miércoles, 6 de junio de 2012

LA RESURRECCIÓN DE FRANKENSTEIN

Esta peli, originalmente nacida "Frankenstein Unbound", recibió mucho bombo y platillo en su momento (1990) porque suponía el regreso a la silla del director del amigo Roger Corman, tras casi 20 años únicamente ejerciendo de producer. Además, lo hizo a lo grande, dirigiendo, produciendo y co-guionizando (según la novela de un mindundi). Desafortunadamente (para Rogelio) el invento fracasó estrepitosamente, a España llegó directamente en vídeo y el amigo no volvió a dirigir nunca más.
El problema de "La resurrección de Frankenstein" (o uno de ellos) es que, pretendiendo ser super-original, se queda en terreno de nadie y, sobre todo, se la ve anticuada. Si en 1990 ya lo parecía, ahora no te digo nada. Corman retoma temáticas góticas ya que, se supone, eran su especialidad a rebufo del éxito que tuvo con sus célebres adaptaciones de Edgar Allan Poe, e incluso se repite -supongo que conscientemente- cuando rueda pesadillas, utilizando los mismos efectos (imagen deformada, humo...). Todo ello, sumado al rollito ci-fi de serie B algo descocada, los elementos casi Spielbergianos (coche futurista que habla en plan super-simpa) y otros propios del horror de la época (pequeños momentos de jugosa truculencia sangrienta) hacen que el mejunje se resienta y no logre satisfacer a ninguno de sus posibles espectadores potenciales.
Y es que la historia ya de por si es una chorrada como un camión: Un inventor del futuro ha creado el arma definitiva que desintegra aquello que toca, aunque lo que en realidad hace es mandar el blanco a otra época y/o dimensión. Sin embargo, la cosa tiene efectos secundarios, y tanto experimentar con átomos y tal ha formado una puerta temporal en el cielo de la que sale hasta un primo de Gengis Khan (este momento da un poco de vergüenza ajena y todo). Total, que la puerta interdimensional se lleva al científico a la época en la que Mary Shelley comenzaba a escribir su novela de "Frankenstein". Sin embargo, resulta que la muy golfa se basa en hechos reales, ya que el amigo Franken existe y ha creado, efectivamente, un monstruo que va matando peña. El científico intentará detener un ajusticiamiento equivocado (acusan a una niña de los crímenes del monstro) y se meterá en un montón de líos del copón.
No sé que pensarán ustedes, pero a mi este refrito me resultó algo indigesto. Casi hubiera preferido que Mary Shelley y Lord Byron se quedaran fuera de la historia, y todo se desarrollara dentro de la ficción pura, en un universo paralelo en el que Frankenstein y su monstruo existieron de verdad, por así decirlo. Hay algunos momentos sumamente ridículos, como cuando el prota (un cincuentón John Hurt) se folla a una Mary Shelley (Bridget Fonda) casi adolescente. O el mismo monstruo (by the way, creado por un convincente Raul Julia como Doctor F.), que probablemente sea lo más cutre del pack. Físicamente se parece al propio Roger Corman, luce un absurdo dedo de más en cada mano y, aunque a nivel estético lo de la "pupila del ojo cosida" queda muy bien, su función es absolutamente inútil (ya me veo a Frankenstein dejándose la paciencia ahí cosiendo tres o cuatro ojos distintos pa crear uno solo... ¿¿??). Aunque más inútil es el bicho, que cuando actúa, gesticula o habla, provoca una notoria risotada.
Al final la cosa se alarga y se alarga y se torna soporífera. En fin, la intención era buena y de entrada, la peli cuanto menos resulta curiosa, incluso simpática, pero a medida que avanza la cruda realidad se va imponiendo. Ya en 1990, Corman estaba -como director- más fuera de su tiempo que el propio protagonista de su epopeya, e hizo bien volviendo a terrenos productiles para parir pelis de tiburones con tentáculos, anacondas con dientes de piraña, vacas tocando el xilofón o lo que sea.