viernes, 2 de marzo de 2012

EL HOMBRE QUE NUNCA ESTUVO ALLÍ (1983)

De chaval esta caratula que ven me tenía fascinado. Ese hombre invisible de alegres calzones, con pajarita jamesbondsiana y misteriosos guantes blancos, prometía horas de diversión y regocijo. Encima, el llamativo amarillo como color de fondo le daba un rollo comic muy atractivo. De prota, un Steve Guttenberg pre-"Loca academia de policia". Y como suele pasar en estos casos, la alquilé, la vi, me decepcioné, la devolví y una vez más reafirmé -y en esa época era importante, ya que me encontraba en plena edad de desarrollo y crecimiento- que una caratula guapa no siempre -o casi nunca- parapeta una peli molona.
Ayer noche la volví a ver. Por segunda vez en mi vida. Y de nuevo la lógica se imponía: Sí, no hacía falta ser muy listo (ni muy tonto) para comprender por qué "El hombre que nunca estuvo allí" (no confundir con la posterior película de los Hermanos Coen de idéntico título) hace aguas por todas partes.
Concebida cual comedia con toques de thriller y ciencia ficción bajo mínimos, la cosa va de un pavo que el día de su boda presencia el asesinato de un hombre invisible, con tan mala pata que los testigos le creen a él culpable. Así que huye, no sin antes recoger de manos del cadáver una pócima... la misma que le vuelve a uno invisible, of course. En medio de este paripé, aparecen varios personajes de distintas potencias mundiales obsesionados en hacerse con el mágico líquido, así como la amiga de la novia que está secretamente enamorada del prota. Este se valdrá de su nuevo poder para escapar de los malos y resolver el entuerto. El final es de órdago (por malo) y muy oportuno en lo referente a solventar las dudas amorosas de Guttenberg.
En fin, ¿qué puedo decir?, que "El hombre que nunca estuvo allí" es tirando a torpe y aburridilla. Digamos que como comedia alcanza niveles de chorrismo excesivamente hirientes (y poco divertidos), como peli de acción o thriller anda más bien escasa de material espectacular y que el tema de la invisibilidad lo tocan demasiado poco... y mal. Los efectos especiales son muy horribles, sobre todo cuando se valen del efecto croma, que es casi siempre. Probablemente parte de la culpa la tenga el hecho de que en su momento este film llegó a los cines luciendo efecto 3D (del de antes, del que dolía a la vista), y todos los trucajes de las pelis en relieve de la época, al ser desprovistos de sus colores rojo y azul, cantan más que una almeja maloliente.
Al final lo realmente diver de la experiencia es ir reconociendo a los numerosos rostros más o menos populares que pululan por la peli, y que son unos cuantos. Destaco los siguientes: un William Forsythe muy jovencito haciendo de punki malo maloso. Don Calfa, el Ernie Kaltenbrunner de "El regreso de los muertos vivientes", al que casi ni ves... aunque el que se lleva la palma es Miguel Ferrer, el ejecutivo hijoputa de "Robocop", en un rol de camarero que, si pestañeas, te perderás. Completan el cuadro dos gloriosas "scream queens" de la década, Brinke Stevens y Michelle Bauer, haciendo lo que mejor saben: enseñar teta en una escena de ducha.
Y hablando de tetas, sorprende bastante lo mucho que las luce la chica protagonista, Lisa Langlois (la punka mala de "Curso 1984"). De hecho, protagoniza una escena de sexo que, imagino, en su época se pretendía chocante, original y bizarra, durante la que la moza se morrea y fornica pues, bueno, con nadie... con un hombre invisible. Y la verdad es que lo hace jodidamente mal, totalmente anti-natural, pero verla ahí con la boca abierta y la lengua fuera dando un morreo al aire, tiene su morbo. Y pa morbo, el momento fugaz en el que "Mahoney" ¡¡enseña la pilila!!. Tomen nota.
El director del estropicio, Bruce Malmuth, es un personaje bastante interesante. Un año antes había dirigido a Sylvester Stallone en "Los halcones de la noche" y unos después trataría cara a cara con Steven Seagal en "Difícil de matar" y Dolph Lundgren en "Pentathlon". Además el tio era actor y sale en los dos primeros "Karate Kid". Hoy anda más muerto y enterrado que mi bisabuelo.
En fin, "El hombre que nunca estuvo allí" (versión 1983) es una comedia super-mediocre que solo recomendaría a muy nostálgicos y fans de Steve Guttenberg... si es que existe tal cosa.