
Durante un terremoto, dos niños y una señorita, acaban por accidente en unas cápsulas de criogenización. En consecuencia, despiertan en un futuro en el que los monos son ahora quienes dominan la tierra. Allí, con la ayuda de una pequeña tití llamada Pepe, conocerán a otro humano, y juntos trataran de escapar del vil acoso al que les someten los simios durante toda la película.
La gracia del asunto está en que todo el pifostio es culpa de un súper ordenador que juega a ser dios, y la dejadez de los humanos que en los albores de 2030 se volvieron (o volverán) vagos, delegando sus tareas humanas, como por ejemplo el ir a la guerra, a los monos, con lo cual estos se volvieron (o volverán) fuertes y se extinguió (o se extinguirá) la raza humana.
La película es perfecta para echar la tarde. Por un lado influye el efecto risas, con todas esas maquetas, efectos de luces, diálogos y sobretodo los monos, y por otro el dinamismo, está montada con brío y velocidad. No da descanso y a pesar de su excesivo metraje, lo pasamos bien viendo la maldita película.
A destacar la estúpida escena final, en la que el ordenador ofrece a los protagonistas vivir en la tierra, pero en el futuro, en otro planeta, o dejarlo a decisión del propio ordenador. Las conversaciones, cábalas, y conclusiones de nuestros protagonistas ante estas cuestiones, nos hacen plantearnos si no estamos ante retrasados mentales.
Así pues, si sois de entretenimiento fácil, es más que recomendable, pues es tan mala como el diablo, y tan divertida como un mal chiste.
Dirige el cotarro en 1987 Kiyosumi Fukazawa, al que no se le conocen más referencias de ningún tipo. Una lástima.