente con un remake destinado a las nuevas generaciones), no se les ocurre otra cosa en plenos años 90 que hacer una nueva entrega acorde a los gustos y estética de la época. Ralph Macchio estaba ya mayor, gordo y acusaba ciertos síntomas de alopecia desbordarte, además de no gozar de la popularidad que le proporcionó la saga en los ochenta. Así que la "Columbia" decidió prescindir de él y en su lugar apostaron por una muchachita. Hilary Swank, bien jovencita, se encarga de dar vida a esta “Julie San”. Trasladan la acción a Boston pero se conserva al “alma mater” de la saga, el ya a estas alturas pesado señor "Keisuke Miyagi". El resultado de esta brillante idea es uno de los bodrios más infames e insufribles de los muchos que dio la industria Hollywoodiense en la década de los noventa.
La escasa historia no varía demasiado respecto a las precedentes entregas; Miyagi acude a Boston porque va a ser condecorado como veterano de guerra. Allí se topa con la esposa de un compañero suyo, que tiene una nieta de lo más borde y gilipollas. La situación es insostenible, así que Miyagi le dice a la señora que se pire a su casa en California, que de la imbécil de la niñata se encarga él.
Esta es acosada por los miembros de seguridad estudiantil del instituto, pero vamos, un acoso fuera de todo precedente, porque prácticamente lo que quieren es violarla y hostiarla… pero la muchachita se lo toma con toda la naturalidad del mundo. Así que, como ella sabe algo del karate que le enseñó su padre instruido por Miyagi, le pide a este que le de más lecciones para, así, poder ahostiarse con los acosadores. Como el método “dar cera, pulir cera” parece que no es muy eficaz con las mujeres, Miyagi decide llevársela a un templo de vete tu a saber donde (con monjes medio Shaolin, ¡al loro!), en el cual la vemos hacer muchas gilipolleces, pero nada de karate. No obstante, sale de allí dando hostias como panes. Entre tanto se enamora de un mentecato medio marica.
Tiene cojones la cosa. Es tan chorras la puta peli que he acabado cogiéndole hasta el punto. Da la sensación de que se trata de un mero producto de la "Columbia" para blanquear dinero, porque la poca gana que hay en cada escena es palpable. Parece una mala parodia, aunque no lo es.
El montaje es desastroso, los errores de continuidad, constantes, las interpretaciones sosas. Pat Morita está ahí deseando terminar para pirarse a hacer sus cosas, y Hilary Swank, primeriza, sobreactúa poniendo unas caras de ira de agárrate y no te menees. Los diálogos son lo mas subnormalesco que puede haber, con Miyagi filosofando de forma forzada como si no hubiera mañana, y la Swank repitiendo cual mono sus doctrinas.
Los chungos del insti son poco más que violadores, pero en ningún momento se tira por la vía fácil para hacerles frente, que es la legal. Mejor aprender un karate que apenas hace acto de presencia en toda la película. Y en lo que respecta al templo, a parte de poco épico, cuando se ponen a bailar música contemporánea y moderna dudamos si estamos en un lugar sagrado habitado por monjes orientales, o en un centro para la ayuda del discapacitado.
Pero que todo esto no sirva de óbice para el despiporre… la película es un aburrimiento sin precedentes. Solo por descabellada, tontuna y absurda, la salvamos un poquito de la quema. Eso sí, da gusto ver a Hilary Swank tan jovencita (tendrá 20 años raspados), tan guapa y marcando sus curvas de manera intencionada por parte de la producción durante toooodo el metraje.
"El nuevo Karate Kid" pasó por salas de medio mundo sin pena ni gloria y su edición en DVD se ha hecho esperar. Incluso siendo un producto comercial, todavía hay gente que desconoce su existencia, pero sin duda será una película a reivindicar, por el hecho de que, cuantos más años pasan de su realización, más ridícula es y servirá como vehículo de las mofas de los cinéfilos más inquietos. Tiempo al tiempo.
Dirige Christopher Cain, quien nos diera grandes títulos como "El Rector", "Arma Joven" o "Dos chiflados en remojo". Cobró su cheque y dejó dirigir al ayudante y a la segunda unidad, mientras él se metía unas rayitas y decía “perfecto, perfecto”.