miércoles, 22 de agosto de 2007

MASTERS OF HORROR: HUELLA

Como nostálgico del horror de los 70 y 80, tengo una opinión positiva respecto a la serie de televisión "Masters of Horror", aunque solo sea por su loable intención de recuperar a viejas glorias de detrás de las cámaras y darles total y absoluta libertad creativa... o eso se dice. De todos los episodios que he visto, algunos me han parecido muy potentes (John Carpenter), otros potables sin más (Don Coscarelli y Dario Argento), los hay bastante mediocres (Stuart Gordon, Joe Dante) y, directamente, insufribles (Mick Garris, creador de la serie nada menos).
En un producto televisivo que, como decía, alardea de no cortarse un pelo en cuestiones de violencia y desmelene, "choca" que el episodio dirigido por el cineasta asiático Takashi Miike fuese vetado por su contenido altamente perturbador. Bueno, "choca" a medias si tenemos en cuenta la mojigatería puntual que gastan los yankees y que allá donde va Miike, el escándalo le persigue.
Que quede bien claro, no soy fan de Takashi Miike... de hecho, me parece un tipo sobrevaloradísimo y rodeado de fans un poco ciegos que, visto la pasión que demuestran por su ídolo, han visto muy poco cine. La mejor peli del autor nipón es, justamente, una de las menos valoradas por sus seguidores, "Audition". El resto... pssss... mucha basura ("Llamada perdida", "D.O.A", "Izo"), mucha decepción ("Ichi, the killer") y alguna cosa curiosa ("Full Metal Yakuza"), pero poco, muy poco, más.
Mi atracción hacia "Huella", el episodio del tipo para "Masters of horror", era puramente morbosa, pero una vez vista puedo decir que me ha sorprendido gratamente.
La historia es la siguiente: Un americano (el recuperado Billy Drago, que en este caso sobreactúa que da gusto), viaja hasta Japón en busca de un antiguo amor al que prometió sacar de la mala vida. Cuando llega a un prostíbulo, conoce a una puta deforme que en su momento trató con la chica en cuestión y guarda algunas desagradables noticias sobre su paradero.
Lo primero que llama la atención de la peli es que se aleja bastante del tono tradicional y "conservador" que suele manejar "Masters of Horror" con respecto al género. De entrada, Miike tiene la sabia idea de reducir los acontecimientos a dos personajes que dialogan en un único escenario y en tiempo real, lo que provoca cierta desazón y angustia en el espectador. Además, se permite aportar bastantes elementos visuales que incomodan e inquietan, como cierta silueta fantasmagórica que surge en un momento en el que no te lo esperas, pero sin pirotecnia que valga, lo que provoca un notable escalofrío. A parte del aspecto atmosférico o sórdido de la historia está, cómo no, la violencia y la crudeza propias de su autor, destacando la inevitable y brutal secuencia de tortura (que guarda puntos en común con la de "Audition") y ciertos abortos nada delicados que tampoco se quedan cortos.

Sin embargo, cuando llevas 45 minutos y crees estar viendo una muestra muy muy digna de cine de terror del bueno, viene el señor Takashi y... ¡la caga!, y de que manera. Tal metida de pata se la debemos a una "sorpresa final" que no desvelaré aquí pero que, afrontémoslo, roza el ridículo y perjudica muchísimo al tono del resto de un film que, de otro modo, hubiera podido estar muy cerca de la "obra maestra".
Sin embargo, y a pesar del desliz, está muy por encima de los logros de "Masters of Horror" (y del cine de terror moderno en general), por lo que bien merece un visionado.