miércoles, 17 de julio de 2013

BLACKENSTEIN

Cuando a los principales gerifaltes del “Blaxplotation” –blancos la mayoría de las veces- les dio por hacer suyos los géneros con “Drácula negro” o “Black Gestapo”, a alguien con mucha menos pasta de la poca que tenían ya los anteriores, pensó que igual que el “Blacula” había recaudado unos buenos dividendos, sería una tontería no hacer lo mismo creando el homónimo de Frankenstein, con “Blackenstein” (recientemente editada en dvd bajo el título de “Black Frankenstein”), aprovechando que estos personajes no tenían derechos de autor. Y William A. Levey, debutó, y lo hizo casi con calderilla. Claro que si, por ejemplo, el “Drácula negro” tenía un acabado digno, este “Blackenstein” era poco más que una carroña de tercera categoría, en la que unas interpretaciones terriblemente desganadas, un argumento hilarante y unas pequeñas dosis de casquería, a poco están de no llegar a superar la característica principal de “Blackenstein” y de toda película mala que se precie: el aburrimiento. Con todo, el conjunto es lo suficientemente bizarro como para que pasemos por alto esas nimiedades, a favor, siempre, del “buatdafac”.
Una mujer negra acude a la consulta del Dr. Stein, que ha llevado potentes investigaciones y experimentos con el ADN, para ver si puede implantarle brazos nuevos a su novio, que los perdió en la guerra de Vietnam. Obviamente, el doctor mostrará interés y se pondrá manos a la obra, además de seguir trabajando en otros casos distintos con otros pacientes.
El ayudante del doctor confiesa a nuestra protagonista estar enamorado de ella, y ante el rechazo de esta, en venganza, cambia el ADN de su novio por el de otro paciente, lo que provocará que este se convierta en un enorme monstruo negro con el pelo afro y cuadrado por encima, que se comerá a todo aquél que se encuentre por delante… el jodido Frankenstein negro.
La cosa tiene su gracia por tratarse de una serie Z americana, adscrita al “Blaxploitation” de terror, que es consecuencia de una serie B de terror del mismo sub-género… así que estamos ante eso que llaman el “Xplotation” del “Xplotation”, y eso siempre es interesante. Pero más que lo desmarañado de lo que cuenta, a mi lo que me atrae no es todo aquello exagerado, el gore , el aspecto del Frankenstein negro o todo lo “pop”… no. Lo que me llama la atención poderosamente, es la absoluta incapacidad de todos y cada uno de los implicados en esto. El necio del director, abusando de los planos fijos, abusando de los primeros planos de frente, ahí, como el que no quiere la cosa y sin que vengan a cuento, quizás por el desconocimiento de la existencia de otros planos, o en caso de conocerlos, por no tener ni puta idea de cómo se hacen, y si Frankenstein negro tiene que ir hasta el hospital de veteranos a perpetrar una venganza,  veremos todo el trayecto desde el laboratorio del Doctor hasta ese hospital, al paso que lleva el Frankenstein negrata… con lo que rellenamos mogollón de metraje, sin que la intención principal sea rellenar metraje. Los actores, lo peor de lo peor. Pero no por sus sobreactuaciones –ojalá sobreactuaran- si no por la desidia con la que sueltan sus textos y las poquitas ganas que tienen de aparecer en la película. Eso se transmite.
Si de algo sí es consciente la película, es de su condición de “Blaxplotation”, así que meten en el soundtrack, a conciencia temas de Soul y Funk, aunque no queden bien ni vengan a cuento, y aunque apenas tenga banda sonora… pero claro, todo esto es por motivos presupuestarios, así que, por lo menos, compran dos temas de tercera.
Del montador, poco más que decir que es un retrasado, y el director de fotografía ciego, porque hay escenas en las que, literalmente, no vemos nada. Pero a nivel global, siendo una peli más para no tener en cuenta que para sí, sacia la curiosidad del cinéfilo que la busca.
Del director, William A. Levey, decir que empezó en el cine de manera muy manazas y continuó con ciertas dificultades siguiendo manazas. Eso si, un todoterreno manazas, de corta filmografía, pero que tocó todos los sub-géneros de la “Xplotation”, con muy poca fortuna, y sin cosechar ni un solo éxito. ¿Sus mayores meritos?, inició en la inmundicia mas chabacana  a Debra Winger de jovencita en “Fantasías Sexuales”, una “teen movie” primigenia, tocó el palo erótico con “En Washington los senadores están calientes”, con “La fiebre del patín” hizo debutar a Scott Baio en una “disco movie” tan en boga en los setenta, y sobretodo, es el responsable de “Monaco forever”, más conocida como “Gay Karate Man”, en la que hizo a debutar a Jean Claude Van Damme en una película en la que chupa pollas y se deja reventar el ojete, mientras mete mano y acosa a jovencitos heterosexuales, a los que curte el lomo a base de artes marciales por no dejarse tocar.
Por si eso fuera poco, el guión de la cojonudísima (en su contexto) “Patrulla de noche”, de la directora Jackie Kong, es también obra suya, firmado bajo el pseudónimo de Bill Levey.
Todo eso, y un par de films menores de terror como “Hellgate” en los noventa, le convierten en, probablemente, el director más churretoso de la historia del cine, y del que menos info hay por ahí. Una pena.